Sin derecho al insulto

“El respeto a la dignidad de la persona es el fin supremo del Estado y de la sociedad”. Eso parece está quedando en el olvido, se está posponiendo un derecho irrenunciable, anteponiendo a esto aquello  que equivocadamente se practica como “la irrestricta libertad de expresión” con lo que se insulta y falta a la dignidad y honorabilidad de las personas.

Estamos llegando a límites insostenibles en la práctica del periodismo. Estamos dejando de lado la decencia y el decoro, apelando a figuras del insulto, de maledicencia, de grosería. Nunca hay que olvidar, menos quienes estamos en los medios de comunicación, que en la Constitución Política del Perú está consagrado “que toda persona tiene derecho al honor y a la buena reputación, a la intimidad personal y familiar así como a la voz y a la imagen propias”.

En estos días, como en la mejor práctica de montesinismo están apareciendo cortinas de humo por demás groseras con lo que se está pretendiendo tapar, como al sol  con un solo dedo, algún hecho por demás escandaloso, llevando a la opinión pública a desubicarse de la realidad. El honor de tiros y troyanos se pisotea todos los días, no hay respeto alguno por la familia menos por la buena reputación. Se viola la intimidad personal y familiar para presentar cuadros de ampay para servir de burla y mofa de los rivales y enemigos.

Se está instituyendo peligrosamente el insulto en la práctica periodística, en un intento de consagrarlo como que algún día tendremos “el derecho a ofender” y eso no puede ser posible, ni lo podemos permitir jamás. Nadie tiene derecho a insultar. Eso no existe en los derechos constitucionales de nuestra patria.

Finalmente,  debemos recordar que existe una regla maravillosa para practicar la convivencia con quienes nos rodean, y dice que hay que tratar a los demás como nos gustaría que nos traten a nosotros. Y para cerrar esta nota, no hagas a otro lo que no quieres que hagan contigo.