Lo que hicieron con el niño awajún de un año y medio, quien vino con sus padres para ser tratado de una hernia en los testículos y quedaron abandonados a su suerte, es simplemente una atrocidad cometida por quienes se comprometieron a devolverle la salud al niño.
Este hecho fue calificado como indignante por este diario, que expuso el hecho en su portada de ayer. La narración de las penurias que ha tenido que pasar esta familia, sin comer una semana, sin asearse y sin que nadie les tienda una mano para solucionar su problema, es un acto inhumano, indigno y atroz que nunca ha debido suceder porque así no se juega con las necesidades de las personas.
Hay que ser un desalmado para dejar en la orfandad a esta gente que aún creía en las buenas intenciones y en la mejor voluntad de aquellos que se llenan la boca de ser humanistas a la hora de los discursos de campaña, pero que cuando llegan a un puesto público se convierten en hombres sin sentimientos.
No tiene nombre este hecho. Estamos totalmente desilusionados de quienes (nosotros también) creíamos en la solidaridad de nuestras autoridades no solo políticas, sino quienes practican la medicina, que han olvidado que la profesión que han estudiado, pone, al común de las personas, para aliviarle sus males.
Pero no estamos aquí en la práctica periodística para lamentaciones. Estamos aquí para decir nuestra denuncia pública de todo lo que va en contra de la dignidad humana. Y este es un hecho imperdonable. Nadie, ninguno de los involucrados en este asunto voltee la cara, sino más bien que rectifique su error y le pidan, primero, perdón a esta familia indígena por haberla maltratado y luego le den las mejores atenciones, que lo necesitan y que es deber y obligación proporcionarles. Que así sea.