Piensas: ¡¡¡Gracias por regalarme tu salud…!!!

Fernando Herman Moberg Tobies
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@FernandoMobergT

 

 

 

Carlos corre desesperado, sus pensamientos vuelan con las lágrimas que bajan de su rostro, las personas lo miran pasar, Carlos se resigna a creer que ya no podrá verla, corre pidiendo al cielo y a la tierra que retroceda el tiempo y que no sea verdad.
Llega a la esquina de su casa, mira que hay una multitud fuera del lugar en donde vive, sus pasos se detienen, el sonido de los vehículos desaparecen, sus pies se resisten a moverse, está paralizado, sólo mira hacia su hogar, sus pensamientos se han detenido, Carlos siente cómo su piel se encoje y aprieta, cae al piso sin perder la mirada de donde ya no podrá verla salir ni entrar todos los días.
Su hermana va hacia él y varios de los presentes la acompañan, hacen sentar a Carlos en la vereda mientras le dan algunos detalles de lo acontecido y lo abrazan. Carlos acaba de sacar su título profesional, hizo un préstamo empeñando su trabajo y tiempo para poder enviar a su madre a la capital a tratar el cáncer que la consumía, pero de nada sirvió, el tiempo no le esperó, su esfuerzo llegó tarde, su madre ya no está.
Se levanta, ya no hay lágrimas, el dolor ha silenciado cada reacción hasta dejarlo desorbitado, da unos pasos y con cada uno aparecen recuerdos de la gratitud que siente hacia su madre. Ingresa a la casa que estaba levantando para ella, no puede aceptar que en la misma sala en donde en mecedora lo esperaba para almorzar ahora esté un cajón que se irá con el cuerpo de la mujer que más ama.
Carlos se desespera, las emociones explotan en su interior, se mezclan el amor, dolor, pena, nostalgia, sufrimiento, ansiedad y más sentimientos, no puede aceptar que todo su esfuerzo no haya servido para nada, siente que su vida se queda sin sentido, abre el ataúd y varios quieren acercase, él les pide que no lo hagan y lo miran sin entender qué es lo que hace.
Sus lágrimas caen al rostro de la mujer que empujó cada uno de sus sueños, Carlos la acaricia: «¿Mamita por qué te vas? ¿Qué ha pasado mamita? ¡Por qué no me has esperado para poder devolverte todo lo que has hecho por mí!».
Se mete al ataúd, se hecha al lado de la mujer que huyó del terrorismo en selva alta para poder criar a sus hijos sin maldad en otro lado, abraza a su madre, todos los presentes están inmóviles, asombrados, sin saber qué hacer ni qué decir, saben del amor y gratitud que caracteriza a Carlos con su familia.
«Mamita porque te has ido, tenía muchas cosas que decirte y agradecerte. Gracias por regalarme los años de tu juventud, dejaste tus sueños y tantas cosas que habrás querido hacer slo para criar con amor a tus hijos. Gracias mamita por regalarme tu salud y cansancio que terminaron llevándote de mi lado. Gracias por dejar tu belleza y caprichos para estar a nuestro lado¿Qué haré ahora sin ti? Si todo lo que hacía era para poder darte esta casa y que vivas tranquila, y ahora…»
Se acercan a pedirle que salga del cajón que acabará bajo tierra alejando de sus ojos a lo que más ama, le explican que si está abierto el aire no ayudará a conservar más tiempo el cuerpo. Carlos se levanta, besa en el rostro a su madre, la acaricia y mira nuevamente, los recuerdos desde que era un niño empiezan a aparecer, cada palabra, cada lección que le enseñó.
«Hijo nunca hagas daño a nadie por más que te hagan lo que te hagan; pero eso sí, siempre hazte respetar, qué nadie te haga creer que eres menos solo porque algo no tienes», «No llores Carlitos, así es la vida hijo, a veces se pierde y a veces se gana, pero la venganza no es buena para las personas que sí creemos en el bien amorcito», «Toma hijito, feliz cumpleaños, es poquito mi amor pero ojalá puedas ir y comprarte aunque sea un polito nuevo para que pases tu cumpleaños», «Nunca reniegues de lo que tienes que comer hijo, tú no sabes lo que tengo que hacer para traerte algo dignamente y te alimentes, pero veré cómo le pongo aunque sea un huevito», «A mí no me debes nada hijo, todo lo que hago, lo hago porque lo quiero y nadie me obliga, así que deja de pensar en hacer cosas para mí, piensa y sueña lindas cosas para ti por favor Carlitos».
Carlos se siente derrotado, su cuerpo le pesa, sale y se sienta en una de las sillas que están poniendo para recibir a los amigos y familiares que se vendrán, se acercan a darle el pésame y él responde en automático con palabras básicas y repetidas, está desconectado, perdido en sus ideas, había dejado una beca en Europa porque tenía que trabajar para cuidar a su madre, había rechazado tantas oportunidades y se fue, como se fueron tantas cosas que anhelaba y las desechaba en silencio por amor, y siente que de nada sirvió.
De pronto aparece en sus pensamientos, escucha su voz y se asusta, se levanta y camina alejándose de su casa, su madre vuelve a sus pensamientos, «Carlitos, no tengas miedo hijo, todo lo que has hecho ha servido para sentirme e irme como la mujer más feliz del mundo de tener a un hijo grato como tú, que se ha esforzado por cuidarme tanto, hijo yo estoy agradecida y me voy muy contenta de ver que dejo a alguien que cambiará a la sociedad, no te detengas, esto es sólo una prueba más, siempre estaré presente, adelante hijo, tú tienes que avanzar, tienes que conquistar, tienes que demostrar todo lo que yo, tu madre, te he enseñado».
Se detiene, se sienta, analiza cada situación por la que pasó, por las que bordeó, recuerda las ocasiones en las que tuvo que adaptarse para poder continuar, las lecciones, los retos, las consecuencias, pero sobre todo siempre ha tenido presente antes de tomar una decisión en cómo su mamá tomaría la noticia cuando él le contase, y de acuerdo a eso, decidía.
Suspira, se siente reconfortado, real o no, parte de su subconsciente cerebral o acto sobrenatural, Carlos se levanta más tranquilo, camina de regreso a casa para recibir a los que vendrán a demostrar la gratitud del apoyo que él alguna vez dio desinteresadamente y solo espera verlos venir a dar el adiós a la mujer más importante para él en el mundo, su madre.

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