Por: Adolfo Ramírez del Águila
arda1982@yahoo.es
La Iglesia del Movimiento Misionero Mundial (MMMM) Iglesia «Bethel» liderada en el Perú por el furibundo pastor Rodolfo, el mismo que «bautizó» a Keiko Fujimori como la presidenta predestinada por Dios para el Perú santo, inició una campaña de propaganda en base a paneles con gigantografías que inundan las principales ciudades de nuestro país, entre ellas Iquitos.
Los carteles de esta inusual cruzada religiosa, llaman la atención de los transeúntes y medios de comunicación, por la utilización de textos bíblicos para mostrar oposición pública frente a la propuesta de ley de Unión Civil para los Homosexuales. Uno de ellos, el más llamativo, reza así: «No te echarás con varón como con mujer; es abominación» (Levítico 18,22).
Los creyentes que leemos la Biblia y tenemos mucho respeto por las Sagradas Escrituras, nos encontramos ante una gran encrucijada de fe: Vemos el texto en estos carteles y efectivamente «lo dice la Biblia». Se supone que todos los que profesamos el cristianismo debemos escucharla con respeto, porque es Palabra de Dios. Si abrimos la Biblia y buscamos otros textos que podrían reforzar esta campaña de paneles, nos vamos a encontrar con mensajes realmente increíbles y aunque usted no lo crea, ¡es palabra de Dios, te alabamos Señor!
Por ejemplo este: «Si alguien se acuesta con un hombre como si se acostara con una mujer, se condenará a muerte a los dos y serán responsables de su propia muerte, pues cometieron un acto infame» (Levítico 20,13) y este otro: «No se dejen engañar, pues en el reino de Dios no tendrán parte los que se entregan a la prostitución, ni los idólatras, ni los que cometen adulterio, ni los afeminados, ni los homosexuales, ni los que roban, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los ladrones» (1 Corintios 6,9-10) (los subrayados son nuestros)
Visto estos textos en gigantes carteles, uno dice, efectivamente, no hay duda, los homosexuales y demás pecadores, no son dignos de entrar en el reino de Dios y se merecen el peso de la ley divina y el desprecio de todos los que «nos» consideramos santos y puros ante Dios, merecedores «dignos» del cielo. ¿No le parece amigo lector, que algo no está bien cuando interpretamos así la Palabra de Dios? Efectivamente, nuestra lectura y comprensión lectora de la Biblia está siendo leída «al pie de la letra», jalada de los pelos, descontextualizada. Los expertos en Biblia le llaman a este tipo de utilización de los textos sagrados, una lectura fundamentalista, sectarea y farisea.
Ante esta lectura reduccionista de la Palabra de Dios, con tendencia a la manipulación religiosa para fines proselitistas, lo más recomendable es hacer una lectura de la Biblia desde los 4 Evangelios. Mateo, Marcos, Lucas y Juan, los llamados Evangelios que están al inicio del Nuevo Testamento, iluminan con más certeza teológica todo el resto de libros sagrados, porque ponen al centro de nuestra interpretación bíblica, el acontecimiento Jesucristo. Nuestra lectura de todo el resto de la Biblia, cambia entonces de perspectiva, como que Cristo lo ilumina de una nueva manera.
Veamos. Al final de los tiempos, cuando la ley de Moisés (Antiguo Testamento) no logró la salvación del ser humano, Dios envió a su único Hijo (Nuevo Testamento) para que creyendo en él seamos salvos. Ya no nos salva entonces la ley, nos salva una persona, Cristo Jesús; ya no nos salva el holocausto de un cordero, sino el sacrificio de un Dios hecho hombre; ya no nos salva el ser justos y perfectos, sino el ser compasivos y misericordiosos. Y entonces tendríamos miles de textos bíblicos para sustentar esta nueva manera de sentir la salvación en Cristo.
Qué tal los siguientes carteles contestatarios a los anteriores, con frases de Jesús: «El que no tenga pecados que tire la primera piedra» (Juan 8,7) «No juzguen a otros, y Dios no los juzgará a ustedes. No condenen a otros, y Dios no los condenará a ustedes. Perdonen, y Dios los perdonará» (Lucas 6,37), que en interpretación hermenéutica del papa Francisco frente al tema de los homosexuales, parafraseó ante los periodistas en pleno vuelo de un avión: «Si una persona es gay, busca a Dios y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?». Y qué les parece este otro texto: «¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, que cierran la puerta del reino de los cielos para que otros no entren. Y ni ustedes mismos entran, ni dejan entrar a los que quieren hacerlo.» (Mateo 23,13) una especie de «perro del hortelano» a lo religioso.
Estoy en desacuerdo, que los pastores y líderes espirituales estemos utilizando la Biblia para mostrar nuestro lado más fundamentalista y peligrosamente homofóbico frente a estos temas de debate nacional. En todo caso, para esta discusión de la Unión Civil no matrimonial de los homosexuales, planteado en minoría, que se haga una reflexión más pastoral que doctrinal para orientar la reflexión de los creyentes; y si se llegara a dar un referéndum, como lo plantea nuestro Cardenal Cipriani, tomar una decisión a conciencia cívica y cristiana. El que los homosexuales exijan derechos que mejoren su modo de vida como ciudadanos en un país democrático, no es ningún pecado; en todo caso, no debemos juzgarlos desde el lado religioso, porque nos vamos a entrampar con textos bíblicos fuera de contexto, y el remedio espiritual va a terminar siendo peor que la enfermedad social.
Sería interesante, que así como hacemos grandes campañas con derroche logístico de carteles y movilizaciones para este caso, lo hagamos también para expresar nuestros puntos de vista desde nuestra perspectiva religiosa frente a tantos otros temas más urgentes. La corrupción política por ejemplo, que se ha generalizada a lo largo y ancho de nuestro país, desde Áncash hasta Loreto; allí también deberíamos mostrar nuestra fe más comprometida con los destinos de nuestra patria, golpeada por violencias estructurales que siembran miseria y exclusión.
Dejemos que las instancias del poder civil como el Congreso de la República, decidan en base a un debate civilizado los pro y contra de esta propuesta en favor de minorías excluidas y discriminadas de la sociedad, como son los homosexuales. Los creyentes en Cristo debemos recordar, que vivimos en un país republicano no confesional, en donde la opinión de tal o cual Iglesia, de tal o cual pastor o cardenal, son importantes pero no decisivas. No caigamos en la tentación de querer imponer nuestros credos sesgados, utilizando los púlpitos y altares.
Que Cristo Jesús (que te ama y te cambia) que vino al mundo para salvar a sus ovejas descarriadas, nos ilumine a todos en nuestros actos religiosos de Fe y compromiso por un mundo más inclusivo y más humano. ¡De la homofobia y la intolerancia, líbranos Señor! Amén.
no jusgamos ala persona homosexual si no alo que ellos quieren hacer y eso adios no le agrada dios ama al pecador no al pecado
No estar de acuerdo con la «unión civil» no significa ser homofóbico, el tema es muy amplio y complejo, los derechos de una persona terminan donde empiezan los de otros, sobre todos de los niños que son los más vulnerables. Uno nace hombre o mujer, el resto son gustos, orientaciones o desviaciones o como quieran llamarle. Le corresponde a la sociedad y el Estado «regular» esto.