La danza y la música religiosa típica en Loreto

Por: Duller M. Vásquez Gonzales.

La danza y la música son artes conexas, son artes compatibles,  intrínsecas, a las que se une la voz en ciertas ocasiones y generan en las personas que danzan, sentimientos de variada gama de expresiones corporales, objetivas y subjetivas, al realizar los movimientos de pies, manos y el cuerpo en forma armónica, al compás y ritmo de la ejecución de un tema por un conjunto musical.
La voz, la música y la danza, constituyen desde tiempos remotos los elementos que el ser humano utiliza para manifestar sus sentimientos religiosos ante la idea,  intuición, sensación  o conciencia de la existencia de seres superiores  que se manifiestan ante  él en  sucesos inexplicables  y difíciles de controlar por intempestivos, a quienes habría que venerar  u honrar para apaciguar sus iras o conseguir sus favores. Un tanto simple en sus  inicios, la voz, la música y la danza fueron utilizadas después en ceremonias ritual-religiosas de  adoración  a sus dioses y diosas, en civilizaciones más organizadas como  Egipto, en Norte de Africa, o Grecia en la Península de los Balcanes, considerada como  cuna  del conocimiento y la cultura de Occidente, que llegaron a intuir, la existencia de un  Ser Superior a  Zeus  y demás dioses del Olimpo,  como estaba inscrito en el frontis de un templo,  “Al Dios Desconocido”. Solo los israelitas en el Oriente Medio  conceptuaron  la  existencia  de Un Ser Supremo, Creador del Universo y de todo lo que existe.
Trasladándonos  en nuestras apreciaciones a través del tiempo y la distancia, hasta la América del Sur, en el Imperio de los Incas se veneraba principalmente al dios Inti, el Sol. En el Cuzco, capital del Tahuantinsuyo, se reunían en la época de verano, en la fiesta del Inti Raymi, delegaciones dancísticas de los cuatro Suyos,  para rendir culto al Sol y  honrar al Inca. En dicha ocasión velaban y esperaban la salida del Sol por la cima de una montaña.
A la aparición de los primeros rayos se desataba un gran júbilo, con gritos, cánticos, sones de quenas, tambores, pututus, sonajas de semillas y otros. Luego el Inca realizaba el ritual de culto al Sol, declamando honras y ofreciéndole la bebida sagrada, la chicha  en el kero, el Vaso de oro; la bebía en parte  y la vertía el resto a la Madre Tierra, en homenaje a la Mama Pacha, diosa de la agricultura, realizándose luego ante el Inca, el desfile de las delegaciones  de danzantes, en las que, el vivo color de las faldas, camisas, instrumentos de sonido, collares, etc. constituían al danzar, un  espectáculo  realmente  extraordinario.
Al otro lado de la Cordillera de los Andes,  en la región  amazónica, existían naciones y tribus que  la poblaban en toda su extensión, y tenían sus propias danzas, músicas y cantos  específicos, que expresaban  sus regocijo ante victorias guerreras, la caza de animales peligrosos, el nacimiento de un nuevo ser, su inicio en la pubertad, el matrimonio o el sentir por la muerte  de alguien, a los sones de instrumentos como el pifano, quenas, tambores y otros, con gritos, expresiones cortas repetidas, cantos, dando pasos  adelante y atrás, en columna o en círculo, entre otras, propias de cada tribu.
Una de las costumbres más gratas del antiguo Iquitos y de la Amazonía en general, que cada cierto tiempo podemos apreciar,  son las famosas “Veladas” que felizmente persisten, en las que se rinde adoración a la imagen que representa a un Santo, a una Santa, a Cristo Crucificado o al niño Dios Jesús, danzando ante el altar.
Una velada es organizada por familiares de un hogar, por un deseo, voto o la promesa  a un  Ser Divino, o  en agradecimiento por una gracia recibida, solicitada con mucho fervor.
Una velada es también  organizada por una institución social o cultural, como final de la celebración de una fecha especial.
En la ciudad ya son tradicionales las veladas a la Virgen “Inmaculada Concepción” en el distrito de Punchana, cada  “8 de diciembre”, desde la noche anterior acude gran parte de  la población de Iquitos. En la “Fiesta de la Purísima”, la velada a la Virgen en un local comunal, es uno de los mejores atractivos de esta Fiesta Patronal. También en el distrito de San Juan Batista, cada  24 de junio se celebra “La Fiesta de San Juan”, en la que desde la víspera se realiza en las calles de la ciudad, en las primeras horas de la noche, “el salto del shunto”, en la que niños y niñas adolescentes, saltan por encima de una fogata que es avivada constantemente. Luego más tarde de esa noche, se realiza la “Velada a San Juan  Bautista”. Otro atractivo de esta Fiesta Patronal es la degustación del “juane” que antaño se hacía en el bosque cercano y junto a un arroyuelo, plato típico de esta festividad, y que ya es conocido a nivel nacional. Luego, al morir la tarde, se realiza la “pandillada” con el corte de la “Húmisha”, un árbol palmera decorado y con regalos que es cortado con un hacha pequeña adornada, por las parejas que danzan  a su alrededor, al ritmo de un conjunto de  música típica.
En la provincia de Yurimaguas, del 05 al 15 de agosto se celebra la Fiesta de la “Virgen de las Nieves”, con la participación activa y organizada de los barrios de la ciudad, en la que la Velada a la Virgen, es uno de sus mayores atractivos, entre otros.
