TRASLADO DE LOS ALEVINOS

POR: JUAN SOREGUI VARGAS

 

Muy bien, después de varios accidentes en la pesca de alevinos en arrozales, gramalotales y pozas pequeñas que va dejando la creciente del río, como aquella en que mi pata del alma, Jorge Urteaga, por no hacer caso a los sabios pescadores, cayó de bruces  en el agua lleno de barro combinado con excreta de los búfalos (de los animales). Lo que pasó es que Andrés había llegado de Rusia y trajo entre otras cosas una serie de cosas para pescar, como botas de jebe especial, mandiles protectores y yo le dije que no use esas cosas porque aquí se podría caer por efecto del terreno. Yo en anterior oportunidad ya había tenido uno de esos accidentes.  Los pescadores solo lo hacíamos con trusa pequeña pero con calzoncillo bien ajustado, para que no entre el canero, yo por supuesto con doble calzoncillo, y con una zapatilla usada pero buena, de tal manera que estábamos protegidos y nos movíamos con rapidez para poder pescar estos alevinos que se movían con la agilidad de un gato.  De esa manera, Andrés o coco como le decíamos, cariñosamente, aprendió una lección que  ya sabía, porque al irse a su beca como el mejor alumno de su promoción,  a Rusia, era un excelente pescador en las cochas de nuestra Amazonía. Desde aquella vez, tomando un vaso de chuchuhuasa, me decía, soy una falla, tenías razón y empezó a ir con nosotros a nuestro ritmo y vestido como nosotros.

En el anterior artículo, había expresado que no sabía si los boquichicos hembras o machos hacían el ruido a la hora de salir a desovar en mijano. Recordé a mi profesor de biología pesquera en el río Pastaza, don Benancio, que vivía en el centro del lago Trueno. Capturamos varios machos y hembras en el mijano, y los abrió, además de tener las hueveras las hembras y los machos el conducto que tiene la esperma, me hizo ver dos espinas en la parte anterior del cuerpo, cercano a la cabeza, dos grandes costillas que lo caracterizaban, abrimos varios ejemplares, ídem lo que se hace en las universidades, solo que en este caso el profesor no tenía secundaria. Hace días hablé con el ingeniero Salvador Tello, director del programa AQUAREC DEL IIAP,  sobre este asunto del mijano de desove y me confirmó lo que don Benancio me había enseñado en 1976.

Otro tema que me enseñó este hombre del Pastaza, es que los peces salían de las cochas en donde permanecían madurando y alimentándose para encontrarse con una correntada del río principal o secundario e ir aguas arriba. Es decir, nuestros peces que se reproducen de esta manera salen de las cochas ya maduros, parece que se excitan con las fuertes correntadas. Esto fue  confirmado por el indicado profesional y  descripciones en estas migraciones por  especialistas loretanos y extranjeros. Yo, con lo aprendido con don Benancio, difiero un poco de lo expresado por mis amigos académicos, en cuanto a los trechos cortos,  debido a la experiencia tenida con este mestizo  del lago Trueno, son más que cortos trechos, pero eso es otra historia.

Las larvas una vez en el agua, sin protección, son llevadas por la corriente hacia arriba del río y poco a poco se vuelven alevinos para surcar por las orillas de estos ríos e ingresar a estas pozas que se forman en los gramalotales, arrozales y otras plantas acuáticas emergentes, donde buscan refugio y su primer alimento filtrante. Aquí se encuentran con todo tipo de peces y otros animales y plantas del agua.

Desde aquí, después de llenar 20 cajas  de tecnopor, con 100 litros de agua,  que eran bien desinfectadas por don Ángel Chujutalli,  con una solución salina,  don Marcelino  Casanova, don Rómulo Dávila Tanchiva, don Juan Silvano, el suscrito y los acompañantes de turno, lo subíamos a la loma de cualquier puerto informal y de ahí como sea, los llevábamos a los estanques de estabulación de Quistococha, en donde nos esperaba don Mauricio con los estanques desinfectados y bien lavados. Como aconteció y acontece siempre, estos programas de promoción no son bien atendidos por los burócratas de las oficinas que muchas veces no nos proporcionaban la camioneta, y teníamos que ir al paradero de la calle Abtao para embarcarnos en uno de los camiones que hacía ruta por esa carretera llena de barro o arena y para que no se muera nuestra cosecha teníamos que cambiar constantemente el agua. Felizmente, estos pececitos tenían y tienen una gran resistencia y por lo general el índice de mortalidad no llegaba ni al 5 por ciento. El suscrito, Coco Urteaga, James Beuzeville u otro profesional que iba, además de pescar, teníamos que apuntar todos los parámetros físicos y químicos del agua tanto de la zona de pesca, como del envase, y a la hora de seleccionar para colocarlos en las pozas de cuarentena, personalmente los revisaba, para que no vaya alguna pañita. De aquí los distribuíamos a los piscigranjeros, gratis. Ahora, ellos compran de las instituciones que reproducen, especialmente los del complejo centenario de padres agustinos de la zona de Anita Cabrera, previa fase de cuarentena.