La alegría del Evangelio

Por: Adolfo Ramírez del Águila

– Primera Exhortación Apostólica «EVANGELII GAUDIUM»  del Papa Francisco sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual:
Lo esperado. El Papa Francisco nos regaló el primer escrito oficial de su puño y letra. En ella sistematiza su pensamiento y espiritualidad con respecto a los gozos y esperanzas, las preocupaciones y problemas de la humanidad sedienta de Dios. No era para menos, un pastor atento a su rebaño, sensible a sus preocupaciones, pero también identificado con sus alegrías y esperanzas, nos entrega esta esperada exhortación apostólica que empieza con la siguiente frase motivadora: «La Alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús…»  Como ya es tradición eclesial, el documento lleva como título, la primera frase con que empieza el original, escrito en latín: «Evangelii Gaudium…»
El documento de 142 páginas, que fácilmente se puede bajar digitalmente con la ayuda de ‘san Google´, ha sido presentado en el marco de las celebraciones por la clausura del Año de la Fe (Domingo 24 de noviembre del 2013) y está dirigido a los obispos, a los presbíteros y diáconos, a las personas consagradas, a los fieles laicos y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.
La novísima Exhortación Apostólica estructurado en cinco capítulos, plantea que ha llegado la hora de una NUEVA ETAPA EVANGELIZADORA marcada por la alegría de anunciar el Evangelio de Jesús, lo cual implica una urgente indicación pastoral del papa –primer servidor del Evangelio-  de cómo recorrer esos caminos para la marcha de la Iglesia misionera en los próximos años.
En el Capítulo primero, el Papa reflexiona sobre la TRANSFORMACIÓN MISIONERA DE LA IGLESIA, una Iglesia en permanente salida, nunca instalada en sus comodidades y privilegios, siempre presta a anunciar y testimoniar el mandato de Jesús: «Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre el Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo lo que les he mandado» (Mt 28, 19-20). Una Iglesia que tome la iniciativa sin miedo a perder su «poder» y salga de sí misma hacia la búsqueda amorosa de los pecadores, no para juzgarlos, sino para acogerlos con entrañas misericordiosas. Una Iglesia con evangelizadores que tengan «olor a oveja» y no «olor a lobos o cuervos». Una iglesia en permanente conversión que se renueve todos los días mirando el modelo de la Iglesia de Jesús. Una Iglesia que no se resigne al cómodo criterio pastoral del «siempre se ha hecho así», sino que dinamice su pastoral repensando sus objetivos, sus estructuras, su estilo y sus métodos.
En el Capítulo segundo, el más comentado por los medios periodísticos del mundo, aborda LA CRISIS DEL COMPROMISO COMUNITARIO, en donde analiza someramente sobre la realidad contemporánea, marcada por una economía de la exclusión y la inequidad y una cultura del bienestar y del descarte, todo en el marco de una globalización de la indiferencia. Rechaza la nueva idolatría del dinero, que bajo una verdadera dictadura de la economía y del mercado, hacen abdicar a los estados nacionales su justo derecho a velar por el bien común. Un «orden» en donde los excluidos y pobres se llevan solo las gotas del «chorreo» económico. Una estructura en donde el dinero gobierna en lugar de servir. Naturalmente, esta inequidad y exclusión -advierte el papa- genera una inevitable violencia de los desposeídos que van a reclamar en las calles sus derechos conculcados. En este contexto sombrío, se hace necesaria una iglesia atenta a estos signos de los tiempos, para asumir una actitud profética y misionera; no más una Iglesia que a nombre de «cuidar su prestigio moral», no se sepa si está con Dios o con el diablo. En este acápite, el papa nos exhorta enfáticamente a que: ¡No nos dejemos robar la alegría evangelizadora, la esperanza, la comunidad, el Evangelio, el ideal del amor! ¡No nos dejemos robar la fuerza misionera!
En el Capítulo tercero, dedicado al ANUNCIO DEL EVANGELIO, reta a todos los cristianos a asumir la tarea evangelizadora de la Iglesia, desde el mismísimo Obispo -primer misionero- hasta el que limpia el templo. La Iglesia, entendida como «un pueblo para todos» es atraída por Dios teniendo en cuenta la compleja trama de relaciones interpersonales que supone la vida en una comunidad humana. En consecuencia, la Iglesia, no debe ser más una club exclusivo de bautizados que comulgan y se confiesan; tiene que ser un pueblo de Dios encarnado en los pueblos de la tierra, inculturado en cada realidad diferente, respetando hasta la diferencia de ser Iglesia con «religiosidad propia».
En el Capítulo cuarto, el Papa exhorta sobre la delicada DIMENSIÓN SOCIAL DE LA EVANGELIZACIÓN, teniendo en cuenta que evangelización y promoción humana son las dos caras de una misma moneda. La Iglesia no asiste al pobre por marqueteo o por proselitismo; la iglesia, por la naturaleza de su propia misión, practica la caridad efectiva con el prójimo desposeído, se compadece, le asiste, le promueve. El Papa invita a todos los cristianos, incluyendo a los pastores que muchas veces se auto declaran «no-políticos», a preocuparse por la construcción de un mundo mejor en donde se incluya socialmente a los pobres, se busque el bien común con paz social y el diálogo como contribución a la paz.
Finalmente, en el Capítulo quinto, el Papa nos reta a ser EVANGELIZADORES CON ESPÍRITU. Nos alienta para inaugurar una etapa evangelizadora más fervorosa, alegre, generosa, audaz, llena de amor hasta el fin y de vida contagiosa; luchando contra nuestra propia debilidad humana caracterizada por la búsqueda enfermiza de sí mismo, el egoísmo cómodo y la concupiscencia que nos acecha siempre. Todo será en vano –acota finalmente- si es que confiamos solo en nuestras fuerzas de siervos inútiles; sin dejar que Cristo Resucitado actúe también en esta tarea misionera, para cosechar frutos de santidad y salvación para todos y todas.  María, madre del Evangelio viviente, manantial de alegría para los pequeños, estrella de la nueva evangelización, ruega por nosotros.  Amén. Aleluya.