“Se quiere reforzar la memoria colectiva de los pueblos del Alto Tigre”

  • Dra. María Guzmán Gallegos, presentadora libro Kichwa.
  • Ello, a través del libro donde también se cuenta la historia de la contaminación desde la perspectiva de las comunidades.
  • Presentaron: “Ñukanchi Ñawpa Timputa Yarisha Tantarishun”, “Surcando nuestra memoria”

La doctora en Antropología María Guzmán Gallegos, investigadora de la Universidad de Oslo, país de Noruega, estuvo realizando un trabajo en la cuenca del 2015 y 2016 en la zona del río Tigre. “Hemos hecho un trabajo cuya finalidad principal es reforzar la memoria colectiva de los pueblos del Alto Tigre, y contar la historia de la contaminación desde las perspectiva de las comunidades”.
Guzmán Gallegos viene trabajando en nuestra región desde el año 2008, tiene un amplio conocimiento de nuestra realidad demostrada anoche durante la presentación del libro, aunque nos brindó declaraciones previas, en base al trabajo “Ñukanchi Ñawpa Timputa Yarisha Tandarishun”, que en castellano quiere decir: “Surcando nuestra memoria”. El libro se publicará en poco tiempo y estará dirigido a un público juvenil y adulto. La publicación estará ya lista en mayo.
Aquí parte de la presentación de la Dra. María Guzmán: “Los objetivos de “Ñukanchi Ñawpa Timputa Yarisha Tandarishun” son, en primer lugar, reforzar la memoria colectiva de las comunidades kichwas del alto Tigre y fortalecer el desarrollo de las capacidades comunicativas en lengua kichwa especialmente de la población joven.
El segundo objetivo es generar mayor conocimiento de las dinámicas sociales y de las profundas transformaciones socio-naturales que la extracción petrolera ha causado en esta zona. Creemos que solo una buena comprensión, que tome en cuenta la historia y las diferentes perspectivas de los pobladores de las comunidades, puede generar respuestas adecuadas.
La investigación “Ñukanchi Ñawpa Timputa Yarisha Tandarishun” se basa en entrevistas y conversaciones informales en las que han participado, principalmente pobladores de Paiche Playa, Vista Alegre, Remanentes y Marsella, y en visitas de varios meses a las comunidades. Es el producto de un esfuerzo colectivo. Mientras que los ancianos y adultos han narrado las historias de sus pueblos, en kichwa y en castellano, los niños de la comunidad de Marsella han ilustrado las narraciones. Las ilustraciones que mostramos son precisamente el fruto de su trabajo.
La publicación consta de dos partes -una sección en castellano y una en kichwa. Nuestro sueño es que los habitantes de la parte alta del río Tigre sigan contando y escribiendo sus historias, y recuperen y se enorgullezcan de su riqueza lingüística, como castellano y kichwa-hablantes. Este trabajo no hubiera sido posible sin apoyo de todos los apus de las comunidades que pertenecen a FECONAT, de la directiva de FECONAT, y sobre todo de la generosidad de los pobladores del alto río Tigre. El apoyo de Formabiap y de la Universidad de Oslo han sido invalorables.

