El tránsito es un caos

No hay autoridad que quiera meter la mano donde las papas queman, no se sabe si por temor a quemarse, presión o intereses inconfesables. En  materia de tránsito, estamos en el más completo caos, con un transporte público totalmente atentatorio contra toda regla, choferes que no respetan las señales ni menos al pasajero, carros que más parecen parrilladas por el humo que despiden por sus tubos de escape contaminando el ambiente con monóxido de carbono, totalmente venenoso y letal.

Por otra parte, los motocarros y motocicletas lineales van  emitiendo ensordecedores ruidos, a lo que se suman las estridencias de los cláxones que suenan hasta en las puertas de los hospitales.

Todos los días no hay calle que se salve de las correrías de los colectivos, conducidos por choferes irresponsables que no miden las consecuencias que podría tener un choque entre unidades o el atropellar a transeúntes o chocar contra otros vehículos menores, ocasionando muerte.

Los policías de tránsito parece que no han entendido la labor encomendada, porque aparte de andar paseándose por toda la ciudad no intervienen a los infractores, porque nunca están en el lugar de los hechos o por ser displicentes en sumo grado.

Peor es ver a otros policías conduciendo motocicletas sin placa de rodaje, sin luces y con los escapes rotos. Con qué autoridad podrían intervenir a un conductor que esté manejando un vehículo con las mismas carencias, sin exponerse a la mofa o la burla de que podría ser objeto del «mira quién me quiere poner papeleta, si ni él respeta el reglamento».

Las unidades de transporte público, que son camiones o camionetas  con carrocería acondicionada y  con asientos, no permitidos en otras partes, están que se caen en pedazos. Parece que aquí no hay revisión técnica ni leve ni estricta, simplemente parece que nunca pasaron por eso y precisamente por eso es que siguen circulando.

Un tránsito ordenado nunca tuvimos en Iquitos, donde es difícil y peligroso conducir siguiendo las reglas de tránsito.