El uso de la tierra

En su reciente visita con motivo de su participación en el taller convocado por el Instituto de Investigaciones Amazónicas del Perú (IIAP),  denominado «Posibilidades de Biocomercio basado en la Biodiversidad Florística Amazónica», el doctor Antonio Brack, Ministro del Ambiente, fue enfático en declarar a este medio de comunicación que la nueva ley forestal le da potestad a su portafolio para oponerse al cambio de uso de la tierra y que el funcionario que lo autorizaba iría de frente a la cárcel. Creemos que debió ser más específico y señalar que delito cometería este funcionario y cuál sería la pena.

 

Por otro lado, dio a conocer que hay importantes grupos económicos interesados en talar 150 mil hectáreas de bosques primarios para cultivos de palma aceitera. Hasta ahí, de acuerdo. No obstante, es preciso señalar que  seguir talando los bosques primarios en áreas de tales dimensiones es realmente peligroso para la conservación del santuario natural amazónico al que las naciones poderosas miran con codicia, dedicando sus esfuerzos a presionar para que no se toque un árbol, considerando las altas condiciones de contaminación que soportan sus ciudades.

 

El gobierno peruano ha contraído compromisos con la vieja Europa y Norteamérica para frenar la deforestación. Eso se refleja en la nueva Ley Forestal, cuestionada por importantes sectores como los grupos indígenas y especialistas que no ven en ella muchos aspectos decisivos para la convivencia en armonía entre el hombre, la biodiversidad y el agua en estos tiempos de cambios climáticos que han puesto al planeta en alerta roja. O seguimos contaminando, deforestando e infestando nuestros ríos con residuos químicos, o posponemos por un tiempo más la supervivencia de la tierra. A eso está dirigida la nueva ley peruana.

 

Lo que sí llama nuestra atención y  preocupación, es el futuro de los pobladores ribereños, quienes para su supervivencia siembran plátano, yuca, maíz etc., para su alimentación y escasa comercialización en los mercados de la ciudad y, para eso tienen que librar nuevas chacras constantemente, dada la pobreza de nutrientes de los terrenos de la selva baja, que pueden dar para dos cosechas. Esos pobladores tendrán que estar a merced de la burocracia estatal acudiendo una y otra vez a solicitar la autorización del ministerio Del Ambiente para talar una pequeña extensión del bosque para sus sembríos, donde se darán casos de coimas por parte de  malos funcionarios que nunca faltan para, valiéndose del cargo, pretender sacar provecho de la necesidad de esa gente.

 

Seguramente por eso, como conocedor de la podredumbre enquistada en los diferentes estamentos de la administración pública, Antonio Brack, muy suelto de lengua, dijo, refiriéndose a que si un funcionario autoriza la tala de árboles para dedicar el suelo a cultivos, «acá están acostumbrados a hacer pendejada y media»(qué tal manera de expresarse para ser un ministro de Estado). Que nuestros chacareros sigan teniendo su fuente de vida, sin restricciones burocráticas, respetando eso sí el buen uso del suelo, es no sólo un deseo, sino una necesidad. No estamos pidiendo que se permita el uso abusivo de la tala,  pero sí que se tenga en consideración la especial situación en la que viven nuestros compatriotas ribereños.