LA MEMORIA COLECTIVA Y LA PLURALIDAD DE LA HISTORIA
Comencemos pues preguntándonos qué es la memoria colectiva y cuál es la relación entre la memoria colectiva y la historia? Partimos de que la memoria colectiva es el conjunto de acontecimientos considerados importantes en la vida de una comunidad o de un caserío, y las narraciones y recuerdos que las personas tienen de ellos. Es su historia.
En contextos de colonización como es el caso de la Amazonía, sin embargo, estas historias tienden a ser ignoradas o subsumidas a la historia oficial o dominante, que en muchos casos es la historia contada desde el punto de vista de los colonizadores. La historia escrita oficial tiende a excluir otras realidades y otras formas de vivir, de actuar, de percibir y de pensar en el mundo.
Este trabajo urge poner atención a las voces que han sido silenciadas, aquellas que no se escuchan y que no tienen espacio en una historia dominante. Esto significa reconocer la pluralidad de la historia, es decir reconocer que, en este caso, los pobladores del alto Tigre son creadores de la historia y del mundo. Este libro cuenta pues una historia subalterna. Escucharla puede contribuir a forjar alternativas y políticas adecuadas.
OCUPACIÓN TERRITORIAL SEMI-ITINERANTE Y
MOVILIDAD
Una de las características de la zona del alto Tigre, que además es muy común en la Amazonía, es la ocupación y control semi-itinerante del territorio y la gran movilidad de sus pobladores. En absolutamente todas las historias recogidas, las ancianas y los ancianos del alto río Tigre relatan, con mucho entusiasmo, sobre los traslados largos y duraderos de sus abuelos.
En efecto, a inicios del siglo XX la gente que vivía a lo largo de los ríos Curaray Bobonaza, Tigre, Conambo, Corrientes, Pastaza, Marañón y Huallaga, se trasladaba continuamente de un lugar a otro; dejaba su poblado y fundaba uno nuevo. Eran muchas sus razones para visitar y quedarse en distintos lugares. En los poblados del alto Bobonaza y alto Curaray (en Ecuador) se organizaban expediciones hacia el Huallaga para conseguir sal para consumo propio y para la venta. En canoas a remo viajaban pequeños grupos durante varios meses.
En otros casos, familias que buscaban alivio para alguna dolencia, iban en busca de hombres famosos por su habilidad de curar, mientras otras buscaban tierras donde establecerse o visitaban parientes, quienes con frecuencia los invitaban a quedarse. Muchos de los pobladores eran bilingües en kichwa y achuar, ya que las familias realizaban continuos viajes por el Corrientes y el Pastaza. Los matrimonios con jóvenes achuar eran usuales.
Las historias de las ancianas y ancianos del alto río Tigre confirman y coinciden con lo escrito por antropólogos y etno-historiadores, y con las crónicas de misioneros que han trabajado en la zona. Descola y Taylor describen que a inicios del siglo XX los asentamientos achuares se extendían desde la parte alta del río Morona hasta la parte alta del río Tigre, incluyendo las áreas regadas por el Huasaga, el alto Pastaza y el Corrientes.
Como he descrito en trabajos anteriores, los asentamientos kichwas, por su parte, estaban localizados en las zonas de los ríos Bobonaza, Curaray, Conambo, Pastaza, Tigre, Marañón y Huallaga. Amplias redes de parentesco y comercio unían a familias y poblados achuares y kichwas (Guzmán-Gallegos,1997; Naranjo, 1974 y Whitten, 19761).

EXTRACCIÓN, GUERRA Y COMERCIO
Ahora bien, la ocupación semi-itenerante del territorio, el movimiento de personas y familias, y la fundación de pueblos en el alto Tigre, han estado fuertemente influidos por diversas políticas nacionales y por la inserción en mercados internacionales, siempre basados en la extracción de recursos locales.
En las historias aquí contadas se destacan tres acontecimientos: el comercio del caucho, el conflicto armado con el Ecuador en 1941 y el inicio de la explotación petrolera. En el alto Tigre varios poblados se formaron alrededor de fundos caucheros. En la época del caucho, conocida como lechecaspi uras o cauchu uras, la gente entregaba leche caspi, balata y caucho a patrones y comerciantes.
Al tiempo del caucho, le siguió el comercio de la madera, de los cueros y las pieles. La gente entregaba caoba, cedro, tornillo, lupuna y vendía piel de tigrillo, cueros de huangana y venado. A cambio la gente recibía mercaderías. El intercambio era muy desigual, por lo que la gente vivía permanentemente endeudada. Al decir de uno de los ancianos: “no había balanza; la balanza era la mano del maderero, del comerciante, y entonces daban a la gente lo que querían”.
En la memoria de todos los ancianos está el conflicto armado entre Perú y Ecuador, en 1941, que tuvo consecuencias drásticas para la movilidad de la gente, las redes de parentesco y la ocupación territorial. La región del alto Tigre y del alto Pastaza estaba en disputa, desde las primeras décadas del siglo XIX, entre Ecuador y Perú, cuando la corona española decidió que esta región, que hasta entonces había estado bajo la administración de la Audiencia de Quito, pasase a ser administradas desde el Virreinato del Perú.
Para los habitantes del alto Tigre está decisión pasó desapercibida pero tomó nuevas dimensiones con el conflicto de 1941 y la redefinición de la zona limítrofe entre estos dos países. Hasta entonces, en palabras de una de las personas entrevistadas “no había ni Ecuador, ni Perú, todos eran lo mismo, allá y acá eran de los mismos grupos nativos”.
La redefinición de las fronteras y la intervención militar contribuyó a una nueva forma de ocupación del espacio. Los caseríos seguían siendo el producto del esfuerzo de varias familias, pero las casas comenzaron a construirse alrededor de la escuela. Los patrones de movilidad y migración cambiaron ya que la frontera estaba cerrada. En los nuevos poblados los militares nombraron autoridades, muchas de ellas ligadas a la extracción de recursos. Así, las amplias redes familiares y de comercio existentes fueron dramáticamente cortadas y la dinámica de fundación de caseríos cambió.

