LORETO EN EL ESPEJO DEL TIEMPO

(A Propósito del Bicentenario de la República)

PRIMERA PARTE

Por: Aristóteles Álvarez López

I. EL VUELO DEL ÁGUILA Y SU OCASO
La Dinastía de los Austrias, heredera del Sacro Imperio Romano Germánico (familia de los Habsburgo), sucedió a los Reyes Católicos en los Reinos de Castilla- Aragón y sus dominios, a la muerte del rey Fernando de Aragón (“El Católico”) el 23 de enero de 1516. El nieto de ambos: Carlos I de España y V de Alemania, en adelante Carlos V de España -como es conocido en la Historia (1516 – 1527), hijo de Juana “La Loca” y Felipe I “El Hermoso”, asumió el Gobierno del naciente imperio español cuyos dominios comprendían cerca de la mitad de los territorios de Europa y las extensas posesiones de ultramar.
En febrero de 1516 se iniciaba la construcción de lo que sería el Imperio más vasto que la humanidad conoce hasta hoy. Es célebre la frase atribuida al emperador Felipe II de España (1527 – 1598), quien decía: “En mis dominios no se pone el Sol”.

El Emperador Carlos V
Aguafuerte del año 1520, obra de Gerónimo Hopfer


Esta dinastía gobernó España durante dos siglos (XVI y XVII). En este período florecieron la economía, la ciencia, la cultura y el arte hispanos. Desde la reconquista de Granada por los Reyes Católicos y el siglo XVII se conoce como “El Siglo de Oro” de la literatura española, donde destacan –dicho sin ningún orden- Miguel de Cervantes Saavedra y su célebre ‘El Ingenioso Don Quijote de la Mancha’; Lope de Vega y su ‘Rimas Humanas y Divinas’; Alonso de Ercilla y su ‘La Araucana’; Garcilaso de la Vega y su ‘Carpe Diem’; Pedro Calderón de la Barca y su ‘Gran Teatro del Mundo’; Francisco de Quevedo y su ‘La Vida del Buscón’; Luis de Góngora y sus ‘Soledades’; el jesuita Baltazar Gracián y su ‘El Criticón’. Este clérigo enseñaba la necesidad de la concisión y claridad en el uso del lenguaje, para mejorar la comunicación y el entendimiento entre los hombres, decía “De lo bueno poco, si breve, dos veces bueno; si malo, menos malo”; entre muchos otros escritores, que despertaron la imaginación en los niños y adolescentes de habla hispana.
En noviembre de 1700 murió el último de los emperadores españoles de la dinastía de los Austrias, Carlos II de España (1665 – 1700), “El Hechizado”, sin dejar descendencia. Los problemas sucesorios que derivaron de este hecho, sumió a España y toda Europa en una larga guerra que duró cerca de 13 años. La llamada “Guerra de Sucesión”, que enfrentó a las Dinastías de los Austrias y los Borbones (de origen francés), y sus respectivos aliados, por el control del imperio español; guerra al que algunos historiadores consideran la primera gran guerra mundial, porque comprometió la totalidad de los ejércitos de las grandes potencias de la época, muriendo decenas de miles de hombres en combate (algunos historiadores hablan de cientos de miles).
En realidad, la “Guerra de Sucesión” encubría la lucha por la hegemonía geopolítica en el mundo, que terminó en 1713 con el Tratado de Utrecht; guerra que se prolongó algunos años más al interior de la propia España (hasta 1715), debido a la guerra civil interna en la que derivó. Esta gran guerra marcó el principio del largo ocaso del imperio español, conocida en su época como “La Monarquía Católica” -que sus detractores la llamaban el Imperio de la Cruz y la Espada-, primero con la pérdida de sus posesiones europeas y en el siguiente siglo con sus demás dominios en el mundo; terminando este declive con la Independencia de Cuba en 1898. Diversos factores confluyeron en la caída de este imperio, entre cuyas causas relevantes están la corrupción y el tráfico de los cargos públicos. El desenlace de esta larga guerra marcó el surgimiento de un nuevo imperio: Inglaterra (Reino Unido).
