Los motocarristas de la «125» y la felicidad de dar

Por: José Álvarez Alonso

Leo en el periódico que la «Asociación 125» de motocarristas está haciendo cosas extraordinarias: hace un tiempo ya hicieron noticia ofreciendo sus servicios gratuitamente a los ancianos del asilo para pasearlos por la ciudad. Hoy están haciendo lo propio con los enfermos de SIDA del hogar «Algo Bello Para Dios», que dirige con tanto carisma y dedicación el P. Raymundo Portelli. Todos sabemos que los motocarristas viven al filo de la economía: «apenas saco para comer», me confesó un amigo motocarrista hace unos días. Y sin embargo, en su digna pobreza, a los amigos de la «125» todavía les sobra para compartir con otros más pobres, los ancianos y los enfermos de SIDA.

Don Marden Yumbato es el presidente de esta modélica asociación, que cuenta con el apoyo de otro dinámico dirigente de motocarristas, Don Julio Rodríguez, y ha declarado que la misma tiene por finalidad «dar de lo poco que tienen a las personas más necesitadas». A quién no le viene a la mente el comentario de Jesús cuando observó a una pobre viuda depositar dos moneditas en la alcancía de las ofrendas del templo de Jerusalén: «Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el arca de las ofrendas más que nadie. Porque los demás han echado de lo que les sobra, pero ésta, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir. » (Mc 12, 43-44)

No me cabe duda que los grandes ciudadanos de la Asociación 125 van a recibir por su generosidad mucho más de lo que están dando: «Hay más felicidad en dar que en recibir» (Hechos 20,35). Qué gran verdad hay en eso: quien comparte de lo poco que tiene no sólo da más, sino que recibe más, pues enriquece su corazón, su vida, al repartir felicidad a los demás.

Quien nunca dio nada sin recibir nada a cambio, y especialmente, quien nunca compartió gratuitamente a favor de otros su tiempo, su esfuerzo, su dinero, no puede saber qué es esto. Tanto es así que cuando algunos escuchan de alguien que hace algo por los demás, sospechan que hay intereses turbios detrás, buscan tres pies al gato, y tratan de descalificar sus méritos: «se está llenando de plata», «le pagan por eso», «es un izquierdista subversivo», etc. etc. ¿Cómo un mezquino egoísta puede entender al generoso? «Piensa el ladrón que todos son de su condición», reza el antiguo proverbio.

Paradójicamente, en nuestro medio los que más tienen suelen ser los que menos dan. Aunque sé de algunas donaciones «discretas» de personas acomodadas para obras sociales, no son muy frecuentes. Ahí están para demostrarlo las extraordinarias obras sociales que impulsa el P. Raymundo (el citado «Algo Bello para Dios» y el albergue para drogadictos Talita Cumi), que se encuentran en gravísimos problemas, porque no tienen fondos para pagar el alquiler, pago de servicios, alimentos, medicinas y otros gastos. Mientras, empresas y empresarios -que se enriquecen con los recursos naturales de la región o con el comercio- hacen ostentación de sus riquezas con carros último modelo, construcciones suntuosas, fiestas altisonantes…

Felizmente, vemos que en esta sociedad no todo es individualismo egoísta: ¡Qué  alegría saber que todavía hay gente decente, generosa, desinteresada, altruista, solidaria en esta ciudad cada vez más individualista, insolidaria, competitiva y ‘metalizada’! Esos valores están pasados de moda para muchos, ahora que todo es plata, éxito personal, consumismo, derroche ostentoso -de los que tienen-, placer, diversión, etc. etc. Egoísmo encumbrado hasta el mísero olimpo (con minúscula) de los pseudovalores que prevalecen en buena medida en las consumistas sociedades modernas.

¡Y qué bueno saber que sea el que da el ejemplo justamente un sector como el de los motocarristas, considerado por muchos como marginal, con una mala fama ganada debido a la inocultable presencia entre ellos de un número de antisociales y delincuentes! Porque la gente esforzada y decente que son la mayoría de los motocarristas no tiene la culpa de la existencia entre ellos de gente desaprensiva, que maltrata y pone en riesgo al pasajero, viola constantemente normas de tránsito, tortura a sus colegas, pasajeros y vecinos con sus tubos de escape libres, usa el motocarro como instrumento de robo, asalto y violación, etc. etc. Quien tiene la culpa de este impune accionar son las negligentes autoridades municipales y policiales, que no actúan como es su obligación en defensa de la población, sacando de las calles a esos jovenzuelos desquiciados -y algunos adultos infantiloides- que han convertido a las calles de Iquitos en tierra de nadie.

Esperamos que cunda el ejemplo de la «Asociación 125», y que estos ejemplares ciudadanos nos sólo sigan ayudando a otros, sino que inculquen entre sus socios y colegas motocarristas no sólo la solidaridad con otros, sino el respeto a las normas de tránsito y de convivencia. Y, por favor, amigos de la «125», ¡no permitan que sus socios circulen sin el obligatorio silenciador! Ese sería otro gran servicio a los enfermos, ancianos y estudiantes…

Marden Yumbato y los miembros de la gloriosa «Asociación 125»: ustedes son un ejemplo, un modelo para esta ciudad y esta región, donde tantas llamadas «autoridades» han caído tan bajo debido a su miseria moral, falta de escrúpulos y ambición desmedida, y donde tantos llamados «profesionales», que ostentan un título y tuvieron el privilegio de estudiar una carrera universitaria, desdicen de su juramento y prevarican en el ejercicio de la profesión o en sus cargos… Gentes que no sólo no apoyan gratuitamente a otros jamás, sino que ni siquiera cumplen muchas veces con las obligaciones por las que reciben un sueldo o para las que fueron elegidos…

Desde esta humilde columna les transmito mi respecto y admiración, amigos motocarristas de la Asociación 125. Con muchos como ustedes esta ciudad sería otra, mucho más humana, habitable y próspera, sin duda.