Suerte echada

Existe una sensación de que hasta el final de la gestin a nivel del gobierno nacional seguiremos en una especie de tira y afloja. La suerte está echada. Es una suerte de entrampamiento ante la actitud de la mayoría parlamentaria del Congreso de la República, que se quiere pasar interpelando ministros y cambiándolos.
Un mecanismo legal y funcional que les permite tener a la gestión actual del gobierno central, también en una especie de ‘jaque´. Pero, en determinados casos a la bancada de Fuerza Popular que lleva el poder del voto mayoritario en el Parlamento, no les faltó razón, como en el caso del aeropuerto de Chinchero del Cusco, que originó la separación del cargo del ministro de Transportes.
Recordemos que estaba a punto de entregarse la construcción de este modernísimo aeropuerto a una empresa que encontró un proceso avanzado que le costó a los fondos públicos. Una especie de librada de camino. Qué fácil no? Entonces, el olfato fujimorista en base a su experiencia impuso que la construcción lo siga asumiendo el Estado. Y que lo asuma totalmente ya, sin necesidad de contratar vía nueva licitación alguna empresa privada.
Y actualmente estamos frente a otra «asustada» de querer hacer que renuncie el ministro de Economía, Alfredo Thorne, tras la publicación del audio en el que conversa con el Contralor de la República y compromete la figura presidencial. Así el tema se puso más fuerte. El mismo mandatario ha salido a decir que lo respalda.
Y como para reafirmar que la corrupción no solo es un tema mundial, sino que presuntos incorruptibles nacionales serán sometidos a investigación como el caso del alcalde de Lima, Luis Castañeda. Es cuestionado porque varios puentes construidos con presupuestos millonarios, se muestran con rajaduras y ni qué decir del puente que colapsó.
Es por esto y otras razones que por el ambiente político en general y en los estamentos de alto nivel del gobierno, los responsables de gestiones no pueden gobernar en tranquilidad, evidentemente. Aunque la lectura peligrosa moralmente de todo esto, está en que casi todos los políticos que llegan a cargos de gran responsabilidad, poco a poco serían ganados o secuestrados por grupos empresariales que luego en el fondo son los que gobiernan.
Se traduce una sensación de que todo siempre es igual o casi igual. Un escenario nada alentador para la pacificación del país porque cuando el hambre empieza a golpear excesivamente los estómagos, es cuando los cuestionamientos a las autoridades de turno se pueden acentuar a través de conductas delictivas y protestas de diferentes modalidades.