Fernando Herman Moberg Tobies
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@FernandoMobergT
A veces no hay inspiración, me paso horas echado en mi cama o caminando en mi cuarto esperando a que las ideas lleguen, a veces estoy cruzado por algún problema que acosa mis pensamientos o a veces estoy bloqueado por alguna decepción que loquea mi corazón.
No es fácil sentarse y ponerse a escribir, no por lo que se tenga que poner, sino porque se abre una puerta emocional que semana a semana me deja movido, pensando en las palabras que salen de mi mente y trato de ser consecuente con lo que vivo, intentando creérmelas, no es fácil sentarse y ponerse a escribir porque a veces abres tu vida y alejas a otras de tu lado.
A veces no hay inspiración y lo primero que busco es música, lleno cada rincón de mi departamento con alguna canción del pasado o qué logre moverme para poder transmitir algo por encima de mí. A veces lo que necesito escribir no puede ser escrito y lo que termino escribiendo se vuelve una auto lección que se comparte, a veces no sé qué pongo y cuando las leo me sorprendo y cuestiono si debería seguir haciéndolo.
No es fácil sentarse y ponerse a escribir, no cuando a tu alrededor todo es lo mismo, no hay de donde sacar la magia e inspiración, la corrupción destruye al humano y a la sociedad, el talento y bondad van muriendo con las decepciones mal superadas por las que pasamos. Luchamos contra todo lo que viene de afuera, nos sentimos indestructibles, aunque haya desventajas nadie nos lastima, pero cuando el golpe viene de adentro, de personas por las que das todo, destruye la seguridad, dejando un silencio casi eterno, qué invalida a la persona, lo vuelve automática, acción y reacción, sin alma.
Con la música manipulándome, empiezan a aparecer recuerdos, dejo de caminar y me siento en el escritorio de cedro que alguna vez fue de mi padre y qué ahora me acompaña, es el momento de fluir, de descargar los conocimientos, sentimientos, resentimientos o cómo se les quiera encasillar según la rae o palabras mortales sociales que poco me importan. Vuela algo en mi interior que me transforma, mientras escribo en la computadora a veces sonriendo y a veces con lágrimas, mi cerebro es una revolución, paso por diferentes emociones tan rápidas qué al terminar estoy agotado, rendido pero satisfecho, cumplido pero pensando, evolucionando, supongo.
Algunas canciones me dejan varios minutos pensando y no puedo seguir escribiendo, me levanto de la silla y recuesto en la cama mirando hacia la pared donde tengo una colección llena de atrapasueños que armé después de visitar varias ciudades que conocí viajando gracias a las oportunidades que tuve por mi esfuerzo y trabajo universitario. Sin palabras pero con la cabeza en movimiento me siento en el sofá pensando en lo que aparece en mi subcsonsciente e intento fijarme un nuevo compromiso qué me lleve al éxito sin venderme para que todo sea más fácil, como lo vengo haciendo limpiamente hasta el momento a pesar de las complicaciones, y siento algo en mi interior qué me dice que el esfuerzo valdrá la pena.
Es difícil entender a la vida y lo que pasa, sus lecciones o lo que sea que suceda, confiamos y se burlan de nosotros, ayudamos y nos critican, damos nuestro tiempo y nos abandonan, juramos algo y nos traicionan, nos minimizan cuando priorizamos. ¿Qué pasa con el ser humano? ¿Debemos seguir viéndonos cómo involucionados? ¿Aún somos animales? ¿O somos seres ya pensantes, qué usan su cerebro?
No somos capaces de asumir las consecuencias de lo que hacemos, no somos responsables de nuestras propias acciones, cuando salimos victoriosos queremos que todos sepan que fuimos los autores aunque finjamos no desearlo, y cuando algo sale mal, no queremos que nadie nos levante el dedo o cuestione, y hasta cambiamos o ajustamos nuestra versión.
El amor y el respeto se desgatan con las decepciones que se dan con el tiempo, cada traición debilita a la persona, volviendo intranquilos sus días. Pocos valoran las relaciones como la estabilidad para mejorar sus vidas, lo rebajan a la compañía para no sentirse solos o desprotegidos después de sus andanzas, el respeto se ha reducido a manutención, y el amor se ha disminuido a consideración.
Cuando ya estoy inspirado, con la energía en mis pensamientos, lo que se plasma en la máquina es una mezcla de lo que uno pasa con lo que se quisiera, depende del tema para que el viaje del arte me lleve por sus señales y utilice para transmitir algo a lo que todos estamos conectados y a veces olvidamos por las cosas sociales no naturales que tenemos que hacer para sobrevivir.
A veces creo personajes, a veces me escondo en alguna parte de ellos, o a veces sólo estoy de lejos como escritor, me angustio en el camino, comiendo chocolates o tomando algo para bajar la ansiedad que aparece, algunas ocasiones bailo y me entrego a mis pensamientos, me convierto en el momento, disfruto de las sensaciones aunque algunas duelan pero sé que algo trascendental dejarán.
Muy pocos han visto cómo es el proceso para tener lista mi columna para todos los lunes, prefiero estar solo para que nadie dude de mi estabilidad psicológica y tenga qué estar explicando que es parte del proceso para crear arte tener que sentir cosas no presentes, que aparecen con risas y lágrimas de la nada con sólo pensar, se llama evocar. Así cuando ven el resultado puesto ya en el diario ni se imaginan el show por el que tengo que pasar. Y los pocos, menos de cinco personas que se han ganado con esa experiencia, mis mejores amigos, y la señora que me asiste, se han quedado traumadamente divertidos de mi dedicación dominical.
Así al final cuando ya apareció y se fue la inspiración, viene la parte aburrida de escribir, leer y re leer más de diez veces para que todo quede con sentido, sin alguna falla que permita que los lectores me den sin cariño, apago la música y concentro en sentir el mensaje sin identificarme, y cuando lo consigo, es el momento de enviar el correo al editor y director del periódico.