Un nuevo Obispo de la selva peruana: Tejiendo una Iglesia solidaria

Por: Adolfo Ramírez del Aguila
Docente de Educación Religiosa

Y como estaba muy bien planificado, el día de ayer domingo 18 de julio, la Iglesia del Vicariato Apostólico de Iquitos, celebró la ordenación episcopal y la Toma de Posesión de Monseñor Miguel Ángel Cadenas Cardo, Obispo de esta porción de la selva amazónica conocida como Iglesia de Iquitos.
La ceremonia presidida por el Obispo emérito de Iquitos, el recordado y querido monseñor Julián García Centeno, y con la presencia de altas autoridades religiosas, se desarrolló en el patio del colegio San Agustín y fue transmitido por radio, televisión y las redes sociales como Facebook, como una manera de disminuir la presencialidad de la feligresía, modalidad al cual ya estamos acostumbrados en estos tiempos de pandemia.
El momento más emocionante fue cuando el presbítero Miguel Ángel Cadenas, sacerdote agustino, recibió el bastón de mando pastoral y la mitra episcopal como mayor signo de poder conferido en la Iglesia a un bautizado, un poder por cierto para el servicio no para el beneficio propio.
En un emocionante saludo del nuevo Obispo, casi al final de la ceremonia, Monseñor Miguel Ángel, como era de esperarse, utilizó comparaciones con realidades selvática para ilustrar su sentir sobre el momento que vivía, un momento inesperado, según sus propias palabras.
Llamó la atención su discurso de primer saludo, porque se refirió a una experiencia propia en la selva, el tejido, para hablarnos del reino de Dios, al mismo estilo de Jesús maestro que enseñaba con parábolas y comparaciones, para que el pueblo pobre lo entendiera y los sabios se confundieran.
El tejido, es una técnica milenaria en la selva peruana. Se teja para hacer la hamaca, se teje para hacer las redes de pescar, se teje tiras de barro para hacer las tinajas, se teje para zurcir un pantalón. Tejer en la selva es lo propio, lo cotidiano, lo vital. Llevado esta experiencia de la tierra a las realidades del cielo, construir el Reino de Dios es como un acto de tejer, de unir, de resarcir, de integrar, de entrelazar.
El reino de los cielos, la misión de la iglesia, en el ideario del nuevo Obispo, es tejer personas, es unir grupos para formar comunidades, es unir la tierra con el cielo, es tejer al hombre y sus vivencias con el amor de Dios. Desde esta comparación, las realidades cotidianas que vivimos se tejen con el plan de salvación de Dios, la historia humana se teje con la historia de la salvación.
Este mensaje potente del nuevo Obispo, seguramente caerá de mal gusto a aquellos que ven la realidad humana de otra manera; un mundo sacral separado de lo mundano, lo divino divorciado de lo humano, el cielo separado de la tierra, los hombres entre si disputándose y compitiendo por la supremacía y las ansias del poder para oprimir al otro, dominar al otro.
Como era de esperarse, el nuevo Obispo, un sacerdote con muchos años viviendo en la selva, en especial en las periferias rurales y urbanas, resaltó el tejido de solidaridad que la sociedad loretana construyó durante la primera ola de la pandemia, ese tejido conocido mundialmente como “Milagro de Iquitos”, una colecta para comprar plantas de oxígeno y salvar vidas. Mientras nuestras autoridades locales y el regional se escondían por miedo y falta de vocación de entregar la vida, nuestros líderes religiosos como el padre Raymundo y el padre Miguel Fuertes, se lanzaron a tejer redes de solidaridad para salvar al pueblo que se moría literalmente asfixiado por este fatal virus. También resaltó la imagen de una Iglesia viva que teje en todo momento redes de comunión y participación al servicio de los más pobres y olvidados, los ninguneados del sistema como dice siempre el papa Francisco.
La Iglesia de Iquitos fortalecida por este momento de ordenación de su nuevo Obispo, no dejó de recordar a su anterior pastor, monseñor Miguel Olaortúa Laspra, quien falleciera repentinamente casi en las últimas horas del mes de octubre del 2019. El nuevo obispo leyó un mensaje de un familiar del extinto prelado deseando al sucesor todo tipo de parabienes.
Con este acto religioso de gran envergadura, se cierra este tiempo transitorio de una Iglesia que estuvo por más de casi dos años, esperando la designación de un nuevo Obispo ante la ‘Sede Vacante’ producida por fallecimiento del titular.
Se espera con alegría, que el nuevo prelado, trace la ruta de una Iglesia diocesana de la selva en donde haya mayor protagonismo de los laicos, en especial mujeres, mayor compromiso con los pobres y marginados de la selva, mayor apertura y sensibilidad a los sufrimientos de la gente y mayor exigencia profética frente a los abusos de los poderosos y sus negocios en la selva.
Dios y el pueblo de Loreto bendigan al nuevo epíscopo.