- Un infanticidio que no debe quedar impune:
Por: Adolfo Ramírez del Aguila
Y por fin. El servicio de inteligencia de la Policía Nacional y el respaldo de la ciudadanía vigilante, lograron dar con la captura del principal sospechoso del cruel asesinato de Elmercito. El sujeto había logrado burlar todos los controles respectivos y ya estaba en Pucacaca, al sur de Tarapoto, departamento de San Martín.
El infante cuyos restos fueron encontrados en un total estado de descomposición, cerca de un cementerio de la ciudad, se constituyó en caso que nos devolvió las ganas de luchar por la vida, en una sociedad tan insegura como es Iquitos. Su asesino o asesinos, que primero fungieron de secuestradores, no tuvieron ninguna piedad con el niño y le arrebataron la vida con menos dignidad que un perro.
Este caso que tuvo consternada a nuestra sociedad loretana, durante casi todo el mes de mayo, ahora que se ha logrado el objetivo de la captura del supuesto asesino Lesther Huayamba Chota, tío del menor, debe ser el símbolo máximo de cómo nuestra justicia loretana sí funciona y aplica todo el rigor de la ley a quienes tienen un total desprecio por un ser humano.
Cuando suceden estos casos espeluznantes, la indignación ciudadana llega a límites extremos, como pedir la pena de muerte, por ejemplo. Aquellos que no han tenido ni un poquito de misericordia con un niño de 11 años merece morir de la misma manera. El tema de la aplicación de la pena capital para casos de homicidio y violación de menores, será siempre un asunto polémico, porque nuestra naturaleza humana más primitiva siempre tendrá la tendencia a exigir que el que a hierro mata a hierro muere.
La cultura de la Civilización del Amor, insertada en la cultura democrática de los pueblos –las dictaduras de derecha o de izquierda implantan la pena de muerte- nos enseña que la pena capital siempre será una tendencia equivocada, porque termina azuzando la venganza y el odio, y no resuelve nunca el reclamo de verdadera justicia para las víctimas. Felizmente nuestra legislación peruana aún se mantiene en el Pacto de San José, lejos del ‘ojo por ojo y diente por diente’, la antigua ley del Talión.
Nuestra profunda solidaridad con la familia de este niño, en especial con sus padres –tenemos como última información que la madre de Elmercito fue detenida- en este momento de buscar justicia humana y divina. La justicia humana, desde la tierra, seguirá el ya tan famoso debido proceso y ya sabemos, que eso demorará algunos años hasta que se agoten las investigaciones fiscales y judiciales. La justicia divina, desde el cielo, acogerá a este niño con amor misericordioso y obrará en el corazón del delincuente la conversión necesaria para colaborar con la justicia humana y diga toda la verdad para aclarar este terrible caso.
Como nunca, nuestra sociedad loretana tomó la bandera de lucha por buscar justicia para Elmercito, organizando vigilias, marchas y un sinnúmero de actos de protesta. No es cierto que la indiferencia y la insensibilidad sea la característica común de la ciudadanía, todo lo contrario, la cruzada por encontrar justicia para este niño estudiante de 11 años, nos ha hecho más humanos y nos ha devuelto el gran sentido de indignación que aún se conserva en esta aparente sociedad fría, calculadora y materialista.
A los padres de familia, este caso nos debe poner en alerta para replantear el tipo de cuidado que estamos dando a nuestros hijos. Pecamos muchas veces de confiados, y bajamos la guardia en el monitoreo indispensable que debemos hacer a nuestros hijos. Es bueno estar en alerta al entorno en que se mueven e identificar situaciones de riesgo y evitar que caigan en manos de los delincuentes y secuestradores.
Que este caso de Elmercito, sea una muerte como la de Jesús, el Cristo, que nos haga resucitar a nuevas formas de vida, en una sociedad en donde la paz, el amor, y el respeto por la vida, sean como el pan nuestro de cada día.
Que los hombres de buena voluntad colaboremos por un mundo más humano en donde la justicia sea para todos. Descansa en paz Elmercito. Así sea.
A lo mejor es que este mundo sea más espiritual por qué de humano, desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana.