Maestro peruano qué grande eres

  • Hoy más aprendiz y entregado que nunca

Por: Menotti Juan Yáñez Ramírez
menottivi@yahoo.com

En el día de la celebración del Día del Maestro en nuestro país, quiero remontarme al pasado para rememorar a aquellos maestros que forjaron a brazo partido a lo largo de la historia las generaciones a quienes les cupo asumir responsabilidades en los diferentes ámbitos de nuestro país y también conducir sus propios destinos. Mi homenaje a esos “profes” que sin ayuda mayor que una pizarra, unas tizas y su sapiencia, supieron dar lo mejor de sí sin escatimar esfuerzos, superando las inclemencias del tiempo, las distancias, la falta de materiales, lo tardío de sus sueldos, el abandono de sus entes rectores y aun así, siguieron en la brega pensando que su sublime tarea haría de sus alumnos mejores personas y consecuentemente tendríamos una sociedad mejor.
El devenir del tiempo, los descubrimientos científicos, los avances tecnológicos, instaurándose las TICs (Tecnologías de la Información y las Comunicaciones), han hecho del mundo de hoy un verdadero problema generacional y educativo también; migrantes digitales versus nativos digitales y en ese ínterin, procesos de aprendizaje incesantes, cambiantes y rápidos. Pero justo ante el problema aparecen las soluciones. Hoy los entornos virtuales se han convertido en el espacio privilegiado para todo, y los que tienen internet así lo viven y entonces tenemos maestros prestos a adaptarse, a aprender sobre la marcha para pronto volver a enseñar, y sumergirse en la trilogía aprender, desaprender y reaprender pero rápidamente, sino “ya fuiste” como dicen los millenials, habiendo cambiado su lenguaje: aula por aula virtual, colegio por plataforma, clase por zoom, preguntas por kahoot o slido e inmersos en ese mundo seguir aprendiendo para poder seguir enseñando más y mejor. Y para aquellos que no tienen internet, tenemos los maestros más “duros”, osados, intrépidos, aventureros, emprendedores de aquello que aman hacer y por ello nada los detiene: los que van en bicicleta con su pizarra a cuestas para buscar a los alumnos que no tienen acceso a internet, los que a caballo remontan las alturas de Piura para hacer sus clases conservando la distancia social al aire libre, los que suben al cerro más alto para captar la “señal” y poder usar un poco de la tecnología, los que hacen campañas un niño un radio por que las ondas de la radio son las únicas que llegan a sus comunidades en la ribera de los ríos. Entonces cómo es que decimos que el Perú no es un país de oportunidades, la tan vapuleada educación peruana nos da una luz en el camino de las oportunidades, tenemos verdaderos maestros y eso es garantía de futuro, de una sociedad mejor, de un mundo más educado y un “mundo más humanizado donde podamos vivir en paz y tranquilidad todos los seres del mundo”, como dijera Mario Fortino Alfonso Moreno Reyes, más conocido en el ámbito artístico como Cantinflas.
El siglo XXI nos envolvió con sus retos y nos golpeó con una pandemia, donde emergió lo mejor de los seres humanos, pero también afloró lo peor, enseñándonos que no es más educado el que ostenta títulos nobiliarios y poder, sino aquel que trata a los demás como quisiera que lo traten. El verdadero maestro busca en los maestros del pasado su experiencia y sabiduría para emprender el camino que lo ha de llevar a ser adaptable al cambio permanentemente.
Y para poder comprender con claridad del rol protagónico que encarna un maestro en estos tiempos, permítanme esbozar una definición sencilla y profunda del concepto de educación parafraseando al Licenciado Efraín Gonzales Luna Morfin, quien fuera Secretario de Educación Pública del Estado de Jalisco en México “Educación: es el proceso de actualización consciente y libre de las capacidades de perfeccionamiento de los seres humanos… es sacar algo que está implícito, es manifestar algo que está escondido, desplegar algo que esta enrollado”. Esta definición postula por lo integral de la educación, abarcando para ello dimensiones como la corporalidad, la creatividad, el carácter, la sociabilidad, la afectividad y la espiritualidad, funcionando todas ellas cual electrones al átomo. Y no solo ello, sino nos revela que educar no es llenar al alumno de conocimientos, sino hacer florecer sus fortalezas, activar sus saberes previos, contrastar la información que posee y validarla, reconocer sus debilidades; en suma hacerlo más humano y así podremos decir que estamos contribuyendo a su educación.
Cuando reflexionamos y meditamos sobre el acto educativo, caemos en cuenta que la definición esbozada en el párrafo anterior aún está lejos de consolidarse, y eso debido a múltiples deficiencias que existen en nuestro sistema educativo, que parten desde el diseño del currículo, de su pertinencia y que el destacado educador italiano Francesco Tonucci, plasma con una lucidez y transparencia en esta cita: “las experiencias educativas no están diseñadas ni mucho menos pensadas con ojos de niño, sino con aquellos del adulto, es más, con aquellos del experto en educación, del pedagogo, que sabe lo que es necesario para hacer crecer a un niño, lo que hay que enseñarle de modo tal que un mañana pueda ser un adulto que sepa responder a las expectativas de nuestra sociedad. Sabe también, que para lograr este objetivo, el niño deberá soportar propuestas extenuantes y a veces incomprensibles, pero está convencido de que esto es necesario para su mejor educación”. Esa es la realidad y ella es la que tenemos que revertir.
Y en ese contexto, el maestro -el verdadero maestro- ha de enarbolar el estandarte de la sabiduría, de las capacidades, de la horizontalidad, pero fundamentalmente del amor, del amor por lo que hace, del amor a sus alumnos, del amor a su país, del amor a sí mismo. Es indispensable ese perfil de maestro, donado, presto, impetuoso, febril, creativo, sabedor de la precocidad de sus alumnos en el aprendizaje, nervio del placer y la emoción de aprender, promotor de la sociabilidad como competencia indispensable para poder vivir en comunidad, capaz de posponer la entrega de contenidos académicos, para resolver los problemas que aquejan a niños y jóvenes y que con su aporte a la pronta solución de los mismos, estará ayudando a trazar un camino que tiene como norte el aprendizaje y como consecuencia de ello la resolución de los conflictos que la vida nos depara a cada momento.
Loor al maestro en su día y larga vida a aquellos que han abrazado este apostolado y no dudan en dar lo mejor para ver a sus alumnos avanzando hacia sus logros, y como dice su himno: Somos lo que hemos querido ser, maestros de ayer hoy y siempre y si volviéramos a nacer lo seríamos nuevamente………
Gracias Maestro,
eterno aprendiz y más
entregado que nunca.