(Segunda Parte)
Escribe: Ing. César Calderón Vela
Reg. CIP N° 32486
Mariano Ignacio Prado no volvió, pero años más tarde, si volvió su hijo Manuel Prado Ugarteche y aunque parezca increíble, el pueblo peruano lo eligió dos veces presidente. Es cierto que la “amnesia” de los pueblos no puede tener límite y su familia en el país, fue poderosa y acaudalada, ostentando lujos y osadía y todo eso con el dinero de hombres y mujeres, niños y ancianos que se desprendieron de lo que tenían, porque pensaron que así se salvaría la patria.
La huida de Prado, significó el momento preciso que buscaba Piérola para hacerse del poder y así al frente de una montonera entro en Lima, para derrocar al gobierno que estaba a cargo del vice presidente, general La Puerta, hombre entrado en años y de poco carácter, que no opuso mayor resistencia, además las tropas acantonadas en Lima, a través de sus jefes anunciaron que no se batirían “peruanos contra peruanos”, en un momento de guerra con Chile, tan difícil para el Perú, por lo que aceptaban el gobierno de Piérola, para no causar más males a la nación.
Apenas Piérola tomo las riendas del país, empezó su monstruoso plan contra su propio país, el Perú. Este hombre conocido como “vanidoso”, “creído” y “ego centrista”, (igual que Fujimori) comenzó a dar los pasos para hundir a nuestro Perú, está claro que todo lo que hizo, fue cumpliendo consignas de sus amigos chilenos, de quien él fue, siempre un especial huésped.
Lo primero que hizo, fue cortar todo apoyo y abastecimiento al ejército del sur acantonado en Tacna, sitio donde se llevaría la segunda etapa de la guerra con Chile. Al Mando del ejército del sur o de Tacna, como también se le llamaba, estaba el Contralmirante Lizardo Montero, hombre que había combatido y derrotado a Piérola años antes en una de las muchas revoluciones que este inicio.
Lizardo Montero, enemigo político de Nicolás de Piérola, sentía celos de él, porque si tenía éxito en la campaña del sur, podría ser bien visto por el pueblo peruano y podría arrebatarle la presidencia. Pensando así, de esa forma tan mezquina, condenó a estas fuerzas peruanas al más absoluto abandono, en momentos en que se jugaba el destino del país.
El pueblo limeño al notar esta actitud, por demás reprochable del dictador, salió a las calles en ruidosas manifestaciones, pidiendo que se envíe socorro a los defensores del sur, que sufrían por escases de alimentos, armas, municiones, ropa y los refuerzos necesarios para enfrentar al fuerte y numeroso ejército chileno que empezaba a desembarcar en Ilo, en ese tiempo llamado Pacocha.
En Lima había en ese momento dos divisiones de ocho mil soldados cada una que había formado el general Lacotera, por orden del gobierno anterior y que permanecían inmóviles en sus cuarteles. Piérola para acallar las protestas ordeno enviar un cargamento secreto hacia Arica en la corbeta “Unión”, así fueron embarcadas con mucha hipocresía, fanfarronería y teatro, un cargamento en el que se suponía iba la salvación del ejército del sur.
La misión era muy difícil, porque el puerto de Arica estaba bloqueado por la escuadra chilena. Manuel Villavicencio, marino peruano hábil e inteligente, fue el encargado de llevar a la Unión a su destino, corrían los últimos días del mes de febrero de 1880.
La “Unión” se acercó al puerto de Arica en la madrugada del 26 de ese mes y empleando buenos movimientos paso en la oscuridad entre los buques chilenos y anclo en el mulle del puerto peruano e inmediatamente inicio la labor de descarga, sin ocuparse de contestar al cañoneo de la flota del país del sur.
“El Huáscar” que ya estaba a servicio de la escuadra chilena, intentó espolonear a la “Unión”, pero un certero cañonazo de una batería de tierra paro esa intención y además causó la muerte de su comandante, de apellido Thompson.
A las cuatro de la tarde la faena había terminado y sin perder tiempo y aun cuando el sol no se perdía en el horizonte, la “Unión” con una hábil maniobra logra romper el cerco de la poderosa escuadra chilena, en medio de las hurras peruanas del muelle, del asombro de los marinos chilenos y el aplauso y admiración de los barcos neutrales, que en señal de saludo lanzaron al aire sus sirenas.
La “Unión” llego al Callao, sana y salva. Pasada la euforia, los peruanos en Arica comenzaron a desempacar el cargamento que vino en cajas cerradas y se dieron con la triste sorpresa de que solo les habían enviado montones de tela blanca y dos ametralladoras malogradas e inservibles. Piérola se había burlado de ellos y del pueblo peruano en la forma más cruel que se le pudo ocurrir. Este hecho que había levantado la moral peruana en un principio, significó un terrible golpe al ánimo de los defensores del Perú.
(Fin de la Segunda Parte)… Continuara