LA LLEGADA DE LAS COMPAÑÍAS PETROLERAS
Veinte años más tarde, a finales de la década de 1960 e inicios de la de 1970 comienzan las actividades exploratorias y de producción de petróleo en la cuenca del río Tigre.
En 1970, el Estado peruano entregó en concesión el bloque 1AB a la compañía estadounidense American Occidental Petroleum Corporation, conocida como OXY, y el bloque 8-8X a la compañía estatal PetroPerú. El bloque 1AB se extendía desde el alto río Tigre hacia el Corrientes y el Alto Pastaza. En el Tigre, en esa década, la OXY perforó varios pozos y estableció campos de producción, entre ellos Bartra y Shiwiyacu, así como una refinería en Marsella, desde la que se transportaba petróleo hasta Saramuro, una base aérea de operaciones en Intuto, utilizada también por PetroPerú, y más tarde una red caminos y oleoductos que unían los sitios de producción con la refinería. La llegada de las compañías petroleras significó la llegada de trabajadores foráneos, el desplazamiento de familias, la destrucción de chacras y de zonas de caza utilizadas por los pobladores indígenas.
El encuentro con las compañías petroleras, no sólo con las que tenían la concesión sino con sus contratistas, está grabado en la memoria de mucha gente y las experiencias podían ser estremecedoras. El relato de doña Georgina Vargas, moradora de Marsella, es un ejemplo. Georgina, todavía muy joven, estaba en su casa cuando de pronto escuchó un ruido ensordecedor producido por un helicóptero que sobrevolaba el patio de su casa. Desde el helicóptero, que no lograba aterrizar, lanzaron unas cuerdas por las que se descolgaron algunas personas. Al ver que eran unos hombres blancos y grandes, doña Georgina corrió aterrorizada a esconderse pues pensó que tal vez venían a matarlos. Los hombres cortaron un árbol de caimito que estaba en el patio y el helicóptero logró aterrizar.
Sus tripulantes sacaron carpas, ollas, y muchas cosas más, y comenzaron a armar un campamento. En ese lugar, que ahora le llaman la banda, había varias familias que fueron desplazadas. Los habitantes de Marsella fueron informados que esas tierras pertenecían ahora a OXY. Así, el estado peruano ignoró que el alto Tigre estaba habitado por pueblos que dependían del río, los bosques, las quebradas y las cochas.
Como ya había sucedido durante la Colonia con las misiones y en el siglo XX con las guarniciones militares y fundos madereros, las instalaciones petroleras se convirtieron en puntos de atracción. Los poblados existentes se desplazaron y surgieron nuevos en su vecindad. Para los pobladores del alto Tigre, la llegada de las compañías de exploración significó también la creación de nuevas posibilidades de ingresos, a pesar de que eran escasas.
En todas las comunidades, hombres, jóvenes y adultos, fueron contratados como mitayeros y trocheros. Ellos proveían de carne de monte y de pescado a los empleados de las compañías o trabajaban abriendo trochas. A cambio recibían dinero, en vez de mercancías como pasaba usualmente con madereros y comerciantes. Sus ingresos les servían para pagar las deudas que habían acumulado.
Si bien la presencia de los trabajadores originó el crecimiento del mercado de carne y favoreció a varios hombres que trabajaron como mitayeros, lo que ganaban no siempre beneficiaba a sus familias. Muchos de ellos gastaban sus ganancias en las cantinas del pueblo y casi no compraban nada para sus mujeres e hijos.
Los efectos de la llegada de muchos mestizos de Iquitos e incluso de más lejos, y el aumento del comercio, se sintieron profundamente en todo el alto Tigre. La forma de vida cambió y también la manera cómo la gente se veía a sí misma. Los jóvenes comenzaron a tener vergüenza de hablar kichwa y achuar, de trabajar en la chacra, de hacer ollas de barro, tinajas, mocahuas y shicras. Así pues, como nos relata su gente, la presencia de las compañías petroleras cambió literalmente los pueblos de la zona, los poblados, quebradas, lagos, bosques y hasta el mismo río. Se fundaron nuevos pueblos, y se reforzó la desigualdad relacionada con la extracción y el comercio. No solo el carácter de los caseríos cambió social y lingüísticamente, sino también la riqueza de las chacras, bosques y ríos”.
Es parte de la interesante presentación de la Dra. Guzmán. Otra parte de sus comentarios e información lo pasaremos en breve, al considerarse tan importante conocer estudios como este que nutrirán a la construcción de nuestra historia regional como Loreto y como parte de la Amazonía peruana y latinoamericana.
(Diana LM.)