Una velada consiste en un altar decorado primorosamente en el que está la imagen que representa a un Ser Celestial, ante el cual los devotos danzan con veneración a los acordes de música típica de un conjunto compuesto por un violín, un tambor y un par de maracas.  Cuando se inicia la música salen los fieles a danzar, mujeres en su mayoría y algunos varones y, situados ante el altar se persignan con un doblar de rodillas ante la imagen, y  con un pañuelo extendido entre los dedos de las manos,  con los brazos abajo empiezan a danzar, moviendo el pañuelo de izquierda a derecha y viceversa, dando pasos adelante y hacia atrás en forma cadenciosa, al ritmo de la música mirando siempre a la imagen del altar. En ciertos momentos, estimulados por el ritmo repetitivo  de la música, algunos fieles levantan el pañuelo a la altura del pecho o de  la cabeza moviéndolo  en forma pendular  y acompasada. En otros momentos, debido  al ritmo vibrante de la música, algunos varones con el pañuelo extendido en vertical, moviéndolo alternativamente de abajo hacia arriba a  la altura de la cabeza, inician  un rodeo a la prójima o hace un recorrido danzando por entre el grupo de fieles, en un acto de integración o de fraternidad religiosa. Cada persona tiene su manera de danzar, que refleja  su carácter personal: humilde, introvertido, extrovertido o entusiasta, pero todas, dentro de su variedad, denotan un sentimiento religioso hacia la imagen de la Divinidad en el altar, constituyendo este acto, un hermoso ejemplo de solidaridad y de fe religiosa.
Cuando termina la música,  que tiene una duración de 15 minutos o más, los fieles  se persignan con una genuflexión hacia la imagen, como al término de una  misa y se sientan,  pero casi de inmediato empieza otro tema musical y algunos devotos, continúan danzando dando muestras no solo de su fervor religioso  sino de su buen estado  físico y espiritual.
Otra clase de danza religioso-popular de antaño son “Los Pastorales”. Para la Fiesta de Navidad algunas familias organizan en la sala de sus hogares, “Un Nacimiento”, en memoria del nacimiento de Jesús en Belén. En el nacimiento son colocadas las imágenes del Niño Dios en un pesebre, la Virgen María y San José detrás, a un lado el buey que se recoge en el cobertizo y el borrico que llevó a la Virgen en su viaje a Belén, en un extremo y algo delante, los pastores que acudieron a adorar al niño Dios  avisados por los ángeles con sus ovejas de regalo y al otro extremo los Reyes Magos con dones de incienso, oro  y mirra, y en lo alto del techado, la estrella que guió a los pastores y a los Reyes Magos entre otros elementos.
En otro hogar de la ciudad, familiares, vecinos  y conocidos organizaban un “conjunto pastoral”, conformado por niños, adolescentes y jóvenes, varones y mujeres que con meses de anticipación ensayaban las danzas, cánticos, loas  y ritual de adoración al niño Jesús. El 25 de diciembre salían a las calles en dos columnas; en el lado de los varones estaban “los negritos”, niños con la cara y manos tiznados”, los indiecitos” con  vestido de  indígena, portaban tamboriles y pitos,  los “indios”, jóvenes con vestido yagua, el  torso desnudo y lianas  desde la cintura, una corona con una pluma, portaban tambores y  silbatos,  y los “macucos”, grandulones o adultos con vestido yagua, coronas con varias plumas, con silbatos y tambores acompañaban los cantos, eran los que protegían al grupo de cualquier  contingencia. En el lado de las mujeres estaban “las pallas” y “las zagalejas”, todas con vestidos largos de color blanco, celeste o rosado, adornados con cintas y lentejuelas brillantes, zapatos y guantes blancos, coronas con oropeles de color dorado o plateado, el rostro maquillado y tenían en sus manos sonajas de latón, que agitaban mientras cantaban y danzaban. Dos niñas vestidas de ángeles iniciaban el grupo que recorría las calles danzando y cantando: Vamos pastores vamos, vamos a Belén… o, Subiendo los cerros, vamos, vamos…y otros, creados,  cuando llegaban a un hogar con un nacimiento, previo acuerdo con los familiares, entraban  cantando: Aquí vienen los pastores anunciados por el ángel, adorar al Niño Dios, que ha nacido en Belén…y se iniciaba el ritual, los ángeles subidos a sillas a los  lados del nacimiento, cantaban: Noche de Paz, noche de amor… y los pastores de hinojos escuchaban con respeto el cántico al término del cual había una algazara de de pitos, sonajas y tambores y luego unos niños declamaban loas al niño Dios y luego cantaban danzando su despedida y salían a visitar otros nacimientos ya  programados.
Esta forma de danza religioso-popular, hasta mediados del siglo 20 eran numerosos los grupos que existían, pero ha ido desapareciendo del medio debido al alto costo de los materiales que se utilizaban como sedas, oropeles, adornos y elementos auxiliares para su realización. Otra causa sería la gran afluencia de vehículos que existen ahora, en  tránsito constante  en todas sus calles.
Las Veladas y Los Pastorales son manifestaciones culturales del espíritu religioso de los pueblos de la Amazonía peruana, a través de la música típica regional y deben ser consideradas como Patrimonio Cultural no material de la Nación.

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