La mirada hacia Puno

Un rápido repaso de los acontecimientos sucedidos en Puno, nos debe servir de espejo para mirar el trágico marco en que se desenvolvieron los lamentables sucesos, acaecidos como consecuencia de la intransigencia y la evidente manipulación política de facciones violentistas interesadas en sembrar la anarquía y el caos.

 

La ministra de Justicia y titular de la presidencia del Consejo de Ministros, Rosario Fernández, ha dicho que para ella, es evidente que existe la intención de crear una situación de inestabilidad, en circunstancias que se está por entregar el gobierno a una nueva administración. Claro que existe esa intencionalidad, además orquestada, pues nadie puede creer que no exista conexión con lo ocurrido casi en simultáneo, en Huancayo y Huancavelica, por el tema universitario. El pueblo manipulado ha tenido que sepultar a sus muertos

 

Los reclamos  justos o no, arreglados a conveniencias o aquellos que el pueblo reclama en justicia, se han visto salpicados por la sangre derramada por quienes en el fragor de la lucha han caído abatidos. No hay presencia del Estado reclaman unos, mientras los más decimos que el principio de autoridad se está perdiéndo peligrosamente.

 

Creemos que el Gobierno no ha manejado bien este peliagudo asunto. Jamás se ha debido ceder con tanta facilidad a los sofisticados caprichos de un pseudo dirigente con fachas de terrorista  muy bien hablado y que la prensa ha convertido en héroe con su apoyo mediático al desplegarle demasiada difusión a sus arenga. Al parecer la etnia aymara cree que ha llegado la hora del renacimiento ancestral

 

Ya no hay respeto a las instituciones,  para quienes por hecho o derecho ostentan cargos públicos de primerísima responsabilidad. Hoy el alumno se enfrenta a golpes con su maestro, el policía se siente temeroso  para actuar con la vara de la ley porque a la vuelta de la página se encontrará con un juicio planteado por una ong de derechos humanos. Ya no hay respeto a nada ni a nadie.

 

El germen de la sinrazón y la violencia se ha robustecido peligrosamente, lo que inexorablemente nos llevará al desorden anárquico  por parte de  esa clase política y social que llama a la oposición y abolición del Estado entendido como gobierno. Es común ya en los pueblos del Perú negar la autoridad y luchar contra ella. Eso, indudablemente es un comportamiento anarquista.

 

En nuestro entorno también tenemos brotes aislados de lo que a poco será una cosecha anarquista, es decir el abuso del derecho. Para nadie es extraña la intransigencia de sindicatos que por cualquier nimiedad exigen, con actos radicales, la destitución de funcionarios, porque precisamente no comulgan con sus ideales y son ajenos a sus convicciones, menos aún a sus intereses de grupo o personales de sus dirigentes, o de agrupaciones vecinales que se alzan como opositores a tal o cual obra, independientemente de si está bien o mal hecha, tan solo por el ánimo de entorpecer y poner trabas a esta o aquella obra.

 

Miremos a dónde la fuerza de la violencia puede llegar. Si seguimos impasibles y ajenos a mirarnos en el espejo de Puno, no esperemos una linda primavera, sino cosechar tempestades después de haber sembrado vientos de guerra entre nosotros mismos.