Felipe V (1701 – 1746), el primer monarca español de la Dinastía de los Borbones, de origen francés -como se ha dicho-, inició la sustitución progresiva del sistema administrativo de los Austrias. La nueva dinastía aplicó la política de “centralización” administrativa monárquica, de tradición francesa, en oposición a la política “federalista” monárquica, de inspiración austríaca. Los Borbones procuraron reunir en manos del monarca y sus colaboradores más cercanos toda la tarea del gobierno y la economía. Debe resaltarse que la referida Guerra de Sucesión dejó la economía hispana y sus colonias en completa ruina.
El poderoso Consejo de Indias de España, que fue durante Los Austrias el supremo órgano rector de los virreinatos americanos, con amplios poderes en los más variados asuntos de gobierno, fue desplazado progresivamente hasta convertirse prácticamente en un órgano consultivo. Al respecto, el historiador español Alfonso Gonzáles señala que la nueva dinastía borbónica “Creó las Secretarías de Estado –los futuros Ministerios- y tendió a concentrar en sus manos la totalidad de los asuntos de gobierno (…), que supuso una gran confusión de atribuciones y la relegación a un segundo plano de los Consejos” [entre ellas, la crisis del Consejo de Indias].()

Carlos V y Francisco Pizarro

II. EL VIRREYNATO DEL PERÚ EN EL SIGLO XVIII
Las Reformas Borbónicas, en los ámbitos económico, político y territorial, fueron un verdadero desastre geopolítico para el Virreinato del Perú, pues conllevaron su desmembramiento territorial, con la creación del Virreynato de Nueva Granada, cuya jurisdicción incluía lo que hoy son los territorios de Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá, así como los territorios de lo que constituían las Misiones de Maynas y que hoy constituyen –en parte- la Amazonía del Perú. La sede administrativa del nuevo virreinato fue la ciudad de Santa Fe de Bogotá, hoy capital de la República de Colombia); creada por Real Cédula en 1717, suprimida en 1723 y restablecida definitivamente en 1739. El Virreynato del Río de la Plata, que comprendía lo que hoy son los territorios de las Repúblicas de Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia y parte de Brasil. Este virreinato, también bioceánico, pues contaba con salida al Océano Pacífico con territorios ubicados al sur del Virreynato del Perú, tenía su capital la ciudad de Buenos Aires (actual República Argentina); fue creada por Real Cédula en 1776. Además, se crearon las Capitanías Generales de Venezuela (1777), y Chile (1778); entre otras.
Esta reconfiguración política-administrativa- territorial en el siglo XVIII significó una gigantesca pérdida geopolítica para el Virreinato del Perú, que comprendían hasta entonces los vastos territorios hispanos a ambos lados de los Océanos Pacífico y Atlántico, instituyéndose nuevos centros de poder virreinal, y sentando las bases territoriales de lo que serían los países de la América Latina de hoy.
Este período fue trágico para los intereses del Virreinato del Perú (del que somos herederos, por el mestizaje racial, como también en los ámbitos geopolítico, cultural, etc.; al igual que somos herederos del Imperio Inca; período que –a mi parecer- no ha sido suficientemente estudiado por la historiografía nacional. Hablando genéricamente, se sabe que tales reformas fueron patrocinadas por altos funcionarios monárquicos del llamado “despotismo ilustrado”, de inspiración francesa, durante los reinados hispanos de Felipe V (1701- 1746), Carlos III (1747- 1788) y Carlos IV (1788 – 1808); quienes rigieron el gobierno español –valga la redundancia- durante el siglo XVIII y principios del XIX, en que se implementaron las anotadas Reformas Borbónicas.
