La insegura seguridad ciudadana

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– Hace 5 años… ¿Estamos a tiempo?

Pedro Portocarrero

El 18 de abril del 2010, La Regiòn publicò el texto que por vigencia e interés social reproducimos. Un reciente informe del PNUD, Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, señala “que el Perù es el país con la percepción màs alta de inseguridad y victimización”.  La encuesta GFK nacional urbana (La Repùblica, 26 abil 2015) muestra (62%) que el gabinete Cateriano debe priorizar la seguridad ciudadana y el 59% que se debe impulsar la inversión en hospitales.

 

Para bien o para mal, lo foráneo siempre fue fascinante, seductor. La Revolución Francesa, la Reforma Universitaria de Córdova, la Revolución Cubana…, hasta estilos de vida del glamour.
En día próximo pasado, Ricky Martin, soltó prenda y, en nuestro medio, más de uno salió del closet cosechando simpatías faranduleras (!). Las barras bravas, tatuajes y piercing… , forman parte de la alineación.
Convivir civilizadamente implica un orden, alejarnos de él afecta la libertad y derechos de otras personas.  Es imposible lograr resultados positivos sin la interacción de la ciudadanía y el Estado.
En su marco conceptual  la Ley 27933 precisa “que se entiende por seguridad ciudadana, a la acción integrada que desarrolla el Estado con la colaboración de la ciudadanía, destinada a asegurar su convivencia pacífica, la erradicación de la violencia y la utilización pacífica de las vías y espacios públicos.  Del mismo modo, contribuir a la prevención de la comisión de delitos y faltas”.
En relación a su objetivo, dice “que tiene por objeto proteger el libre ejercicio de los derechos y libertades, garantizar la seguridad, paz, tranquilidad, el cumplimiento y respeto de las garantías individuales y sociales a nivel nacional”.
En su capítulo IV, la ley establece los Comités Regionales, Provinciales y Distritales, encarga responsabilidad, funciones y atribuciones.  El Comité Regional es presidido por el presidente de la región, el Comité Provincial es presidido por el alcalde provincial.
Se sostiene con acierto que la delincuencia y otras expresiones de violencia –Bagua, Arequipa, Madre de Dios- son subproductos de la descomposición social y que contienen de por sí una alta carga ideológica y política. Podemos señalar a dos de ellas que son complementarias: una es la crisis económica, otra, la crisis de valores y la multiparidad de sus lacras, pobreza, marginalidad, desempleo, drogadicción, alcoholismo, corrupción, prostitución infantil, pérdida de confianza en el otro, etc.  Su impacto vulnera nuestras fortalezas -el turismo entre otras- distorsiona nuestra identidad y la oportunidad de promocionar un ambiente de vida caracterizado por la armonía, la paz y la vivencia cotidiana de la seguridad, bloqueando la potencialidad material y espiritual que da origen a la felicidad.
La criminalidad en nuestra ciudad, poco menos que una selva de cemento y concreto, con depredadores por doquier, ha “importado” una práctica que se exacerba progresivamente y de modo alarmante ¡sicariatos, extorsiones, híbridos de Pedro Navaja y Juanito Alimaña, motocarristas  roba motos, piratas en los ríos y… hasta secuestros! Así, la seguridad ciudadana es solo una enunciación jurídica, los entes mencionados no son sino estructuras supernumerarias. Las autoridades comprometidas, resumidamente, habrían incurrido en negligencia por inconducta funcional.
La percepción de inseguridad ciudadana es una sensación de disposición psicológica en relación a un sentimiento de vulnerabilidad acompañada de temor ante la posibilidad de ser víctima personal, familiar o social, de un acto delincuencial.
Es una permanente amenaza a la tranquilidad y el orden público.  Ese es el triste norte de toda sociedad con graves problemas estructurales que no asume con seriedad la prevención del delito.
Tanto va el cántaro al agua… Un espejo es la militarizada Monterrey que suplica respeto a los derechos humanos, también lo es Ciudad Juárez; y, sin ir muy lejos, la ciudad de la eterna primavera, Trujillo, y sus “escuadrones de la muerte”.
Actualmente, el tema de seguridad ciudadana, es una de las principales exigencias sociales, y contenido principal en las encuestas de opinión pública sobre pedidos a sus autoridades por existir una casi patológica sensación de inseguridad ante el alarmante incremento de la delincuencia común, la cual debe ser controlada y reducida hasta niveles tolerables al no ser posible eliminarla por su naturaleza.
Si un paciente procede de un área endémica de tal o cual enfermedad (ej. malaria), estamos en el deber de descartar tal posibilidad diagnóstica a partir de un elemental criterio epidemiológico.
A colación, afrontando un aspecto vista la coyuntura (Los Norteños, Los Chimbotanos… etc.), sin mellar la libertad a transitar por el territorio nacional garantizada por la Constitución, ¡estamos en el deber de evaluar quiénes llegan a nuestra ciudad y para qué!
Abordar la problemática en su verdadera dimensión, será parte de un plan operativo integral armado con conciencia reflexiva, condición moral ausente en las actuales autoridades.
En concepción imaginaria de un gobierno ideal, con paso firme y valiente, tratemos de forjar las bases estructurales de una sociedad que marque distancia con la violencia, sin dolor ni epitafio que marque la irresponsabilidad de los sucesivos gobiernos y, elevándonos ante la adversidad, construyamos un mañana de paz y felicidad a nuestros descendientes.  No lloremos sobre la leche derramada. Estamos a tiempo.