¿Qué se está haciendo hoy en el área de lo que fue el Lote 1AB?

  • Un rápido recuento de fechas, acciones y voces para apreciar valores y alcances de este proceso.

En marzo, el Organismo de Evaluación y Fiscalización ambiental (OEFA) estuvo en la cuenca del Pastaza identificando nuevos sitios impactados; algunos de ellos serán incluidos en el próximo grupo de sitios que el Fondo Nacional del Ambiente (FONAM) debe priorizar para acciones de rehabilitación ambiental. Esta misma labor de identificación se hará en la cuenca del Tigre y el Corrientes a partir de la segunda semana de abril.
A su vez, FONAM también interviene en la zona. Luego de priorizar 32 sitios contaminados (junto con MINEM, MINAM, MINSA, MINAGRI, MIVCS y las federaciones indígenas) para acciones urgentes de rehabilitación ambiental, y luego de seleccionar en concurso público a empresas especializadas, por fin se iniciará el trabajo de campo para identificar metodologías adecuadas de intervención (caracterización de la zona, diseño de propuestas, etc.). En las cuencas del Tigre y el Pastaza lo hará el consorcio ECODES-VARICHEM, a partir de la segunda semana de abril, por más de 30 días en el lote. En el Corrientes lo hará la empresa JCI-HIDROGEOCOL las siguientes semanas.
Un tercer nivel de intervención la ejecuta el PNUD, quien es responsable de elaborar un Estudio Técnico Independiente (ETI) por medio de la participación de 18 especialistas internacionales de disciplinas tan diversas como biología en agua y suelos, ingeniería química, ecología, toxicología, antropología, entre otras. Este equipo compilará y analizará información de la historia ambiental del lote, recorrerá áreas contaminadas, comunidades, entre otros. Luego harán un informe con recomendaciones de alto estándar y criterios integrales, que servirá de referente a las empresas remediadoras del FONAM y otras prácticas de remediación. El trabajo de campo del ETI concluirá a finales de abril.
Pero ninguno de estos niveles de intervención sería pertinente y profundo si no contará con la participación y vigilancia activa de los monitores ambientales de las comunidades y otros actores indígenas.
“Al final, nosotros hemos venido para aprender de ustedes” dijo Margarita Núñez a monitores y traductoras, hombres y mujeres, achuares, kichwas y quechuas durante uno de los talleres previos al trabajo de campo del ETI. Margarita es bióloga, coordinadora del equipo técnico ETI, el cual ha sabido notar el valioso y sustancial aporte de los monitores al proceso.
Lo mismo piensa Etelvina Chino, comunera de Nuevo Andoas que participa como traductora en el proceso; “[los monitores] conocen los lugares impactados y son moradores, vivientes de acá, conocemos nuestra realidad”. Además resalta su perfil comunicador, “a través de ellos también somos todos participados, ellos nos explican mejor”.
Elmer Hualinga, coordinador del programa de monitoreo de la federación quechua FEDIQUEP, ve además una dimensión de vigilancia en su labor. “Nosotros como monitores independientes estamos fiscalizando que se haga un buen trabajo”. El compromiso es fuerte, los monitores son parte de la historia de estas acciones; “mediante los monitores [hace] mucho tiempo hacemos levantamiento de muestras, denuncias, mediante eso estamos logrando que PNUD entre a ser estas evaluaciones para que ellos recomienden”. Esto también es un logro de ellos.
Además la experiencia es valiosa para su propia formación técnica. A Roberto Sandi, monitor de la comunidad achuar Nueva Jerusalén, le preguntamos por qué es importante acompañar al ETI; él respondió sencillo y directo: “para ser monitores”. Luego continúa: “antes monitores trabajaban, exigían, pero empresas engañaban, decían remediar bien y total no [lo hacían], por eso necesitamos más capacitación, más experiencia para saber bien”.
Monitores ambientales, vigilantes, fiscalizadores, comunicadores, aprendices y expertos; ellos son todo eso al mismo tiempo.
La historia de daño que ha escrito la actividad petrolera en esta zona es también una historia de engaños. Lo que durante décadas fue informado (si es que se informaba) a las comunidades como “remediación ambiental” solo fue una cruel pantomima.
Nuevamente, Roberto Sandi lo precisa. Al preguntarle si alguna vez Pluspetrol hizo algo para remediar la contaminación en el 1AB, él responde que sí, “pero no ha hecho bien”, aclara. “Como en Dorissa, hay unos diez o quince puntos y no está remediado bien, Pluspetrol metía máquinas, tractores, y lo han tapado nomás [al crudo]”.
El presidente de la federación achuar FECONACOR, Carlos Sandi Maynas, agrega: “Pluspetrol se esquiva lo que es su responsabilidad, y como el Estado es su padrino, o es su compadre, no quiere exigir [le]. El Estado es quien ha permitido hacer destrucción en nuestro territorio”.
“Nosotros queremos que remedien lo que hace daño, la contaminación”, dice Salomón Huamán de la comunidad achuar Antioquía. “Siempre decimos que el Estado viene a engañar, por eso no tenemos mucha confianza, nosotros queremos exigir que la empresa haga buen trabajo”, agrega Saqueo Sandi, de Nueva Jerusalén. Ni el Estado, ni las petroleras tienen la confianza de la gente.
Etelvina, de la federación FEDIQUEP, expresa la frustración de esta historia. “Se ha visto que nunca nos han hecho caso, por eso la federación ha visto que influyan otras organizaciones y que a través de ellas lleguemos al Estado; esperemos que asuman su responsabilidad tanto el Estado como las empresas”. Ella, como las federaciones, desea que el trabajo de PNUD incida directamente para que el Estado y las empresas cumplan con sus obligaciones y mejoren sus prácticas históricas y parámetros de bajo estándar, los cuales han generado, acumulado y perpetuado tanto daño e incertidumbre frente a la vida en estos pueblos.
Este proceso no es casual. Diez años de monitoreo ambiental indígena, federaciones indígenas trabajando articuladas, una agenda frente a la problemática socioambiental generada por la contaminación petrolera, algunas acciones concretas que van abriendo nuevo procesos; nada es casual. Representa años de luchas, diálogos e incidencia de varias comunidades y distintas organizaciones indígenas, movilizadas en favor del cumplimiento de derechos.
La remediación, rehabilitación, restauración, o la “sanación” o “resanado” (como la llaman los propios monitores indígenas), aún no se ha logrado; es claro que eso no sucederá de inmediato. Pero definitivamente la contaminación no se abordará (no debe abordarse) de la misma manera luego de las reflexiones, acciones, recomendaciones y aprendizajes que se den en los próximos meses. Normas, metodologías, participaciones, deberán cambiar para una mejor protección ambiental y de la población. El Estado debe verse obligado a corregirse y cumplir su rol garante de derechos.
Como hemos visto, es clave en esto garantizar participación y vigilancia indígena para (también) remediar la tan devaluada credibilidad que tiene el Estado. Por ahora, pese a los pequeños pero importantes pasos dados, todo tiene aún frágil apariencia; en el Perú nada se sabe sobre el día de mañana.
Clever Cruz, quechua de Nuevo Andoas, sintetiza bastante bien el sentir de las comunidades frente a la incertidumbre: “No me vayan a jugar, el día que me jueguen mal, el indio ese día se levanta, el indio ha nacido de pie no de rodillas”.
(C. Ampuero/R. Pita)