“Si no pudieras hacer todo lo que quisieras, que no sea motivo para que no hagas todo lo que puedes.”

Por: Luís Roldán Ríos Córdova. rioscordova2010@hotmail.com

Cierto día leí esta frase en el polo de alguien que la llevaba tal vez sin  darse cuenta de la sabiduría que hacía andar. La frase me pareció muy interesante porque es capaz de provocar en el lector una profunda reflexión que pudiera llevarle a cambiar costumbres de poca valía por actitudes realmente productivas y provechosas, pues ella encierra una gran verdad respecto al accionar de muchas personas, tal vez como tú, como yo.  Cuántas veces habremos caído en falta de fe y tentados a decir: “Como nunca voy a lograr eso, mejor no hago nada” y esperamos el fin de semana con alguien como nosotros para empezar el día con dos, seguido de otro ¡DOS MÁS!   De repente ya ni esperamos el fin de semana y comenzamos a rodar por el despeñadero de una existencia sin sentido, dejamos de soñar, dejamos de acariciar ilusiones y miramos el presente  como el transcurrir de una vida que no vale la pena explicadas con expresiones como: “No se puede”  “Esto no es para mí”, “Yo nunca voy a cambiar”, “No nací para eso” o en el peor de los casos “Yo no tengo quien me dé la mano”, tras de lo cual damos media vuelta si en nuestro camino encontramos la primera dificultad, muy lejos de decir: “oye, aquí tengo una dificultad. ¡Con fe voy a enfrentarla!”…Qué diferente.

Algunos dicen que nadie es dueño del futuro y no se preocupan por el mañana. Esto está mal si entendemos que no preocuparse es dejarse arrastrar por hechos y sucesos dejándonos llevar por donde ellos quieran llevarnos como que  no tuviéramos anhelos, deseos, ambiciones  y gustos propios y como no podemos hacer todo lo que quisiéramos dejamos de hacer todo lo que podemos.

El problema radica en que desde niño nos aleccionan a confundir angustia con preocupación. Sobre esto debemos reaccionar para diferenciar que la angustia viene por el apego al resultado (no hay fe) y  la preocupación es el sereno accionar con desapego al resultado (hay fe)

No angustiarse es aceptar  que las cosas sean como tienen que ser  sin dejar de preocuparse, es decir, aquí la preocupación se presenta como el accionar con fe que es la serena y confiada espera de los resultados, por ello Cristo nos invita a tener fe, o sea, hacer caminar nuestras intenciones y deseos sin apego.

Lo ideal es aprender a no desear el resultado con desesperación, pues, de ahí viene la angustia, estar pendiente del resultado luego de la intención y el deseo nos llevará siempre a ser perdedores con muchas razones para justificar y muchos culpables para señalar tratando de evadir la condena de la conciencia que sabemos obrará como un dedo acusador sobre nuestras frustraciones, haciendo de nosotros, personas cada vez más amargadas y con mucho tiempo libre para fijarnos en los defectos de los demás.

La intención y el deseo sin apego y el secreto de preocuparse sin angustiarse.

El secreto para conseguir el éxito está en preocuparse sin angustiarse lo que significa brindar toda nuestra atención a lo que tenemos identificado como propósito sin la codicia desesperada de ver resultados, por supuesto sin perder de vista las posibilidades encuadradas dentro de la honesta aceptación de nuestras limitaciones.

Deepak Chopra, autor  de numerosos best- Sellers dice sobre la intención y el deseo sin apego en su obra “Las  Siete leyes Espirituales del Éxito” que debemos  ir tras de un  proyecto, pensando y actuando sin bajar de peso, sin más patas de gallo en las sienes y sin que blanqueen o caigan los cabellos, en otras palabras es poner a caminar la intención y el deseo sin apego, pues éste es inseguridad y la inseguridad es falta de fe. Podemos darnos cuenta entonces que cuando Deepak Chopra nos habla sobre la intención y el deseo sin apego, está aplicando la doctrina cristiana de la fe. Él dice que si actuamos con apego es porque hay desesperación y angustia por los resultados y esto se llama falto de fe.

El apego, dice Deepak, es temor, es inseguridad.  El apego al resultado como el apego al dinero es inseguridad, sirva el ejemplo para entender que el apego nos hace prisioneros, es una atadura mental que limita y compromete nuestra paz interna; obrar así entorpece nuestros actos y decisiones y probablemente no consigamos nuestros propósitos. El desapego nos libera de angustias, es fe;  obrar así nos ayudará más y mejor a conseguir lo que deseamos.

De modo que es mejor que hagamos las cosas con intenciones y deseos, sin apego, es decir, con fe, porque éste es el sostén del optimismo, de la serenidad, de la apacible esperanza… Entonces, el motor para  lograr grandes resultados es hacer todo lo que podemos, aunque no podamos hacer todo lo que quisiéramos.