Por: César Sánchez Arce
Un asunto social sumamente importante al que no le estamos dando la debida atención, porque seguramente percibimos que solo se circunscribe al ámbito familiar, es la extrema afición al juego: la ludopatía. Veamos algunos conceptos sobre el particular. J. Trías Sagner, define la ludopatía como «la dependencia biosicológica y conductual que se manifiesta por aquellos impulsos irresistibles hacia algo, para cuya consecución se supedita todo, ya sean sentimientos, normas éticas, sociales, familiares y sobre todo disponibilidades económicas. Es un adicción tan fuerte como la heroína o el tabaco». Según la American Psychological Association, la ludopatía es un impulso irreprimible de jugar juegos de casino a pesar de ser consciente de sus consecuencias. Se considera un trastorno del control de impulsos, pero no se considera una adicción a pesar de que los criterios diagnósticos operativos tienen el mismo diseño que el de las adicciones a sustancias. Se trataría de un problema adictivo «sin sustancia». Bueno pues, ya suena un poquito complicado.
Lo cierto es que la «afición a las maquinitas» como benévolamente acostumbramos llamar a esta predisposición de algunas personas a pasarse horas enteras ante una máquina tragamonedas, no es algo nuevo. En las grandes ciudades de los países del primer mundo podemos encontrar calles y calles con lujosos establecimientos donde personas adultas, en su gran mayoría de la tercera edad, llenan sus espacios de tiempo vacíos jugando, a la espera de que suene la alarma de ganador y se hagan acreedores a una cantidad de dinero que recompensa sus infinitas noches de solitaria diversión -solitaria a pesar de estar rodeados de muchísimas personas que al igual que ellos están concentrados en la máquina que tienen al frente- y que los hará volver con la ilusión de ganar nuevamente alguna otra noche de fortuna. Con el advenimiento de la modernidad, consecuencia del progreso económico, nuestras sociedades replican todo lo que ocurre en otras latitudes, entre eso los casinos y sus máquinas tragamonedas. Así vemos que en todas las ciudades importantes del país han proliferado los establecimientos y la «afición a las maquinitas». Muchos sabemos o hemos escuchado historias de personas que se han enviciado en este nuevo, para nosotros, divertimento. Personas que han perdido lo que tenían, ya sea trabajo, herramientas, autoestima, honorabilidad, amistades y hasta familia. Historias de personas que «enferman» a sus hijos o padres para solicitar un préstamo que les servirá para continuar jugando con la ilusión de ganar; préstamos que nunca pagarán; o que disponen del dinero del sustento y las obligaciones hogareñas y hasta dinero ajeno, cuando llegan a un extremo de ansiedad por satisfacer su necesidad de continuar jugando.
Hay mucho más en el fondo de este asunto, como la razón de por qué las personas llegan a aficionarse al juego, muchas veces es la forma de evadir problemas emocionales, también el no aceptar que se está en un problema que cada vez se hace mayor, etc.
Sin embargo, la cosa no queda ahí -preste atención estimado lector- porque ahora con la proliferación y fácil acceso a la telefonía celular por parte de chicos y grandes, las «maquinitas» han entrado a nuestra casa; ya no es indispensable ir hasta la sala de juegos o casino y disponer de dinero efectivo para jugar. Los celulares, cada día más accesibles en precios, planes y tecnología, ofrecen infinidad de juegos con incentivos de ascensos y triunfos virtuales que motivan a los usuarios a continuar superando dificultades y que se convierten en verdaderas adicciones. Esa es la razón de que veamos en cualquier lugar y circunstancia a niños, jóvenes y hasta adultos, absortos, con el celular en las manos y la mirada fija en el aparatito, ajenos a lo que pasa a su alrededor. Imaginemos un padre y madre de familia que salen diariamente a trabajar y dejan a sus pequeños hijos al cuidado de una joven empleada del hogar, con los audífonos a todo volumen y absorta en el juego vía celular, ajena por completo a lo que pueda suceder con los pequeños expuestos a accidentes caseros o por lo menos desatendidos en sus necesidades diarias.
Estas adicciones deben ser detectadas a tiempo y corregidas en el hogar, básicamente. Somos los padres de familia quienes, en primer lugar, tenemos que dar ejemplo de autocontrol e imponer reglas en el uso de un artículo que se ha convertido en parte de la vida diaria y cuya utilidad es innegable, pero que puede convertirse en un serio problema en el desarrollo de niños y jóvenes, que por haber llegado al mundo en una época de tremenda expansión tecnológica, encuentran natural el uso de estos artefactos -que para los mayores nos pueden resultar complicados- y por lo tanto tienen más capacidad de acceso a esos juegos que los hacen alejarse de la interacción social, los estudios, la lectura y hasta del ejercicio físico tan necesario en un país donde el deporte hace tiempo dejó de ser importante como complemento educativo e indispensable como prevención a los problemas sociales.
Prestemos la debida atención a la ludopatía, especialmente en los niños y jóvenes, si queremos contribuir en la construcción una sociedad sana y vigorosa; pero no esperemos que sea el Estado quien nos dé la solución, debemos ser los ciudadanos individualmente o como familia, quienes en éste y muchos otros aspectos de la vida diaria tenemos que actuar decisiva y oportunamente, conscientes de que el futuro de nuestro país, es decir de nuestros hijos y nietos, es una responsabilidad que no podemos eludir.
Muy buen artículo de análisis de porqué la Ludopatía podría en un corto tiempo un problema social de grandes dimensiones, ya que los niños – jóvenes con sus teléfonos “INTELIGENTES” que fácilmente se conectan con la internet pasan horas y horas “CONECTADOS” a la red y totalmente “desconectados” del mundo real; lo que es muy perjudicial para el niño – joven para su formación personal, que depende mucho del tiempo que le demos a nuestros hijos, los padres somos los primeros que debemos estar atentos con nuestros hijos del tiempo que usen el “SMART FONE” decirles que es una herramienta útil mas no es la vida misma. No dejemos que nuestros hijos formen malos hábitos (vicios) por falta de supervisión, por experiencia debemos ser muy buenos amigos de nuestros hijos y SUPERVISARLOS siempre.