En nuestra realidad climática anual tenemos dos estaciones bien marcadas que son el invierno con la creciente de los ríos que permanecen hasta finales de junio, luego en julio inicia la vaciante que tiene sus semanas más marcadas de calor hasta agosto, aunque el año pasado tuvimos una sequía severa que abarcó más meses.
Las realidades climáticas nos llevan también a una realidad donde los escolares de la zona rural e indígena se ven seriamente afectados, en el primer caso por la fuerte inundación que este año llegó a pasar el nivel del piso en varios casos y también el estancamiento de las aguas fue una dificultad.
Si nos preguntamos cuántos años vivimos esta realidad, nos daremos cuenta que son muchos, varias décadas, que tendrían tras la experiencia haber encontrado soluciones y alternativas para que las clases escolares no se dejen de dictar, que la situación climática no sea un motivo para suspenderlos.
Vemos que en la ciudad de Iquitos como en otras capitales regionales, los colegios que están cerca al río también se ven afectadas, pero, lo que hemos observado en los casos que no pudieron ubicarse en otros espacios para las enseñanzas de los docentes, optaron por las clases virtuales como en la temporada de la pandemia por la Covid-19.
En la zona muy apartada sea rural o indígena, probablemente la alternativa virtual no es una solución, de ahí que se pudo conocer de ciertos docentes que buscaron en viviendas para seguir con el plan curricular, que lamentablemente no es voluntad de todos los docentes en similares circunstancias, por lo que las Ugeles de las provincias tienen que ver mecanismos de real supervisión y también soporte a los docentes para soluciones seguras y que no abandonen sus centros educativos.
Ha llegado la vaciante, las playas están empezando a formarse y en muchos lugares se convierten en extensos tramos de arena que cierran la cercanía a la orilla de los ríos, y también dificultan el abastecimiento de agua que no tiene por qué afectar la asistencia a los colegios donde los niños, niñas y adolescentes los esperan con toda una realidad amazónica superable, y que no sea un pretexto para decir que no pueden llegar a sus comunidades, porque eso pasa, y no es lo correcto. Se trata de la temporada de clases en verano.
Cualquier trabajador tiene la responsabilidad de llegar a su centro de trabajo, y si no puede, y no hay “solución” a su presencia deben renunciar, porque los estudiantes no tienen por qué verse perjudicados. Es un principio a tenerse en cuenta, la realidad climática nuestra que no es “una catástrofe” no tiene por qué perjudicar el funcionamiento regular de las instituciones educativas.
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