Comunidad cristiana celebra el Día de los Santos Difuntos

Desde el día de ayer familiares de los difuntos asistieron al Cementerio San Miguel Arcángel" a arreglar las tumbas.

-Hoy miles de personas acuden a los cementerios a depositar flores en la tumba de sus seres queridos

– Costa, Sierra y Selva llegan a los camposantos con diversas manifestaciones de cariño.

Siempre que llega el mes de noviembre se repite la pregunta si el Día de los Difuntos es el 01 ó el 02 del mes mencionado. Según la Iglesia destacan la «Conmemoración de todos los Fieles Difuntos», el día 2 de noviembre, especialmente dedicada a su recuerdo y el sufragio por sus almas; y la «Festividad de todos los Santos», el día 1 de este mes en que se celebra la llegada al cielo de todos aquellos santos que, sin haber adquirido fama por su santidad en esta vida, alcanzaron el premio eterno, entre los que se encuentran la inmensa mayoría de los primeros cristianos.

Desde el día de ayer familiares de los difuntos asistieron al Cementerio San Miguel Arcángel" a arreglar las tumbas.
Desde el día de ayer familiares de los difuntos asistieron al Cementerio San Miguel Arcángel" a arreglar las tumbas.

 

En la costa es característico asistir el 01 de noviembre a los cementerios para «velar» a sus muertos y depositar sendos ramos de flores, muchos llegados desde otras ciudades o sencillamente flores silvestres del pueblo. También es común llevar decenas de paquetes de velas que prenden durante toda la noche, los mismos que se intercambian entre los familiares para que velen a sus seres queridos en su nombre. La venta de potajes especialmente preparados para la fecha, se venden en las calles laterales de los cementerios. Todo un ritual religioso.

 

En la sierra es muy común que a las tumbas de los parientes fallecidos, lleven potajes de la región para dejarlos en vasijas en señal de un recuerdo muy intrínsico. También acostumbran a ingerir bebidas alcohólicas, acompañados de música folklórica. En Iquitos lo que más se aprecia es la ubicación de ramos de flores sobre las tumbas, son pocos los que ubican velas durante toda la noche del uno de noviembre. También se escucha al dúo de cantantes Américo Salles y Juan Ramírez, conocidos por expresar temas musicales acordes a la fecha, siempre dispuestos al pedido de los deudos.

 

Según información brindada por Jorge Tuanama, hermano que hace los responsos en el Cementerio «San Miguel Arcángel», hoy las puertas del Campo Santo se abren desde las 5 y 30 de la mañana para que las vendedoras de flores puedan hacer su trabajo, los ramos de flores por lo general suben de precio hoy de un 40 á 50%. Para las 9 am. la Beneficencia Pública ha preparado toda una actividad con cantos, rezos, poemas al amor, a la vida, a las ausencias que duelen aún en los seres queridos. A partir de las 10 am. habrá misa general en el cementerio la que estará a cargo del padre Raymundo Portelli.

 

HISTORIA DE LAS VELACIONES…LAS CATACUMBAS…

La tradición de asistir al cementerio para rezar por las almas de quienes ya abandonaron este mundo, está acompañada de un profundo sentimiento de devoción, donde se tiene la convicción de que el ser querido que se marchó y pasará a una mejor vida, sin ningún tipo de dolencia, como sucede con los seres terrenales.

 

En México y en América Latina esta celebración se combinó con elementos de indigenismo y del sincretismo resultó una original celebración en el Día de Muertos, distinta de las otras naciones católicas. Esta fiesta incluye por tradición un Altar de muertos que consiste en una serie de adornos florales acompañados de la comida favorita del difunto; además de fotografías y otros detalles.

 

En las zonas andinas de Sudamérica, especialmente en Ecuador, Perú y Bolivia, la costumbre es preparar e intercambiar entre familiares y amigos las guaguas de pan para consumir con la chicha morada que en algunas áreas rurales son también ofrendas principales en los cementerios.

 

La Iglesia Católica, ya desde la época de los primeros cristianos, siempre ha rodeado a los muertos de una atmósfera de respeto sagrado. Esto y las honras fúnebres que siempre les ha tributado permiten hablar de un cierto culto a los difuntos: culto no en el sentido teológico estricto, sino entendido como un amplio honor y respeto sagrados hacia los difuntos por parte de quienes tienen fe en la resurrección de la carne y en la vida futura.

 

El cristianismo en sus primeros siglos no rechazó el culto para con los difuntos de las antiguas civilizaciones, sino que lo consolidó, previa purificación, dándole su verdadero sentido trascendente, a la luz del conocimiento de la inmortalidad del alma y del dogma de la resurrección; puesto que el cuerpo -que durante la vida es «templo del Espíritu Santo» y «miembro de Cristo» (1 Cor 6,15-9) y cuyo destino definitivo es la transformación espiritual en la resurrección- siempre ha sido, a los ojos de los cristianos, tan digno de respeto y veneración como las cosas más santas.

Este respeto  se ha manifestado, en primer lugar, en el modo mismo de enterrar los cadáveres.

Vemos, en efecto, que a imitación de lo que hicieron con el Señor José de Arimatea, Nicodemo y las piadosas mujeres,  los cadáveres eran con frecuencia lavados, ungidos, envueltos en vendas impregnadas en aromas, y así colocados cuidadosamente en el sepulcro.

 

En las actas del martirio de San Pancracio se dice que el santo mártir fue enterrado «después de ser ungido con perfumes y envuelto en riquísimos lienzos»; y el cuerpo de Santa Cecilia apareció en 1599, al ser abierta el arca de ciprés que lo encerraba, vestido con riquísimas ropas.

 

Pero no sólo esta esmerada preparación del cadáver es un signo de la piedad y culto profesados por los cristianos a los difuntos, también la sepultura material es una expresión elocuente de estos mismos sentimientos. Esto se ve claro especialmente en la veneración que desde la época de los primeros cristianos se profesó hacia los sepulcros: se esparcían flores sobre ellos y se hacían libaciones de perfumes sobre las tumbas de los seres queridos.

 

LAS CATACUMBAS

En la primera mitad del siglo segundo, después de tener algunas concesiones y donaciones, los cristianos empezaron a enterrar a sus muertos bajo tierra. Y así comenzaron las catacumbas. Muchas de ellas se excavaron y se ampliaron alrededor de los sepulcros de familias cuyos propietarios, recién convertidos, no los reservaron sólo para los suyos, sino que los abrieron a sus hermanos en la fe.

 

Por otra parte, ya desde el s. III es cosa común a todas las liturgias la memoria de los difuntos. Es decir, que además de algunas Misas especiales que se ofrecían por ellos junto a las tumbas, en todas las demás sinaxis eucarísticas se hacía, como se sigue haciendo todavía, en memoria -memento- de los difuntos.  Este mismo espíritu de afecto y ternura alienta a todas las oraciones y ceremonias del maravilloso rito de las exequias.

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