Hoy cuando el mundo cristiano celebra esta semana santa que es el momento cumbre donde el pensamiento del cristianismo encierra el Misterio de la pasión y muerte de Jesús en la cruz.
Esta semana que se caracteriza por una profunda fe, con una solemnidad que llama a las familias y personas a la reflexión, a mirar el ayer para poder transformarse, cambiar el rumbo, mejorar el presente recordando que nuestro derecho terminan donde comienzan de las otras personas, que tienen las mismas inquietudes, un soñar, un presente, un futuro, que al contemplar los actos litúrgicos de ese Jesús que se hizo hombre por nosotros y que es fiel a la voluntad de Dios cumple con salvarnos.
Que la pasión de Cristo donde extraordinariamente sufrió y padeció, donde extraordinariamente sufrió y padeció, dando un ejemplo al ser caminante de esta vida, que siempre existe sufrimiento y padecimiento en esta vida cotidiana, pero nos enseña a ser pacientes y confiados que siempre existirá un día mejor.
La gloriosa resurrección de Cristo, la manifestación del espíritu divino ante la muerte, reflexionemos… ¿Cómo soy, qué busco, cuál es el sentido de nuestra vida?, que esta semana vivamos con más intensidad todos los acontecimientos religiosos y contemplar así el misterio de nuestra fe.
Y esta renovación de fe nos permite cambiar en forma sincera y justa para que nuestras acciones tengan un verdadero cambio. No solo que el acercamiento hacia la iglesia de Cristo sea como un ritual de seguimiento a las tradiciones cristianas o como aglomeramiento de turismo, mirando la presentación de la vida, pasión y muerte de Cristo que se da en todo el Perú, unos con más intensidad, como Ayacucho y Cuzco.
Sea pues un acercamiento sincero, que el espíritu divino que fluye en el misterio de la muerte de Cristo irradie cual bendición, la paz, la esperanza y la buena voluntad que siempre se busca.





