A un año del pontificado del Papa latinoamericano: La revolución espiritual de Francisco

Papa Francisco

Por: Adolfo Ramírez del Águila.
arda1982@yahoo.es

Papa Francisco
Papa Francisco

Hemos llegado al primer año de pontificado del Papa Francisco. La web está saturada de informaciones desde todos los ángulos, resaltando este primer año. Los periodistas de la prensa escrita y televisada del Perú y del mundo promocionan en sendos espacios gratuitos  este evento religioso y cultural.  Los 1,200 millones de católicos en el mundo estamos de pláceme y nos sentimos orgullosos con nuestro Papa, el Papa de todos. Los poderosos del orbe están preocupados porque Francisco empieza a incomodar con sus homilías proféticas y sus exhortaciones que remueven conciencias. Los pobres del planeta estamos alegres y alentamos a nuestro pontífice para que no cambie su hoja de ruta.
Este Papa nos ha enseñado con su ejemplo,  una manera distinta de ser pastor con olor a oveja: Hemos aprendido que hay que ir en busca de ese grueso sector de personas que «no se sienten dignas de la santidad» como los homosexuales, divorciados y convivientes. Hemos aprendido que hay que ir a los marginados de esta sociedad excluyente y dejar de ser una iglesia cómplice que «bendice» este orden establecido. El Papa nos invita a una nueva evangelización e ir a la periferia con el corazón en la mano, y decirles con alegría que Dios está con ellos preferencialmente porque es un Dios cercano y que toma partido por los ninguneados del sistema.
Han pasado 365 días y el mundo sigue igual, es cierto, con sus guerras frías y calientes, sus altos niveles de corrupción, sus actos autodestructivos para generar capital, sus injusticias que claman al cielo, sus autoritarismos que acallan toda protesta, etc. A pesar de ello, de cuando en cuando, la humanidad es bendecida de lo alto, con momentos de derroche de humanidad generada por seres enviados por Dios y que se encargan de nutrir nuestra alicaída esperanza. El efecto Francisco es ese momento de luz del cielo para aclarar un poquito nuestra oscuridad; es un momento que le devuelve el ánimo a un mundo desesperado; es un momento que la devuelve sabor a una humanidad desabrida por sus desencuentros; es un momento que le suministra vitaminas a un planeta enfermo envenado en sus antivalores.
Esta «revolución espiritual» al estilo Francisco, no solo está reformando a su santa pero pecadora iglesia desde adentro, sino que está poniendo los pilares de una sociedad renovada en todas sus dimensiones. La Iglesia no es una isla apartada de la sociedad humana, aunque a veces lo pareciera; la iglesia a lo largo de sus más de dos mil años de historia, ha intentado ser la comunión de creyentes que quiere ser sal que da sabor al destino de la humanidad, ha intentado ser la levadura en la masa, ha intentado ser la lámpara que no se esconde debajo de la cama. Cuando decimos «ha intentado» queremos reconocer que a veces no lo ha logrado, debido a factores más internos que externos.
Con este nuevo Papa, la Iglesia se recompone para ponerse al servicio de la humanidad, una dimensión esencial que a veces se han perdido en los recovecos de una espiritualidad estéril y mundana, alejándola de su verdadera misión evangelizadora. Sería largo enumerar estos gestos, actitudes y decisiones que confirman esta revolución de fondo y de forma que vive la iglesia en este momento.
Al principio de su pontificado, que ya cumplió un año (13/03/2013 al 13/03/2014) el Papa Francisco fue muy pródigo en gestos, palabras y actitudes que a más de uno dejaba gratamente atónito. Eso de cambiarse el sillón para que la cátedra de Pedro deje de ser un trono monárquico, eso de cambiarse la cruz de una de oro a otra más sencilla de hierro para mostrar un poquito de sencillez, eso de no aceptar a utilizar el palacio papal e ir a vivir en una casa residencia con olor a gente trabajando, para no vivir en la soledad del poder, etc. parecían poses de marketing pre-meditado para «limpiar» la imagen de la Iglesia Católica.
Pero no fue así. La revolución se tornó muy seria con el paso del tiempo. De los gestos que roban cámaras, el Papa pasó a mostrar actitudes más profundas, haciendo derroche de sencillez, humildad, compañerismo, escucha y una tolerancia impresionante. En paralelo, sus discursos se iban alimentando de contenidos evangélicos muy relacionados con los gestos y actitudes de Jesús. Hasta allí, muchos pronosticaban que en algún momento este Papa se cansaría. Pasaban los días, los meses, sus 100 primeros días y ya hemos llegado al primer año de su pontificado, y el Papa no se cansa. Un grafitis en las a fueras del Vaticano, expresó esta percepción: Estamos frente a un súper Papa que vuela con su maletín lleno de valores y muestra mucha fortaleza espiritual y además apura los cambios sin ningún cálculo electoral.
Muchos comentaban que su «prueba de fuego» sería cuando le toque revisar la complicada política oscurantista del Instituto de las Obras Religiosas (IOR), más conocido como el Banco del Vaticano, una institución que ha hecho gala de su impunidad económica y que ha sido el dolor de cabeza de los dos papas anteriores. Francisco, acaba de reorganizarlo y las mafias que se alimentan de esta institución, empiezan a desactivarse.
Si bien es cierto, no ha habido aún cambios doctrinales sustanciales, es de esperar que en los próximos años, esos cambios vendrán por añadidura. No cabe duda, que se vienen grandes momentos que van a profundizar estas reformas largamente esperadas.  Está cerca por ejemplo, el Sínodo de Obispos en octubre de este año sobre el tema de la familia. Y con seguridad, se anunciará en algún momento, un necesario nuevo Concilio Ecuménico Pastoral para dar sustento en el tiempo a esta revolución espiritual. Que Dios nos guíe por estas sendas novedosas de una Iglesia renovada con la fuerza del Espíritu Santo, con muchos años más de pontificado de nuestro Papa, el Papa de todos y todas. Amén.