La reivindicación básica de los trabajadores de antaño fue el reclamo de «ocho horas de trabajo, ocho horas de descanso y ocho horas para la casa». La jornada de las ocho horas se gestó en 1829. Por ese entonces había una ley en los Estados Unidos que prohibía trabajar más de 18 horas, «salvo en casos de necesidad».
Los obreros estaban afiliados en la Noble Orden de los Caballeros del Trabajo, pero la presencia de la Federación Estadounidense del Trabajo era preponderante. La AFL (sus siglas en inglés) en su IV Congreso en 1,884 resolvió que desde el 1 de mayo de 1,886 la jornada del trabajo debería ser de ocho horas diarias, previniendo que si no se obtenía esta reivindicación, irían a la huelga.
Después de paros, manifestaciones, huelgas, revueltas y asesinatos, por acuerdo del Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional celebrado en París en 1889, el 1 de mayo es una jornada de lucha reivindicativa y de homenaje a los Mártires de Chicago, sindicalistas anarquistas ejecutados en Estados Unidos por su participación en las jornadas de lucha por la consecución de la jornada de trabajo de ocho horas. Los patrones debieron acudir a bandas de matones desalmados para disuadir a los trabajadores de su afán por instituir la jornada de ocho horas y demás beneficios laborales. Los enfrentamientos callejeros muchas veces terminaron en asesinatos, como también fueron asesinatos legales cometidos en nombre de la ley contra los obreros. Eso es a grandes rasgos la historia forjada por los obreros de antaño en los Estados Unidos.
En el Perú a partir de 1919, durante el gobierno de José Pardo y Barreda, los obreros consiguieron la ley general de 8 horas de trabajo, luego de muchos enfrentamientos y huelgas. Fue ahí cuando un joven estudiante se convierte en mediador entre el Estado y la clase trabajadora, Víctor Raúl Haya de la Torre, quien años más tarde funda la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA).
Pensamos que las celebraciones de este día, debería ser de más presencia, con jornadas dignas de la memoria de los caídos, de quienes murieron por conseguir justas reivindicaciones y no a limitarse a fiestas programadas tomando el nombre del Día del Trabajador. El respeto por quienes nos antecedieron en la vida debe ser eterno. Ellos abrieron los senderos por donde ahora caminamos.