El expansionismo inglés para hacerse de nuevas posesiones territoriales en América y las pretensiones del expansionismo territorial portugués en Sudamérica, fueron las principales razones que sirvieron de justificación para la creación de los nuevos virreinatos. Empero, no ocurrió tamaña desmembración con el Virreynato de la Nueva España (México), a pesar de enfrentar similares circunstancias, con otros protagonistas, obviamente. No se conocen con mayor detalle los actores sociales y los intereses específicos regionales que gravitaron tanto en la monarquía hispana como virreinales, para la creación de las nuevas unidades geopolíticas y centros de poder en la América hispana.
Las Reformas Borbónicas, aplicadas en el ámbito de la economía y los derechos indígenas significaron mayor opresión al restablecerse los tributos y las llamadas ‘Mitas’, que era la prestación de trabajo gratuito en las minas de la sierra, con todo el abuso que se cometía en ellas. Se gravaron con nuevos impuestos el comercio de productos alimenticios y de uso cotidiano; entre otras medidas gravosas. Ello provocó levantamientos y rebeliones como la de Juan Santos Atahualpa, en la Selva Central, que fue la más prolongada (1742 – 1752); la de José Gabriel Condorcanqui (Túpac Amaru II), en el Cuzco y Puno (1780 – 1783); de Julián Apaza Nina (Túpac Katari), en Oruro, alcanzando La Paz (1781). Estas grandes rebeliones sociales, conmocionaron el dominio hispano en el virreinato peruano, y se constituyeron en las acciones precursoras de lo que después serían los movimientos independentistas de los nuevos virreinatos. Sobra decir la dureza de la represión aplicada para derrotarlas. Los cuerpos de Túpac Amaru II y de Túpac Katari, fueron descuartizados vivos (desmembrados), y sus restos diseminados por diferentes lugares y sus cabezas exhibidas en plazas públicas. Lo que pasó con Juan Santos Atahualpa (quien había estudiado en un colegio jesuita en el Cuzco), continúa siendo un misterio. Hasta existe una leyenda de que se internó con parte de sus huestes en la impenetrable selva amazónica, donde terminó sus días.
Es claro que España trató de escarmentar a quienes en lo sucesivo trataran de imitar estas acciones heroicas. Al contrario de lo pretendido, fueron fuentes de inspiración para las siguientes generaciones.
Se conoce poco de la actitud de las élites criollas (formadas durante los dos primeros siglos de dominio español) en el virreinato peruano frente a la magnitud del desmembramiento territorial. Me resulta difícil concebir que en doscientos años de mestizaje e intercambio económico y cultural colonial, no se haya podido formar una élite nacional con intereses propios, distintos al del colonialismo español y sus representantes. Faltan que se realicen mayores investigaciones al respecto. La explicación que algunos han dado a este hecho es la rigurosa implantación de compartimientos estancos establecidos por España en sus colonias, que prohibía –bajo pena de muerte- las actividades políticas y los vínculos comerciales, culturales y de otra naturaleza entre los vasallos –entiéndase, habitantes- de las varias ‘Audiencias’ creadas en cada virreinato de sus vastos dominios. Me resulta insuficiente esta percepción.
Entre las consecuencias que derivan de este desastre geopolítico, está que Lima, fundada el 18 de enero de 1535 por Francisco Pizarro -hasta entonces altiva y tres veces coronada Ciudad de los Reyes-, dejó de ser el Centro indiscutible en todos los ámbitos de la vida económica, cultural y social del vasto territorio que iba desde el istmo de Panamá hasta la Tierra del Fuego (Antártida), con alrededor de 10 millones de Km2., y una población estimada a fines del siglo XVIII de 15 millones de habitantes. Este mismo territorio es lo que hoy conocemos como América Latina, con excepción de la entonces mediana colonia portuguesa del Brasil.

