En un recorrido por la ciudad pudimos constatar que los otros males sociales que no queremos ver siguen presentes, ante la indolencia de la aplicación de la leyes y normativas que amparan su atención social. Son “los otros”, a los cuales simplemente, ignoramos.
Uno de ellos es la presencia de personas que muestran signos de alteraciones mentales y son de diferentes edades, aunque llamó nuestra atención ver a casi adolescentes caminando semi desnudos con la mirada perdida como queriendo reencontrarse con la ruta de sus recuperaciones.
La vida continua y estos seres humanos también esperan una atención de parte de las instancias correspondientes como centros de rehabilitaciones. El tema en estos casos es que deben ser llevados de manera forzada con el amparo de le legalidad, porque además representan un peligro social.
Contamos en la ciudad de Iquitos con algunos centros a donde acuden personas voluntarias que buscan atención a sus males, sean por problemas de alteraciones mentales y adicción a drogas, que son otros espacios. Y qué bien que existan personas que crean entidades para realizar esta labor.
El otro escenario es la responsabilidad del Estado hacia los ciudadanos que han caído en desgracia y se encuentran deambulando por las calles sin ningún paradero, que han llegado hasta ese extremo por diversas causas de su entorno familiar y de la misma sociedad.
Desde donde miremos tenemos un sistema que ha extremado la parte material, que es muy importante para el desarrollo, eso es indudable, pero ha perdido la humanidad para atender lo que la misma ley creada por humanos, lo exige.
Carecemos de un plan que no descuide el desarrollo humano integral y que lo desprenda de lo superfluo y priorizar salud (alimentación) y educación de calidad, así como tecnología que no destruya el medio ambiente, sistemas que aprovechen los recursos naturales para mejorar la calidad de vida, etc. Estamos a tiempo de revertir la cruda realidad.