Hasta que la muerte los separe

  • Feminicidio y otras formas de violencia contra las mujeres en el Perú

 

Por: Psic. Faviola Mares Quispe

Según reporte del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, en los últimos cinco años1, 576 mujeres en nuestro país fueron víctimas de feminicidio2 (20 casos en la región Loreto) y otros 592 se registraron como tentativa.  En agosto 2015, un caso tuvo controversial epílogo en Piura, pues esta vez la víctima asumió la defensa cerrada de su agresor, 2 más en Lima y 1 en Áncash concluyeron con la muerte de la víctima.  Y en la ciudad de Ayacucho, una mujer acabó con la vida de su agresor.  Definitivamente, no se trata de hechos aislados u ocasionales, pues tienen como causa relaciones de subordinación y desigualdad,  sumado a patrones culturales que legitiman la violencia como forma de solución de los conflictos.

La mayoría de las mujeres asesinadas, ha muerto en manos de sus parejas o ex parejas. Para llegar a este extremo, ha vivido mucho tiempo en violencia, es probable que la familia, los amigos,  los vecinos tuvieran conocimiento, pero no hicieron nada.  Ella teme, calla, se vuelve sumisa, sin autoestima y ya no puede escapar. Los detonantes casi siempre son los celos, la negativa para reiniciar la relación y el consumo de alcohol. Lo más terrible del feminicidio es que te mata la persona que un día has amado, con el que te acuestas, el padre de tus hijos, con el que has construido sueños y has planificado una vida.

Estamos analizando el asesinato de las mujeres por el hecho de ser mujeres, una condición de género que nos coloca en permanente situación de riesgo, ya que su principal causa es una sociedad con rasgos misóginos, expresados en el deseo de controlar la vida, sexualidad y subjetividad femenina.  Es el punto de llegada de un continuo de violencia que se prolonga con la esperanza del cambio.  Múltiples estudios señalan que la relación de posesión en la que el agresor convierte su relación de pareja, ejerciendo violencia para someterla es la causa por la cual ocurre el crimen.  Se usa la violencia no sólo para dañar, sino para ejercer poder.  Si las víctimas no hubieran sido mujeres, seguro la historia sería distinta.

La violencia familiar es un problema multicausal, de salud pública y que requiere priorizarse en la agenda política.3   Tiene como agravante una sociedad permisiva y tolerante con el maltrato en todas las etapas de la vida, haciéndola invisible.  Los espacios físicos y sociales (familia, escuela,  medios de comunicación) considerados como garantes de seguridad, no lo son en realidad y paradójicamente pueden degenerar en espacios de peligro para las mujeres ante situaciones de crisis, cuyo efecto es una cultura de violencia aprendida, depresión, estrés post-traumático, pobre expectativa de vida en pareja y familia como proyecto social.

Según informa la CEPAL (2014), el Perú ocupa el 2do. lugar en feminicidio en Latinoamérica, superado sólo por Colombia.  Y en Loreto, cada año 30,000 mujeres son víctimas de violencia por parte de la pareja (ENDES 2014).  Sólo 24% acude en busca de ayuda a una institución pública para denunciar, 40% de estos casos no tienen respuesta adecuada, rápida, ni eficaz, según reporta el Ministerio Público, evidenciando fallas en el sistema de protección de las víctimas.

Una de las principales causas de esta desconfianza se debe a los vacíos en la legislación, contenida en el art. 109 del Código Penal Peruano, al otorgar la posibilidad de atenuantes de los casos de feminicidio, bajo el concepto de “homicidio por emoción violenta” (obnubilación o pérdida temporal del control), haciendo a la mujer responsable de su propio asesinato.  Evidencia de prácticas aún discriminatorias y estereotipos institucionalizados contra las mujeres, con operadores de justicia que aplican normas jurídicas con sesgos de género, discriminando y desconociendo derechos constitucionales.  Se suma la limitada asignación de presupuestos públicos para la implementación de programas y/o proyectos que fortalezcan los sistemas de protección de derechos de las víctimas y las capacidades en las instituciones que intervienen en la ruta de denuncia.

Pero, la violencia de género no se agota en el golpe, ni el insulto; pues tiene diversos rostros, se evidencia en las altas tasas de mortalidad materna (15 casos en Loreto, 3 veces más que el promedio nacional en lo que va del 2015); en el limitado acceso a educación para las niñas y adolescentes en zona rural (sólo 60% concluye la educación básica), en su deficiente estado nutricional (1 de cada 3 mujeres de 15 a 49 años tiene anemia4), en la alta tasa de embarazo adolescente (3 de cada 10 adolescentes de 14 a 19 años son madres en la región Loreto5), el insuficiente acceso a oportunidades laborales (41% de subempleo femenino a nivel nacional realizado en condiciones de precariedad e informalidad) y en el incremento sostenido de casos de violencia familiar y sexual6 (en Loreto, 1 de cada 2 adolescentes embarazadas, son por violación sexual de alguien del entorno cercano, sólo 3% denuncian, reportado por PROMSEX7.

Desafíos pendientes.
La enorme desigualdad y la exclusión de las mujeres expresada en deficiencias sociales -educación, salud, empleo- nos dan cuenta del fondo jurídico, económico, político y cultural que encierra la violencia de género.  Su erradicación constituye un reto para las y los ciudadanos y gobernantes, posible de lograr.

Para ello es preciso eliminar los factores culturales que lo reproducen y los prejuicios y desigualdades de poder que lo sustentan.  Se requiere mejorar los niveles de articulación intersectorial con canales de comunicación permanente y estrategias de protección a las víctimas con seguimiento adecuado, crear redes sociales comunitarias para la vigilancia social, el fortalecimiento de servicios jurídicos gratuitos, la inclusión de contenidos sobre derecho a una vida libre de violencia en el currículo educativo, que incluya además la eliminación de estereotipos de género y uso del lenguaje inclusivo en los materiales educativos, implementación de un plan de reeducación a los hombres involucrados en violencia, entre otros.

Pero, sobre todo, se requiere fortalecer el empoderamiento de las mujeres, su capacidad para la toma de decisiones y mejorar su acceso a los recursos y oportunidades, reduciendo su vulnerabilidad ante la violencia y los conflictos.   Pues no seremos un país de libertades, democracia y justicia plena, si no somos capaces de abrir los espacios que demanda la energía de las mujeres.

 

FOOTNOTES

1    MIMP. Programa Nacional contra la Violencia Familiar y Sexual.  Resumen Estadístico de Violencia Feminicida.  2011-2015.  Corte a julio 2015.
2    Homicidio de mujeres por razonas de género.
3    OMS.  Es la principal causa de muerte y discapacidad entre las mujeres de 15 a 44 años.
4    INEI, ENDES 2014: Anemia en mujeres de 15 a 49 años: 34,3%.
5    ENDES 2013.
6    OMS.  Una de cada 3 mujeres en el Perú es víctima de violencia física, psicológica o sexual.
7    PROMSEX.
Estudio de estimación del impacto y prevalencia de la violencia sexual contra mujeres adolescentes. Mazán-Iquitos.  2013.