Sismo Panamazónico

  • La madre tierra tembló para llamar nuestra atención:

Por: Adolfo Ramírez del Aguila

Duró 127 segundos que parecieron eternos. Terremoto grado 8.0 en la selva peruana y ecuatoriana.
La selva de dos países amazónicos, bautizada por el papa Francisco como la Panamazonía, gimió y se retorció de dolor por tanta maldad del ser humano. En la loca carrera por lograr “el desarrollo” a como dé lugar, la Amazonía está siendo destruida sin misericordia. Tala de árboles, pesca indiscriminada, Trata de personas, contaminación petrolera, monocultivos, contaminación de los ríos, explotación del hombre por el hombre, hambre, miseria, en fin, tanta maldad juntas han hecho que la tierra proteste y tiemble de furor por esta agresión.
El anterior párrafo, naturalmente, es una mirada religiosa al tremendo sacudón sísmico que parte de la Panamazonía padeció la madrugada de ayer domingo. Felizmente el terremoto grado 8.0 con epicentro en nuestra región de Loreto, en Lagunas, tuvo una profundidad bajo tierra de 135 kilómetros; y las consecuencias no fueron tan lamentables en pérdidas humanas, que es como se mide la gravedad de estos sucesos.
Desde un punto de vista científico, estos sucesos son cíclicos acomodamientos de placas tectónicas, que la tierra experimenta como parte de su proceso evolutivo heracletiano. Son acontecimientos naturales que nada tienen que ver con lo que hace o deshace el ser humano, ni un indicativo de castigo divino por tanta maldad de los pecadores. Vivimos en un punto del planeta que pertenece al Cinturón de Fuego del Pacífico y que por eso se dieron estos movimientos telúricos en simultaneo, tanto en Perú como en Ecuador.
Sin embargo, es inevitable la interpretación cultural o religiosa que podamos hacer de un evento natural, como cuando tienes previsto un viaje y llueve, entonces decimos que San Pedrito no está de acuerdo con nuestros planes.
Con esa licencia cultural religiosa que nos dan los eventos fácticos cartesianos, es que quisiéramos compartir algunos aprendizajes de este movimiento telúrico que tuvo en vigilia a toda la Panamazonía y alrededores.
Está demostrado que nuestra humilde condición humana ante tanto poder de la madre tierra es efímera. Las fuerzas naturales nos pueden borrar, de un solo sacudón, de la faz de la tierra.
En la selva baja ya no podemos decir que nuestro manto amazónico está bien acomodado y que nunca se dará un terremoto, lo de ayer es la confirmación que las placas profundas aún necesitan moverse evolutivamente y que nada es estático como quisiéramos parmedianamente.
Alguna relación tendría que haber entre la deforestación y el consiguiente calentamiento global y la aceleración de estos fenómenos sísmicos. Las inmensas burbujas subterráneas dejados por la succión de la industria petroquímica, alguna relación causa-efecto tendrá con estos fenómenos no tan naturales sino socio-económicos. Dejamos a los expertos el estudio científico de estas simples especulaciones.
Que estos eventos que han causado tanto pánico en la selva, nos hagan reflexionar sobre nuestros actos destructivos que atentan el equilibro de la madre naturaleza y sea propicio el volver nuestra mirada a conductas y estilos de vida que utilicen energía limpia; es hora de pensar en una economía productiva sustentada sobre la base de un respeto a la Casa Común.
Es también hora de priorizar una cultura de la prevención ante la inminencia de estos eventos naturales, para así evitar en lo posible, desgracias humanas que lamentar. Tenemos que convencernos que pisamos una tierra altamente sísmica y que debemos de prepararnos para un eventual terremoto.
Que este viernes 31 de mayo sea el momento propicio para tomar más en serio el Simulacro Nacional de Sismo y Tsunami, y afrontar responsablemente un eventual terremoto que puede llegar en cualquier momento. Así sea.