Por: José Álvarez Alonso
Cuando uno llega a Chazuta luego de viajar por San Martín pareciera que entra en la selva baja: casas con techo de hojas, gente en canoas navegando o pescado en el río… Enclavada en un estratégico lugar a orillas del Huallaga, en las últimas estribaciones de los Andes orientales, Chazuta es quizás uno de los últimos de San Martín que más conserva ese sabor a tradición y a cultura netamente amazónicas. Aunque se dice que el nombre de Chazuta viene de los antiguos indígenas Chaucasos, la población actual es mayormente de cultura y origen Quechua-Lamista. Sus actividades cotidianas y prácticas tradicionales representan una especie de mixtura entre la cultura agrícola y ganadera de la selva alta, y la cultura pesquera – manejadora del bosque de la selva baja. Aunque no era temporada de mijano, varios botes estaban dedicados a la pesca en muyunas, con un tradicional método que consiste en echar cebo mezclado con huaca. Los peces que lo comen terminan saliendo a la superficie por acción de los remolinos.
A pesar de ser una de las poblaciones sanmartinenses más tradicionales, debido a su relativo aislamiento, ya se nota la presión de la migración andina. La recientemente asfaltada carretera que une a Chazuta con Tarapoto abre para este pintoresco pueblo oportunidades extraordinarias para el turismo y el comercio, pero también amenazas de la omnipresente presión de colonos y madereros. Los chazutinos y sus paisanos de comunidades vecinas han cultivado tradicionalmente sus chacras en las laderas bajas y las llanuras cercanas al río, pero han respetado las pendientes más pronunciadas y más altas. Hoy los traficantes de tierras y de madera están tratando de acceder a esas zonas pese a que gran parte de los cerros está protegida por el Área de conservación Regional Cerro Escalera, hacia el Norte, y por el Parque Nacional Cordillera Azul, hacia el Sur.
Progresar conservando…
Observar esas escarpadas laderas cubiertas de bosques es un privilegio y un signo de esperanza para una región que lucha por detener la tasa de deforestación más alta del país. Casi el 30 % del territorio de San Martín está deforestado, y buena parte de las áreas intervenidas son suelos con vocación de protección, esto es, nunca debieron ser desboscadas. San Martín sufre con demasiada frecuencia los embates de la naturaleza (sequías en los meses de verano, que afectan tanto a los cultivos de arroz bajo riego como al abastecimiento de agua en la ciudad, e inundaciones en los meses de invierno) como para no tomarse en serio el tema de la protección de los bosques.
Antiguamente el cultivo de la caña y la ganadería fueron las actividades económicas más relevantes de este pueblo, y los patrones bajaban periódicamente a Iquitos con sus balsas cargadas de reses y aguardiente, además de piedras de afilar. Hoy el cacao se ha implantado en la zona. Los ricos suelos violáceos en los que aflora de cuando en cuando la roca madre, junto con el clima relativamente suave por la altitud (300-600 msnm) y la cercanía de la cordillera, favorecen este cultivo, que se adapta mal a la humedad, temperatura y pobreza de suelos de la selva baja.
Los rápidos o pongos de Baquero y Chumía tienen fama legendaria por el mijano, y por él es conocida Chazuta en la selva. Desde tiempos antiguos acuden gentes desde lugares tan lejanos como Moyobamba a pescar o mercar pescado. Me cuentan que hacía unos siete u ocho años que no se observaba mijano de consideración, apenas algunos peces pequeños. La descomunal creciente de este año (por lo pronunciada y por lo prolongada) dio un respiro a los peces, y los pescadores han vuelto a ver una abundancia que ya creían perdida. El mijano se ha convertido también en un atractivo turístico, y miles de personas acuden (en los meses de julio y agosto, especialmente) a degustar en el lugar sabrosos platos típicos a base de pescado, y a disfrutar del espectáculo de la pesca con tarrafas, ñasas y otros aparejos.
El otro pongo famoso de la zona es el de Aguirre, último mal paso antes de la entrada del Huallaga en la selva baja, unos kilómetros más abajo de Chazuta. En estos bellos parajes filmó el gran Herzog escenas inolvidables para su famosa película «Aguirre, la ira de Dios», sobre la delirante historia de este conquistador que descendió el Huallaga con sus 300 «Marañones», allá por 1560, en búsqueda del El Dorado.
Ceramistas de alto vuelo
La Chazuta moderna no puede ser entendida sin dos religiosas casi legendarias: las hermanas Juanita Bartra y María Berasaín. Ambas promotoras incansables de la recuperación y puesta en valor de la cerámica chazutina, que se estaba perdiendo ante el avance el plástico y el aluminio, como está ocurriendo en tantos lugares de la Amazonía. William Ojanama Sangama es uno de los artesanos más destacados de Chazuta. Muestra con orgullo a los turistas sus finas obras, hace demostraciones del uso del torno para cerámica, y habla de las dos hermanas maestras ceramistas con devoción, como lo hace de los antiguos pobladores cuyas impresionantes urnas funerarias han comenzado a ser desenterradas en varios lugares de Chazuta.
El centro artesanal Wasichay es el espacio de capacitación de artesanos que hoy compiten en calidad con los mejores del Perú. Hay cerámica utilitaria con formas y motivos decorativos tradicionales, pero también decorativa, con formas y diseños modernos que no tienen mucho que envidiar a las que han hecho mundialmente famosa a Chulucanas. No me cabe duda que Chazuta en los próximos años se convertirá en un centro turístico de primer orden, si consigue mantener ese encanto de pequeño pueblo selvático, su maravilloso paisaje entre dos áreas protegidas, sus costumbres, su folklore y su cerámica. Un ejemplo para otros pueblos amazónicos.