Túpac Amaru II

En ese propósito de encontrar nuevas rutas a la India y las Islas de Las Especias, como se sabe, Cristóbal Colón llegó el 12 de octubre de 1492 a tierras ignotas, desconocidas hasta entonces para el llamado Viejo Mundo, y murió sin saber que había descubierto un Nuevo Mundo (América). Esta legendaria gesta de la historia humana está bastante difundida en nuestros centros de enseñanza. Cabe resaltar que las tripulación de estas precarias embarcaciones con las que se iniciaron los primeros viajes hacia mares y tierras desconocidas, estaban integrados en su gran mayoría por reos que purgaban penas por delitos graves, y que recibían la promesa de obtener su libertad en caso de haber éxito en el viaje –y retornar, obviamente-; también estaba integrado por personas de mal vivir y vagabundos. Sólo los mandos de la embarcación eran navegantes con algún nivel de educación. Ello explica los frecuentes amotinamientos en las embarcaciones y las severas penas que aplicaban los capitanes del barco, como arrojar (vivos) al mar a los líderes del motín o dejarlos en islas desiertas, entre otras severas medidas. Esto hace más heroico el rol de los Grandes capitanes como Cristóbal Colón y Fernando de Magallanes.
Retomando el punto de los Grandes Viajes y Descubrimientos, diré que la culinaria europea valoraba en oro –literalmente- el precio de estos productos (las especias), que eran sumamente escasas y que llegaban de muy lejanos territorios a través de la entonces opulenta Venecia, que monopolizó durante siglos el tráfico oriental de las especias, y cuya riqueza se generó principalmente del comercio de estos productos; ciudad –dicho sea de paso- que inspiró el genio de William Shakespeare cuando lo visitó, para escribir su memorable Mercader de Venecia.
Fueron los portugueses los primeros que encontraron una ruta marítima alterna al de los venecianos –que utilizaban el largo tránsito a través de la India, Egipto, Siria, etc.; viajes que duraban meses de meses (a veces hasta 3 años), y que eran sumamente fatigosos, debiendo transitar por varios mares, inacabables desiertos, intransitables bosques, caudalosos ríos y otros lugares de sumos peligros, tanto naturales, como de corsarios en el mar y asaltantes por todos lados. Se debían vencer estos grandes peligros para traer estos productos a Europa. Los testimonios de la época coinciden en que de cada 5 embarcaciones cargadas de especias que partían del puerto de La Malaca (cerca de la actual Singapur), sólo uno (1) llegaba a Venecia para su distribución en Europa. Las enormes dificultades del viaje, y los numerosos intermediarios que se sucedían en su tránsito, explicaban el elevadísimo precio de las dichosas especias.
El notable escritor austriaco Stefan Zweig en su obra Magallanes – La Aventura Más Audaz de la Humanidad, nos dice “Una sola bolsa de pimienta vale en el Medioevo más que la vida de un hombre (…) Los palacios de Venecia y los de los Fugger y Welser han sido construidos casi exclusivamente con los beneficios que dejaron las especias indias.”()
Los portugueses circunnavegaron África, que ya era en parte conocida por el Viejo Mundo, llegando antes y luego conquistando la India en el año de 1500 –con Vasco Da Gama- y luego parte de las Islas Molucas, que integraban las codiciadas Islas de las Especias (archipiélago de la Sonda, de las islas de Amboina, Banda Ternate y Tidore). Estos territorios forman hoy parte de los países de Indonesia, Malasia y Nueva Guinea.
El conocimiento de este hecho, y el rápido crecimiento del poderío de Portugal (el reino más pequeño y pobre de Europa), con riquezas que provenían de la conquista de la milenaria India, despertó el interés y la codicia de las monarquías europeas, entre ellas, de los Reyes Católicos para encontrar nuevas rutas marítimas que permitieran alcanzar las tierras productoras de las ansiadas especias (La historiografía refiere que, por ejemplo, un gramo de ‘pimienta’, de ‘nuez moscada’, o ‘clavo de olor’ –que sólo se producían en las referidas Islas del mundo- se cotizaban por el valor en un gramo de oro).
Como se sabe, Cristóbal Colón no encontró la ruta a la India, ni las exóticas y disputadas tierras de las Islas de las Especias, que se convirtieron en el nuevo ‘Santo Grial’ para los reinos de Europa.
