NOVENO DÍA de emergencia por coronavirus en Iquitos

  • Las noches siguen transcurriendo, como cuando se está con corona o sin coronavirus.

Al igual que los días. Son los hechos los que cambian en los diversos horarios, los acontecimientos que se vienen registrando en la coyuntura de un mal que jamás se imaginó, que muchos asimilaban algo parecido únicamente al ver películas lejanas. O por lo menos, que nunca se pensaba que iban a golpear nuevamente como una plaga o calamidad a la humanidad. Calamidad que viene dejando y seguirá dejando muertos en todo el mundo.
Otro día más de emergencia por coronavirus en el Perú. En Loreto se siguen reportando casos, en Indiana y en Iquitos. Aún no se disemina el virus por otras provincias o distritos y ojalá siga así. Ayer martes calles vacías, colas en bancos privados, en agencias de depósito y retiro de dinero al extranjero. La Cámara de Comercio igual cerrada y desolada en ese edificio que siempre ha parecido fantasmal.
Como aquellos hijos de la calle que andan arrastrados por las veredas, semidesnudos y medio locos en las avenidas principales. Personas que viven cuidando motos, que ahora les sobran cartones ya que no hay vehículos donde colocarlos. Más tristes que nunca, porque ellos tampoco han sido beneficiados con el bono de 380 soles.
Policías siguen cerrando calles en previsión de más desplazamientos del virus. Otros acostumbrados a pagar puntualmente sus deudas, haciendo colas para cancelar recibos en telefónica. En algunas panaderías se observa que la venta de pan está escaseando, lo que no falta por ahora es el humarí, llamada mantequilla loretana.
La muerte helada e invasiva no se queda quieta y elige a quien tiene que partir. Ayer se pudo ver un sepelio por la Av. Del Ejército, dos carros únicamente. El llanto y el dolor por la partida de su ser querido, mojaba las mascarillas que llevaban en el rostro. Algunas motos seguían el cortejo fúnebre.
Niños al lado de padres, sin mascarillas por Pampa Chica, personas comprando en mercadillos o en casas particulares. “Dejen vender carajo” expresó un motocarrista al ver tomar fotografías por donde expendían los productos. El mercado de la zona sí pertenece más cerrado, solo algunos vendedores acuden.
Se observa igual cisternas llevando agua a Santo Tomás y otras zonas donde no hay líquido. La Av. Quiñones, más vacía que antes. Una panorámica desde el puente del colegio CNI permite ver mejor la franja negra de asfalto. Mientras el esperado mall de Iquitos, sigue en stand by.
Llamó mucho la atención al ingresar a los servicios higiénicos del Gorel. En los minutos que se pudo permanecer, se escuchó entrar a unas tres personas. Entraron, se ocuparon y salieron sin jalar la cadena, sin lavarse las manos y sin jabonarse. Pese a que esos baños sí cuentan con esos productos. Realmente una cuestión de educación, a no dudarlo.
La policía y los militares siguen trabajando arduamente para que contengan a esa masa irresponsable que sin ton ni son siguen saliendo a las vías públicas, lo que puede generar la transmisión comunitaria y ahí ni quien nos salve. Los malabaristas en la calle no pierden de ganar alguito, tampoco están en los bonos del MIDIS.
Finalmente, hay que ser malabaristas y seguir haciendo malabares para que el mal no nos agarre como una tenaza gripienta que nos pueda paralizar por un buen tiempo o llevar de una sola, al otro lado. A ese lado del que no vuelve nadie.
A seguir haciendo fuerza para resistir en el interior de las casas.