LA TEORÍA Y LA PRAXIS.

Uno de los grandes problemas que tiene el hombre (varón y mujer) es cumplir lo que predica. En todas las actividades el varón o mujer promete y promete, a veces, sabiendo que no es cierto o no va a poder cumplir con su semejante. Esto se ha vuelto una costumbre en los llamados hombres de prensa, que en gran cantidad  no hacen periodismo, sino publicidad. En una ocasión llegó del sur un señor de edad, suegro de una amiga. El veterano venía como mediador entre su bella nuera y el hijo, que era un Casanova. Después de muchas charlas de conciliación se llegó a un acuerdo, se propuso vivir en paz y con cariño. La nuera entusiasmada invitó al suegro de manera personal a comer un cebiche, según la propaganda de su dueño y de la radio uno de los mejores del medio, bien preparado, sano y otras cosas, etc. El suegro que había venido del norte del Perú, medio que comía y no comía, torcía su boca en cada tragada del cebiche y de la leche de tigre. Tuvieron que retirarse de manera rápido, porque el padre putativo de mi amiga se retorcía de dolor y se puso amarillo. La dama en cuestión cogió al veterano, lo embarcó en un motocarro y lo llevó a emergencia del hospital, donde el médico le diagnosticó principio de infección por ingestión de comida mal hecha. ¿Qué comió preguntó el galeno? Un cebiche con leche de tigre en tal sitio. Umm dijo el profesional de la medicina. Ese sitio ya está maleado. Son varios los que llegaron con ese síntoma. Es que la propaganda que hace el dueño o la dueña y la radio nos anima, dijo mi amiga. Al día siguiente, antes que el cu-cú del reloj de las ocho de la mañana, se acercó un emisario de la cebichería a cobrar la cuenta que por apuro no pagó mi amiga. Fuera de aquí sinvergüenza, casi matan a mi suegro y todavía se atreven a cobrar, expresó la nuera. La señora no recibe señales de su ex suegro, desde esa vez,  porque ese día el galán de la película embarcó a su padre a su tierra natal y al día siguiente aprovechando la tragedia pidió el divorcio. Una promesa publicitaria que destruyó un hogar. Y, de paso querían cobrar a mi amiga. Yo le dije págale, tienes harta plata. No es eso, Juan, lo que molesta es que no cumplen lo que gritan a voz en cuello.

Hace 40 años, mi compadre Manuel, invitó a todo el vecindario de la cuadra once de la Arica a presenciar su matrimonio religioso en una de las iglesias del lugar. La futura esposa ya había tenido dos experiencias frustrantes con dos ex maridos. Le habían prometido el oro y al moro. Para su desgracia conoció en un velorio a mi compadre que con cara de ángel de la guarda le enamoró y le prometió hacerla feliz. No sé cómo la convenció y por fin la llev al altar del sacrificio. Mi compadre juró ante el Cristo crucificado que iba a cambiar de actitudes, que le iba a proteger, que le iba a ser fiel hasta que la muerte los separe, que le iba a comprar su casita, que le iba a comprar su moto, que nunca le iba a faltar nada, y que dejaría de ser mujeriego.  Le dijo al cura que le hiciere jurar ante la biblia, se quiso cortar su vena para que su sangre sea la muestra más elocuente que su promesa la iba a cumplir. Para qué, durante seis meses mi compadre era una hojita. Nada de nada. Hasta que la esposa se puso buchisapita, y el hombre  volvió a las andadas. Nunca cumplió una promesa. No le daba para la comida a la pobre mujer, le hacía trabajar incluso para que le mantenga a él (tenemos que ser inclusivos, le palabreaba a la infortunada),  vivían en un cuartucho, no le compró su moto, ni siquiera su bicicleta,  el hombre llegaba borracho, y la mujer tuvo que soportar cinco años de martirio.  Promesas  no cumplidas, maldecía mi comadre. ¿Hasta cuándo voy a aprender? Un día vino el galán y encontró su boltijo en la puerta de su cuartucho. El susodicho, lloró y lloró, trajo al cura con la biblia, le prometió otra vez de nuevo una gobernabilidad concertada, nada de repechaje dijo mi comadre. Fuera de aquí. El susodicho quiso jurar de nuevo ante la biblia, y, ni el mismo cura le creyó. Hoy, mi comadre no quiere saber nada con estos mentirosos y vive criando a sus hijos, con la profesión de modista que aprendió en aquellas horas aciagas.  El hombre se acerca ya no con esa biblia chiquita que regalan en la calle, sino que ha comprado un tremendo ejemplar y trata de hacer el repechaje con mi comadre. Nada, estás fuera de carrera por mentiroso, por no saber cumplir tu promesa y todavía jurando ante Dios y el Cristo crucificado, contesta ella.

Las dos historias, no se vayan a hacer realidad en estos momentos en que el Perú cambia de presidente. Esperamos que el comandante presidente cumpla lo prometido. Especialmente en lo que respecta a la corrupción. Que el 1 de Agosto disponga que vengan acá a investigar a todos los presentes. Eso es el mensaje emblemático de su programa, porque lo demás no va a cambiar, todo está dicho, tenemos que respetar los contratos, hay que impulsar la minería y las petroleras, negociar la energía con Brasil y etc, y no salir del contexto de la economía global del libre mercado. No son mis palabras, son las de Félix Jimenez, presidente del plan de gobierno del comandante, de Burneo, de Diez Canseco, etc. Y qué dirán los aymaras de Puno que se oponen a actividades mineras cuando el comandante y su gente dicen que sí va a haber minería y petroleras- Vaya problema de teoría y praxis que ojalá se resuelva ya, ya. De lo contrario vamos a estar como el suegro y la nuera del primer relato y mi compadre de la segunda anécdota. A cumplir con lo prometido.