Con similar motivación de alcanzar la India y las Islas de las Especias, el 10 de agosto de 1519, el navegante portugués Fernao de Magalhais (Fernando de Magallanes), secundado por el español Sebastián Elcano –previa Capitulación (autorización) y financiación del rey Carlos V de España), acompañados de 260 tripulantes, emprendieron en 5 precarias embarcaciones, la más grande aventura humana que se conoce hasta hoy –comparto este parecer de Stefan Zweig- de ¡Dar la vuelta por primera vez la Tierra!, comprobándose su redondez, su volumen, su longitud, entre otras maravillas descubiertas.
Grandes mitos, conocimientos equívocos y miedos cultivados por la humanidad durante muchos milenios, fueron desvirtuados. La teoría del sabio griego Tolomeo, que había regido el conocimiento del Viejo Mundo durante más de dos milenios sobre la imposibilidad de navegar más allá de ciertos límites en el insondable Océano se demostraba falaz. El precepto inscrito en las columnas del Hércules de Sevilla “Non Plus Ultra” (No más allá), que figuraba en los blasones del reino de Castilla, y en los materiales de enseñanza sobre geografía de pronto se desvanecieron. Se iniciaba un nuevo despertar de la humanidad, con horizontes nuevos e infinitos. Se desataron las poderosas fuerzas creativas y heroicas que anidan en el alma humana. El Medioevo había llegado a su fin, después de casi mil años!
Magallanes y su cada vez más disminuida tripulación pasó por tierras que hoy son Río de Janeiro, Río de la Plata, La Patagonia (fue él quien le puso tal nombre por la especie distinta de hombres que encontró en ella); cruzó el Estrecho que hoy lleva su nombre (Estrecho de Magallanes, al sur de lo que hoy es Chile); navegó por primera vez en la historia humana el tránsito entre los Océanos Atlántico y Pacífico; llegando finalmente a las entonces míticas Islas de las Especias, y descubriendo lo que serían Las Filipinas (llamadas así en homenaje al emperador Felipe II de España). El azar no quiso que completara su gigantesca odisea (son los insondables misterios del destino humano). Murió de un modo absurdo en una pequeña isla de la actual Malasia el 27 de abril de 1521. El Titán que había esquivado las invencibles fuerzas de la naturaleza, vencido inconmensurables peligros de vida o muerte en su titánica travesía, caía víctima de su propia imprudencia y la traición de uno de sus hombres. Su cadáver no fue recuperado. Sólo Sebastián Elcano y 17 tripulantes regresaron con vida de esta épica e inverosímil aventura del Hombre de circunnavegar la Tierra; llegaron al puerto de Sanlúcar (Sevilla), el 6 de setiembre de 1522 (tres años después de la partida del mismo lugar); incorporando para España nuevos y extensos dominios territoriales.

IV. LA GOBERNACIÓN DE MAYNAS
Las Gobernaciones fueron las primeras unidades político- administrativas al iniciarse el período colonial, luego de la conquista hispana de América. Fueron sucedidos por los virreinatos, al consolidarse las conquistas. Esta institución jurídica (Gobernación) permaneció en el tiempo, redimensionándose su nivel de autoridad con el paso de los siglos. Aún hoy en día perviven en nuestro país como denominación de la autoridad principal de los Gobiernos Regionales (‘Gobernador Regional’), así también como micro unidades territorial- administrativa del Ministerio del Interior (Gobernador y Teniente Gobernador, que dependen de las Sub prefecturas).
Entre muchos otros que recibieron este título de Gobernador (“Gobernador e Capitán General”), está Francisco Pizarro, conquistador del imperio incaico, mediante la llamada Capitulación de Toledo, el 26 de julio de 1529, durante el reinado de Carlos V de España. Este título conllevaba el ejercicio de muy amplios poderes políticos- administrativos- militares- judiciales, y otros, sobre territorios no delimitados y poblaciones desconocidas; poderes que fueron siendo progresivamente regulados y reducidos en sus competencias por la monarquía hispana, conforme se iba conociendo la gigantesca dimensión de los territorios descubiertos, las nuevas poblaciones y riquezas conquistadas.
