Indignación sureña

Es muy preocupante para todos lo que viene ocurriendo en el país, lo que empezó a concretarse con la indignación sureña en varias regiones como Puno y Cusco, se ha extendido poco a poco hacia otras ciudades del país y desde allá hasta la concentración en la ciudad de Lima.
Justo ayer la capital de nuestro país, la tres veces coronada villa, la ciudad jardín, la bella Lima tradicional, criolla, incaica con centenares de huacas repartidas por todo su territorio, recordaba el día de su fundación española un 18 de enero de 1535, es decir, que ocurrió hace 488 años.
Estuvo considerada, durante casi tres siglos, como la Capital Virreinal de América del Sur, actualmente como capital de nuestro Perú ha soportado el enorme desafío de la migración desde sus distritos y provincias de todo el país, incluyendo últimamente a la gran cantidad de migrantes venezolanos.
Es una ciudad que ha crecido también desordenada por responsabilidad de los gobernantes sin visión que la embelesaron con un crecimiento metropolitano, centrando no solo los poderes del Estado, sino, los polos de desarrollo que iba a trayendo a miles de peruanos de la misma costa, sierra y selva.
De ciudad jardín queda poco, la asfixiaron, contaminaron, todo por centrar todo al punto que se llegó a pensar que solo Lima era el Perú, motivando movimientos de separación por el abandono y humillación a la hora de repartir el presupuesto nacional.
Lima en su cumpleaños, ha recibido sin invitar a miles de peruanos venidos principalmente del sur del país, que en medio de probables errores y hasta posibles delitos ocasionados por la ira profunda, vienen del Perú que una vez más trata de llamar la atención, junto a más de medio centenar de vidas perdidas, para que las reglas del juego democrático sean respetados y no manipulados por un claro grupo de poder que maneja desde Lima al país, concentrando riquezas y sembrando desdichas y desilusiones en las regiones. El cambio debe darse y unas nuevas elecciones lo más cerca posible es viable.
Esperamos sea la hora que se comprenda que así no se hace patria, que la igualdad y la justicia deben dejar de ser retóricas para asomarnos a un desarrollo saludable y sostenible para todos y todas, en paz.