Decían nuestros progenitores: «La puntualidad es una muestra de respeto que toda persona decente debe cultivar»…Sin duda aplicando tal sentencia, llegamos a determinar que la puntualidad es una virtud, que puede, siendo virtud incorporarse como cultura. Todo hombre o mujer que se respete y respete a sus semejantes debe ser puntual, sobre todo en sus citas, caso contrario, si no le es posible estar a la hora de la cita, no debe comprometerse.
Expertos maestros en urbanidad, materia lamentablemente excluida de la currícula educativa gracias al Sutep, señalan que se ve poco serio que una persona que llegue con retraso crea que, con disculpas y pretextos ha subsanado su falta. Esto lleva a determinar que la impuntualidad según sus consecuencias podría ser una falta moral que colinde con el delito.
Para cumplir con la cultura de la puntualidad, debe tenerse en cuenta que antes de la hora no es la hora, después de la hora tampoco es la hora. La hora es la hora, ni antes ni después. Este es un principio que toda persona debería tener en cuenta, para todos los compromisos sociales y profesionales en su vida de relación, con distintos componentes de la sociedad que lo rodea. Esa es la base que todo gobierno debe sentar en la peruanidad, con la intención de desterrar esa costumbre de largo que dice: La hora peruana.
La sociedad peruana casi ladinamente, trató de enterrar ese mal recuerdo de la llamada hora Cabana, que dígase de paso se le llamó así, por ser Cabana el referente mayor de la procedencia del presidente; pero no se tuvo en cuenta que tal hora ya existía desde siempre como la «hora peruana» y todos sus ingratos recuerdos.
No sabemos si el empeño del gobierno en lograr una suerte de reforma que dice mucho como norma para gobernar nuestro país, podría darnos una versión real de la puntualidad, para evitar que nos revolvamos en la informalidad. Somos testigos de casos que ya han llegado al terreno de la vulgaridad, desde la reconocida informalidad a la burda irresponsabilidad. Faltar a sus obligaciones crea un pésimo antecedente para los jóvenes que conforme van siendo adultos se encuentran con malos ejemplos de encumbrados personajes, que cuando más arriba llegan, más grande es la irresponsabilidad horaria que ponen de manifiesto en sus funciones.
La puntualidad es pues una virtud, unos nacen, otros se hacen, de allí que tal reforma del Estado que el gobierno aplicaría, habría que aplaudirla pues es un propósito laudable. Tiempo es ya que sea el gobierno quien se preocupe de sembrar valores; para que cuando crezca la juventud se encuentre con buenos ejemplos a seguir. Roguemos porque así sea.