Pues bien, volviendo al tema propósito de este trabajo, señalo que habiendo fracasado las varias expediciones promovidas desde el Virreynato del Perú en busca de los quiméricos países de “El Dorado o Paititi” y de “La Canela”, emprendido –entre muchos otros- por Gonzalo Pizarro y Francisco de Orellana, en 1539, que partiendo desde el Cuzco (aunque organizado en su detalle en Quito), permitió el inesperado descubrimiento del Gran Río Amazonas en 1542, por parte de Francisco de Orellana; como también la no menos célebre expedición de Pedro de Ursúa y Lope de Aguirre, organizada desde Moyobamba en 1559, que concluyó con la decapitación de éste último debido a sus múltiples crímenes y por haberse proclamado en 1561 “Rey de los Marañones”. Después de este penoso acontecimiento, la Corona hispana prohibió nuevas expediciones y la publicación de las numerosas Crónicas escritas al efecto, por temor a que otros reinos europeos conquistaran estos vastos territorios desconocidos.()
Habiendo transcurrido más de medio siglo de la aventura sangrienta de Lope de Aguirre, en 1619 la Audiencia de Quito otorgó la autorización y el título de Gobernador de Maynas al Capitán Diego de Vaca de Vega para “conquistar” territorios desconocidos y no delimitados en lo que genéricamente se conocía como “Maynas”, en alusión a la población nativa del mismo nombre que entonces ocupaban amplios territorios amazónicos circundantes a la cabecera del río Marañón (zona del Alto Marañón / Pongo de Manseriche); etnia emparentada con los temidos antropófagos y reducidores de cabezas humanas (Los Jíbaros).
La primera ciudad o asentamiento urbano fundado por el gobernador Diego de Vaca de Vega en la Amazonía hispana fue San Francisco de Borja, el 9 de diciembre de 1619. El nombre de la ciudad fue puesto en homenaje del Virrey del Perú que favoreció su empresa de conquista, Francisco de Borja y Aragón (nieto del santo jesuita). Estaba ubicado en las cercanías al Pongo de Manseriche. Sus vestigios aún pueden ser vistos hoy.
La empresa esencialmente militar de Vaca de Vega (durante aproximadamente 20 años) fracasó en su propósito de someter a los Maynas y establecer nuevos asentamientos urbanos al estilo de vida de Occidente. Tampoco encontró los ya quiméricos países de El Dorado y La Canela. A la muerte de éste en 1627, en la ciudad de Loja (actual República de Ecuador), le sucedió su hijo Pedro Vaca de la Cadena (heredero de la Gobernación), quien cambiando de estrategia emprendió gestiones para el ingreso de la Orden religiosa de la Compañía de | estilo occidental –implícito en el trabajo misional- y la propagación de la fe católica.

V. LAS MISIONES DE MAYNAS
El año 1637, la Audiencia de Quito autorizó el ingreso de la Compañía de Jesús de Quito a los territorios de esta Gobernación. El 6 de enero de 1638 ingresan a los vastos pero desconocidos territorios de la Gobernación de Maynas los dos primeros misioneros jesuitas Gaspar Cuxía y Lucas de la Cueva. Eran los iniciadores de una empresa de civilización y evangelización cristiana que duraría aproximadamente 130 años, hasta la expulsión de la Compañía de todos los territorios de la Corona hispana en 1767, por disposición de Carlos III de España. Esta gran empresa misional jesuítica fue conocida como “Las Misiones de Maynas” y comprendió extensos territorios amazónicos que hoy forman parte de las Repúblicas de Perú, Colombia, Ecuador y Brasil (con más de 1 millón de Km2.).
