– A propósito de la Semana Santa
Por: Paul McAuley (Red Ambiental Loretana).
Si llevamos la etiqueta «Cristiano» hay un desafío que nos une a evangélicos, católicos, luteranos, presbiterianos… El mandamiento expresado en Génesis de «cuidar y cultivar la tierra» toma más vigencia que nunca en el proceso de la creación. Durante los últimos siglos, lejos de cuidar y cultivar, hemos herido a nuestra creación: los síntomas son obvios y más evidentes con cada año que pasa.
La madre tierra, este don de Dios, está en agonía. Nos pide no sólo palabras de consuelo, sino acción. Nos pide que el amor anunciado por Jesús ahora sea dirigido hacia ella, la hermana creación.
Nos exige hacer el bien a su naturaleza. Como el herido asaltado, nos pide curar sus heridas, gastar en el «hospedaje» de su recuperación. Nos pide, como en el tiempo de Jesús, denunciar a los que utilizan las leyes para mantener el pueblo humillado y la naturaleza depredada; denuncia a los «fariseos» que piden a la naturaleza a cargar legislación que los mismos legisladores no aguantarían.
Los recursos de la selva ya no soportan ser considerados como los «leprosos» -marginados- explotados por intereses mezquinos. Tienen derecho a ser curados, a recuperarse aunque los legisladores del «Templo» de Lima o Nueva York lo prohíben según sus «normas sagradas». El principio de vida gratuita pesa más que sus normas egoístas.
La lógica de Jesús que prioriza la vida sobre estructuras o normas interesadas, nos llama a ponernos del lado de nuestra hermana naturaleza en agonía. «Lo que haces a uno de los más pequeños (bosque, río, fauna), lo haces a mí.» Si nos damos cuenta, delante del «altar», de nuestra falta hacia el río, el bosque o la fauna, dejémonos nuestras liturgias y oraciones formales para primero tomar las medidas en calle, Municipio o Palacio de Justicia que consigan el perdón de nuestra hermana naturaleza; y, logrando el perdón de nuestra hermana naturaleza, entonces podremos rezar con buena conciencia.
«Aquí están su madre y sus hermanos». ¿Pero, quiénes son mi madre y hermanos en esta lucha por la vida? ¿Quiénes apoyan en procurar la sobrevivencia de la selva amazónica? Son los que cumplen la voluntad, la buena intención del creador, del espíritu de la vida.
Son los que caminan juntos, que toman las medidas prácticas para cambiar las malas prácticas, que aguantan las bofetadas de los Ministerios, de autoridades, en defensa de sus ríos y vidas. ¡Ésa es mi madre, ésos son mis hermanos!.
Hermanos, seguidores de ese Jesús que anhela un mundo nuevo, una sociedad nueva, una creación «completa», los desafíos actuales nos llaman a unirnos, católicos, evangélicos, presbiterianos, luteranos, adventistas.. ¿Qué tal si, como seguidores de ese Jesús soñador, intentemos tener una «agenda» que privilegie a nuestra hermana naturaleza sobre otros intereses más limitados? ¿Es posible otro mundo? ¿Las iglesias pueden lograr ser señal, testigo, primicia de otro mundo, de otra realidad? El sueño de tener «todo en común» murió con San Pedro y San Pablo o queda como sueño realizable hoy en la Amazonía?