La verdad es que nunca, sino desde hace muy pocos años, existió un colegio llamado Mariscal Óscar R. Benavides. Sí, desde 1,952, hubo la Gran Unidad Escolar Mariscal Óscar R. Benavides, donde funcionaban tres instituciones educativas a saber: el Colegio Nacional Iquitos (CNI) «la común», por decir la secundaria común, donde, desde el cuarto año el alumno decidía si en el futuro seguirá una especialidad de ciencias o letras; el Instituto Politécnico del Oriente (IPO), donde se enseñaban ocupaciones técnicas como mecánica automotriz, zapatería y carpintería; el Instituto Nacional de Comercio No.13 Fernando Lores Tenazoa, donde se formaban jóvenes y señoritas como Contadores Mercantiles.
Las grandes unidades escolares se fundaron en varias capitales departamentales durante el gobierno del dictador Manuel A. Odría Amoretti, quien proclamaba «hechos y no palabras», lema al cual le salió al encuentro aquella inolvidable expresión popular que decía «que robe, pero que haga obras», graficando así el grado de corrupción que existía en un régimen totalitario y de feroz persecución a sus opositores. Una de ellas se hizo aquí, a la que se le puso el nombre de un personaje muy cuestionado por el pueblo de Loreto, el traidor Mariscal Benavides, quien entregó el Trapecio Amazónico a Colombia.
En un desfile pasando revista a los movilizables, el presidente Miguel Sánchez Cerro, dispuesto a recuperar Leticia, es abaleado. Muerto él, Benavides, quien vivía en el Ecuador, es llamado por la oligarquía a venir a poner orden y paz en el país. A los ricos no les convenía una guerra. Los historiadores loretanos recuerdan a este militar como quien ordenó el retiro de los valientes loretanos que habían recuperado Leticia. Firmó la paz y con ella se fueron miles de kilómetros de territorio peruano.
En la celebración de un aniversario más de este novísimo colegio, al que equivocadamente se le puso el rango de emblemático, quienes pasaron por las aulas del CNI, querrán recordar a quienes siempre vivirán en el recuerdo, los insignes maestros que formaron a las juventudes que hoy peinan canas.
Nuestra admiración, respeto y cariño por siempre para los maestros Óscar Angulo Hidalgo, Guillermo Rengifo Gómez, Rafael Hernández de Souza, el mayor E.P. Humberto Santos Navarro, Máximo Meléndez Cárdenas, R.P. Maximino Pérez Marcos, Ítalo Limonchi, el sub teniente de artillería Souza, el ing. Aquiles Martínez Cárdenas, «el indio» Bocanegra, «el negro» Casalino y otros a quienes pedimos perdón por no mencionarlos. Los errores deben corregirse, a tiempo.