El territorio de la Gobernación comenzaba en San Francisco de Borja y se extendía hasta el límite de las posesiones hispanas en el Gran Rio de las Amazonas y sus grandes afluentes (Marañón, Ucayali, Caquetá, etc.), que según el Tratado de Tordesillas, suscritos en la ciudad del mismo nombre (Valladolid) entre los representantes de los Reyes Católicos de España –Isabel de Castilla y Fernando de Aragón- de una parte, y de otra, el Rey de Portugal Juan II, con fecha 07 de junio de 1494; Tratado que fuera refrendado por el papa Julio II en 1506.()
Según los planos de la época, los territorios hispanos llegaban hasta más al Este de la desembocadura del río Negro, actual territorio del Brasil. Empero estos límites territoriales no estaban delimitados físicamente y eran desconocidos por la administración colonial hispana (en realidad, no merecían el interés de éstos); lo que favoreció al expansionismo territorial portugués en la Amazonía. En los mapas oficiales de la época -bastante imprecisas, por lo demás-, figuraban como “Territorios Desconocidos”. Fue el misionero jesuita Samuel Fritz quien en 1696 elaboró el primer plano cartográfico, con bastante aproximación y detalles geográficos, de estos vastos territorios.()

VI. LOS JESUITAS EN LA AMAZONÍA
La concepción organizativa religiosa, estilo de trabajo jesuítico, lejanía e inaccesibilidad de los territorios de las llamadas “Misiones de Maynas”, conllevó la práctica inexistencia –o existencia puramente formal- de la autoridad política y administrativa colonial de la Gobernación. La autoridad del gobernador fue reducida a la pura formalidad, sin ninguna capacidad de decisión al interior de dichos territorios. Eran las autoridades religiosas jesuitas quienes ejercían el poder efectivo en todos los ámbitos de la vida al interior de los territorios misionales.
El 12 de diciembre de 1744 los jesuitas obtuvieron de la Audiencia de Quito la supresión de la Gobernación de Maynas; decisión que fue refrendada por el virrey de Nueva Granada en 1746 y por el rey de España en 1748. Esta concentración de poderes –político, religioso y demás- llevó a algunos sectores de las élites coloniales a sospechar que los jesuitas pretendían instaurar un régimen teocrático en los territorios bajo su administración; situación que se mantuvo hasta su expulsión el 16 de febrero de 1767, en que el rey Carlos III de España dictó el Decreto Real (Pragmática), que ordenaba la expulsión de la Compañía de Jesús de España y sus dominios (en Maynas, la expulsión se hizo efectiva en 1768, debido a las condiciones geográficas anotadas). Todas sus posesiones y bienes –de los jesuitas, claro está- fueron confiscados.
Expulsados que fueron los jesuitas, en 1772 se reorganizó el poder en las Misiones de Maynas (continuó llamándoselas así). La Corona española promulgó la Real Cédula que disponía que tales territorios debían ser administrados bajo las mismas reglas de las misiones de Uruguay y Panamá, subordinados a la autoridad política y administrativa de la restablecida Gobernación de Maynas, con sede en Quito. Se encargó a la Orden religiosa de los franciscanos de Quito continuar con los servicios religiosos dejados por los jesuitas.
Las Misiones de Maynas cayeron en el abandono y la dispersión. Las florecientes “Reducciones” jesuíticas fueron abandonadas por la población nativa, muchos de los cuales retornaron a sus antiguos modos de vida trashumante al interior de los bosques. Las iglesias fueron saqueadas, robándose los bienes y ornamentos religiosos (quedaron a salvo algunas campanas que permanecieron como mudos testigos de un mundo desaparecido). Los misioneros franciscanos de Quito no pudieron soportar los rigores de la vida en la agreste selva amazónica, abandonando las “Reducciones” encomendadas.
Entretanto, las invasiones portuguesas a territorios amazónicos hispanos se incrementaron, generando preocupación y alarma en las autoridades coloniales, por sus fundados temores de representar una seria amenaza para sus ricos yacimientos minerales ubicados en la sierra de los virreinatos del Perú y Nueva Granada.

