Escribe: Lic. Adm. Jorge Lavalle Atto (*)
Queremos empezar indicando, que entendemos por Competitividad a la capacidad de una organización pública o privada, lucrativa o no, de mantener sistemáticamente ventajas comparativas que le permitan alcanzar, sostener y mejorar una determinada posición en el entorno socioeconómico.
Así pues, el término competitividad es muy utilizado actualmente en los medios empresariales, políticos y socioeconómicos en general. A ello se debe la ampliación del marco de referencia de nuestros agentes económicos que han pasado de una actitud autoprotectora a un planteamiento más abierto, expansivo y proactivo. La competitividad tiene incidencia en la forma de plantear y desarrollar cualquier iniciativa de negocios, lo que está provocando obviamente una evolución en el modelo de empresa y empresario.
Por lo tanto, la ventaja comparativa de una empresa estaría en su habilidad, recursos, atributos y otros de los que dispone dicha empresa, los mismos de los que carecen sus competidores o que tienen en menor medida que hace posible la obtención de unos rendimientos superiores a los de aquellos.
El uso de estos conceptos supone una continua orientación hacia el entorno y una actitud estratégica por parte de las empresas grandes como las pequeñas, en las de reciente creación o en las experimentadas y en general en cualquier clase de organización. Por otra parte, el concepto de competitividad nos hace pensar en la idea de «excelencia», o sea, con características de eficiencia, eficacia y efectividad de la organización.
Podemos decir que la competitividad no es producto de una casualidad ni surge espontáneamente; se crea, y se logra a través de un largo proceso de aprendizaje y negociación por grupos o equipos colectivos representativos que configuran la dinámica de conducta organizativa, como los accionistas, directivos, empleados, acreedores, clientes, por la competencia y el mercado; y por último, el gobierno y la sociedad en general.
Una organización, cualquiera que sea la actividad que realiza o se dedica, si desea mantener un nivel adecuado de competitividad a largo plazo, debe utilizar antes o después, unos procedimientos de análisis y decisiones formales, encuadrados en el marco del proceso de «planificación estratégica». La función de dicho proceso es coordinar todos los esfuerzos de las unidades que integran la organización encaminados a maximizar la eficiencia y eficacia global.
Para clarificar mejor dicha eficiencia y eficacia, consideremos los niveles de competitividad interna y externa. La competitividad interna se refiere a la capacidad de organización para lograr el máximo rendimiento de los recursos disponibles, como personal, capital, materiales, ideas, etc., y los procesos de transformación. Al referirnos a la competitividad interna nos viene la idea de que la empresa ha de competir contra sí misma, con expresión de su continuo esfuerzo de superación.
Así también, la competitividad externa está orientada a la elaboración de los logros de la organización en el contexto del mercado o el sector al que pertenece. Una vez que la empresa ha alcanzado un nivel de competitividad externa reconocida, deberá disponerse a mantener dicha competitividad a futuro, basada en generar nuevas ideas y productos, y de buscar nuevas oportunidades de mercado.
No debemos olvidar que el mundo vive un constante proceso de cambio acelerado y de competitividad global en una economía cada vez más liberal, marco que hace necesario un cambio de enfoque en la gestión de las organizaciones.
En esta etapa de cambios, las empresas buscan elevar sus índices de productividad, lograr mayor eficiencia y efectividad brindando un servicio de calidad, lo que está obligando a que los gerentes adopten modelos de administración participativa, tomando como base central al elemento humano, desarrollando el trabajo en equipo para alcanzar la competitividad y responder de manera idónea la creciente demanda de productos o servicios de óptima calidad a todo nivel, cada vez más eficiente, rápido y de mejor calidad.
Para comprender el concepto de calidad total, es útil hacerlo a través del concepto denominado «paradigmas». Un paradigma se entiende como modelo, teoría, percepción, presunción o marco de referencia que incluye un conjunto de normas y reglas que establecen parámetros y sugieren cómo resolver problemas exitosamente dentro de esos parámetros.
La calidad total no solo se refiere al producto o servicio en sí, sino que es la mejoría permanente del aspecto organizacional, gerencial; tomando una empresa como una máquina gigantesca, donde cada trabajador, desde el gerente, hasta el funcionario del más bajo nivel jerárquico está comprometido con los objetivos empresariales.
La estimulación necesaria para que un país, una empresa nacional, una transnacional, etc. sea más competitiva, es resultado de una política fomentada por el Estado que produzca las condiciones para proveer la estabilidad necesaria para crecer y se requiere de la construcción de un Estado civil fuerte, capaz de generar comunidad, cooperación y responsabilidad.
Algunas de las condiciones requeridas para que un país sea competitivo, es que el Estado debe fomentar en su política de gobierno las condiciones necesarias para garantizar la actividad comercial que permita el normal desenvolvimiento de la actividad comercial de estas empresas. Las acciones de esfuerzo competitivo deben ser llevadas a cabo para la mejora de ciertos puntos como podrían ser:
· La estructura de la empresa o industria
· Las estrategias de las instituciones públicas
· La competencia leal entre empresas
· Las condiciones y los factores de la demanda
· Establecer reglas tributarias adecuadas
· Una política macroeconómica que sea capaz de fomentar la inversión de capitales, dentro de un marco económico donde no exista la regulación y control de precios (precios acordes a la oferta y la demanda).
· El establecimiento de una sólida y comprometida asociación Gobierno – Sector Privado, para fomentar el crecimiento de la tecnología, productividad, etc. a fin de ofrecer competitividad a nivel internacional dentro de un marco de ventajas igualitario para todos.
· Planes de restructuración de la educación de tal forma que el sector educativo esté acorde con las necesidades reales del sector productivo.
(*) Catedrático Universitario
Asesor Consultor