GRACIAS MAESTRO FUENTE DE CONOCIMIENTO, FARO DE LA SABIDURÍA

Por: Menotti Juan Yáñez Ramírez, Mgr.  (menottivi@yahoo.com)

 

El día del Maestro es una fecha que se celebra en todo el orbe, en los cinco continentes cambiando solamente los días de celebración, pero en esencia una misma connotación, homenajear a ese ser que con especial dedicación contribuye a la formación de los seres humanos en cualquier etapa de su vida en la que es educable y educando.

Es el caso de nuestro continente que con motivo de la Conferencia Interamericana de Educación llevada a cabo en Panamá el año 1943, recomendó la conmemoración del Día Panamericano del Maestro el 11 de Setiembre en homenaje al destacado educador y presidente argentino Domingo Faustino Sarmiento. De igual forma la Internacional de la Educación y la UNESCO el año 1994 instituyeron de manera conjunta el día 5 de Octubre como Día Mundial de los Docentes.

En nuestro país esta efeméride se celebra el día 6 de Julio de todos los años en conmemoración a la fundación de la primera Escuela Normal de Varones el año 1822, durante el Protectorado de Don José de San Martín y Matorras, quien encargó la conducción al ciudadano escocés Diego Thomson. El 4 de mayo de 1953 el presidente Manuel Apolinario Odría oficializó el 6 de Julio como Día del Maestro.

Esta celebración cobra especial preeminencia cuando el homenajeado es un verdadero maestro, sino no pasa de ser una fecha más de fiesta y algarabía para aquellos que fungen de tales pues sus principales jueces (sus alumnos) así los catalogan. El maestro es «nervio y espíritu de la educación» como suele decir el ilustre educador Don Jorge Lazo Arrasco y es la experiencia y la razón la que le asisten después de más de cinco decenios como forjador de juventudes y de docentes en diferentes claustros académicos. Y al enfatizar en lo arraigado del sentir como educador se está refiriendo a la vocación de maestro que se plasma en la solidez de lo que se sabe, en la pasión del cómo se hace y el amor y la devoción del ser Maestro.

Y este perfil es alto y complejo sobre todo en nuestro Perú, donde la realidad educativa se hace cada vez más difícil por lo lento que reaccionamos a los cambios, por la mala formación de nuestros futuros educadores, por la pérdida de respeto a esta noble misión que cada día viene deteriorándose más y más. En mi concepto, es  la vocación la que no está funcionando, es ese llamado, esa predisposición especial hacia la contribución desprendida de lidiar con la juventud para ayudarla a ser mejor y acompañar a la adultez en la consolidación de su desarrollo personal, pues la vocación como palabra solo ha quedado reducida a los sacerdotes, religiosos o religiosas, ya que sólo ellos sienten el llamado de Dios para auxiliarlo en su tarea. Con todo respeto para los que difieren conmigo, la vocación está ahí para todos, para el jardinero, para el carpintero, para el médico, para el abogado, para todo aquel que quiera hacer su tarea con excelencia y profesando por ella, pero la vocación es indispensable para el maestro; esa inspiración excepcional para hacer algo es la que nos debe mover hacia la elección de oficio, profesión o estado y, en el caso del maestro, con mucha mayor razón teniendo en cuenta lo especial y lo sacrificado de su labor y las escasas retribuciones materiales que recibe por ello. Pero a pesar de lo antes señalado hay muchos maestros y muchísimos profesores y esa distinción la hace muy bien el Diccionario de la Academia de la Lengua Española, refiriéndose a los primeros nos dice: Maestro, tra. (Del lat. magíster, -tri). adj. Dicho de una persona o de una obra: De mérito relevante entre las de su clase; y con relación a los segundos, expresa claramente: profesor, ra. (Del lat. professor, -?ris). m. y f. Persona que ejerce o enseña una ciencia o arte. Queda entonces claramente establecido lo uno y lo otro, concluyendo que lo que más necesita nuestro alicaído Perú en materia educativa son MAESTROS que sean fuente inspiradora de sus alumnos, ejemplo de afán por la investigación, actores principales en el gran escenario del cambio, líderes de sus comunidades a pesar de las dificultades y diferentes realidades donde ejerce su labor en lo extenso de nuestra difícil geografía, respetuosos y tolerantes de nuestra rica pero incomprendida diversidad.

Para ello, el Maestro debe formarse profundamente para que su accionar sea motor impulsor de sus alumnos para enfrentar los nuevos retos y adaptarse a los cambios con rapidez, aprendiendo a navegar en océanos de incertidumbre, entre archipiélagos de certeza, tal cual lo citara el destacado educador Edgard Morín. En ello estriba la capacidad del Maestro de comprender las diferencias de sus alumnos y darle a cada quien, aquello que necesita para responder a las adversidades que se presenten a lo largo de su vida, haciéndolos conscientes que el conocimiento es la base para desempeñarse competentemente, compleja tarea la del Maestro en ser fuente de conocimiento.

Y si el fin supremo de la educación es el cambio, el Maestro deberá de ser ejemplo vivo del mismo, siendo lo más versátil posible en materia de tecnología, de estrategias metodológicas, de fuentes de información, contagiando al alumno a esa búsqueda incesante de la luz que emana de la sabiduría y acompañarlo en ese tránsito. Es ahí donde se ve el temple del Maestro forjado a las más altas temperaturas como el acero, indómito en materia de valores, deseando siempre que el discípulo lo supere sin guardar nada para sí porque es consciente que solo trascenderá si deja una impronta imborrable en quienes tuvieron la oportunidad de compartir con él sus horas y días prodigando una de las virtudes más importantes en el quehacer educativo: la tolerancia.

Loor a los Maestros quienes anónimamente aportan al desarrollo del país desde el lugar donde les toque ejercer su apostolado, sin que el clima ni la distancia signifiquen obstáculo ni óbice para cumplir con su deber porque saben que su recompensa siempre está por venir; la sonrisa de un niño, la mirada tierna de un padre y la enorme y silenciosa satisfacción del compromiso cumplido.

El poeta León Felipe nos dice: «Voy con las riendas tensas y refrenando vuelo porque no es lo que importa llegar solo ni pronto, sino llegar con todos y a tiempo», y así actúa un Maestro.

¡Felicidades los trescientos sesenta y cinco días del año Maestro Peruano porque un solo día no basta para agradecerte!