VII. LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA DE LAS 13 COLONIAS Y LA REVOLUCIÓN FRANCESA.
En 1777, España y Portugal suscribieron un nuevo Tratado de límites, el Tratado de San Ildefonso, para delimitar sus respectivas posesiones territoriales en el Sur del Continente. Fue el último que suscribieron ambas Coronas respecto de los territorios de América del Sur; pues en los siguientes años el mundo se vio conmocionado por grandes transformaciones sociales y políticas, como la Guerra de la Independencia de las 13 colonias inglesas, que diera origen a lo que años después serían los Estados Unidos de América, cuya Independencia fue proclamada el 4 de julio de 1779, estableciéndose el ella el reconfigurado primer modelo Democrático y Republicano de gobierno de los hoy Estados modernos –cuyo modelo originario, como se sabe- proviene de la antigua Grecia. Esta primera Constitución Política Republicana consagró La Constitución –valga la redundancia- como norma jurídica suprema del Estado y la sociedad; reconociendo derechos inalienables del Hombre y el Ciudadano, entre ellas, el Derecho a la Vida (fue la primera norma jurídica en el mundo que proclamaba de manera explícita este derecho); el sistema de balance de poderes (de pesos y contrapesos, tal debatido en nuestro país en estos tiempos); la elección de las autoridades para gobernar, legislar y juzgar, entre otras.
Las ideas más avanzadas de la Ilustración francesa, inglesa y alemana (Montesquieu, Voltaire, Rousseau, Denis Diderot, John Locke, Inmanuel Kant, Adam Smith, David Hume, entre muchos otros), fueron recogidas en esta Carta Constitucional. Irónicamente, las monarquías de Francia y España estuvieron profundamente involucradas en esta lucha independentista de las 13 Colonias, para debilitar el poder de Inglaterra; cuyas consecuencias –no previstas, por cierto- terminaron socavando sus propios intereses coloniales y monárquicos.
De otra parte, el 14 de julio de 1789, en Francia, se produjo la legendaria Toma de la Bastilla, que derivó en uno de los más grandes cambios sociales y políticos que conmocionaron al mundo: La Revolución Francesa. La célebre Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, proclamada por la Convención francesa, consagró los principios sociales, políticos y jurídicos, de Libertad, Igualdad y Fraternidad en las relaciones humanas y el gobierno de las naciones, transformando los IDEALES que hasta entonces se tenían en las sociedades de Occidente.
Ambos acontecimientos (Independencia de las 13 Colonias y la Revolución Francesa), se convirtieron en paradigmas para la lucha de los pueblos. El ejercicio de la soberanía de las naciones, que hasta entonces se aceptaba como depositaria natural al monarca (rey o emperador), comenzó a ser asumida como un derecho intrínseco del “Ciudadano” (como nuevo concepto republicano, que sustituía al monárquico “vasallo”), como titular del mismo –o ‘el Pueblo’, como expresión colectiva de tal voluntad soberana.
El Viejo Mundo fue puesto de cabeza, metafóricamente hablando. El precepto resumido por el rey Luis XIV de Francia de que “El Estado Soy Yo”, que orientaba las monarquías desde hacía varios siglos, incluso milenios, fue enviado al trasto, junto con la cabeza de Luis XVI. Las monarquías entraron en pánico. Como todo proceso social y político transformador, los cambios fueron progresivos y en medio de grandes conflictos sociales, guerras civiles, no pocos excesos (“épocas de terror”), guerras entre naciones; con avances y retrocesos en la vida y la organización del ‘Nuevo Orden’; que son propios de las sociedades humanas.
Los ideales que derivaron de ambas gestas, esto es, Libertad, Igualdad, Fraternidad, e Independencia, Democracia y República, conmocionaron al mundo occidental en las siguientes décadas; sirviendo de fuente de inspiración para los revolucionarios de la América hispana.
Era este el escenario que precedió a la creación de la Comandancia General de Maynas y la Guerra de la Independencia de la América hispana, entre ellas la de nuestro país, como luego veremos.
Iquitos, octubre de 2021