Recibimos el décimo primer año del presente milenio, justo cuando la población peruana se apresta a renovar sus cuadros gubernativos desde el máximo cargo de presidente de la República hasta el congreso nacional, donde se cuecen las más halagüeñas ideas y preceptos de una nueva y positiva labor de los mandatarios, que en procura de un país progresista y moderno ha empezado desde ya, con el actual gobierno, un marcha agresiva y vigorosa en procura de un país cada vez mejor.
Como corresponde a todo país moderno y democrático, nosotros sus ciudadanos pugnamos por ser de los primeros en desear un feliz año nuevo, hasta al desconocido que pasa por nuestra vereda, sin embargo tal deseo, siquiera en dicha fecha, tiene su dosis de sinceridad, esa sinceridad que a las pocas horas de haberlas deseado, en la mente de la mayoría de seres del mundo cristiano, se borran como si un vendaval pasara por nuestro cerebro erosionando todo lo bueno que podríamos hacer querido hacer en el año que nos amplía el horizonte para ser mejores.
Sin duda la celebración del año nuevo trae consigo el deseo tantas veces expresado de lograr una sociedad justa y honesta, pese a que en nuestro fuero interno, sabemos que nada en este mundo nuestro, podrá eliminar todas las maldades que se alojan en el cerebro de muchos de los seres que pueblan esta villa del señor.
Pero existe un sentimiento con el que si comulgamos al menos la mayoría de peruanos que deploramos las discordancias que llevan a la violencia y al desatino de una guerra, que separa a ciudadanos de una misma región, con idéntica nacionalidad, idéntica historia e idénticos deseos de prosperidad. Dicho sentimiento es reiterar a nuestros gobernantes nuestra ansia de progreso y desarrollo, en armonía con todos nuestros vecinos que quizás algún día entiendan que somos una sola sociedad, una sola raza y nos une un solo pensamiento; unirnos para ser fuertes y respetados como nación sudamericana digna de respeto y admiración. Feliz año nuevo Perú y países del mundo entero.