El frasco de los recuerdos

Por: Mary Loverde

A medida que se aproximaba el Día de la Madre, me preguntaba. «¿Qué será lo que verdaderamente querrá mamá para este día?. No necesitaba más chucherías y ya no sé qué talla usa ni qué estilo gusta. El año pasado ya había echado mano a todas mis buenas ideas para regalos (le di un pastel de frutas). Estaba confundida.

Entonces, se me prendió el foco. Lo que ella realmente querría saber es la diferencia que hizo su presencia en mi vida. Para muchos de nosotros, nuestros padres trabajaron duro y se sacrificaron. Algunos de ellos dejaron sus sueños para que pudiéramos realizar los nuestros. ¡Lo único que querían es tener alguna retroalimentación para saber que sus esfuerzos sí valieron la pena!. Así pues, para decir gracias, le hice a mamá un Frasco de los Recuerdos.

Compré un frasco de vidrio, con boca ancha y tapa. Luego en varios pedacitos de papel escribí recuerdos como los siguientes:

»           Recuerdo nuestra conversación la noche antes de mi boda.

»           Recuerdo que te llamé del hospital para decirte que tu primer nieto acababa de nacer.

Puse el frasco envuelto con papel regalo sobre la mesita de la sala, en casa de mamá. Ella avanzó hasta el centro del sillón, se sentó y acomodó el regalo en su regazo.

Cuando vio la etiqueta, no estaba segura de que se trataba: «El Frasco de los Recuerdos». Notando su mirada inquisitiva y el frunce de su entrecejo, le di instrucciones para que sacara la tapa, metiera la mano, cogiera cualquier papelito y que cada uno de ellos contenía un recuerdo.

«Oh», dijo. «¡Esto es como aquel programa de televisión «Esta es tu vida».- «Algo así», contesté, con la voz ya temblorosa. «Excepto que es acerca de tu vida y la mía, juntas.»

Las lágrimas brotaron inmediatamente de sus ojos al leer el primer recuerdo:

»           Recuerdo cuando me diste mi primera bicicleta, azul brillante y justo de mi tamaño.

Metió la mano para sacar otra tira de papel, pero le dije: «¡Espera! Sólo debes sacar un recuerdo cada día y saborearlo». Sintiendo que los recuerdos eran demasiado irresistibles, se rió me hizo un ademán con la mano para que me callara y volvió a sacar otro papel. ¡Le urgía reavivar más su memoria!.

»           Recuerdo el miedo que tenía (a los nueve años) cuando te operaron en el hospital).

»           Recuerdo cómo me gustaba verte cuando te arreglabas para salir a bailar los sábados en la noche. ¡Sabía que mamá era la más bella del mundo!.

»           Recuerdo lo inteligente y fuerte que fuiste al criar a seis hijos.

»           Recuerdo cuando me regalaste en navidad la muñeca que tanto había deseado y por la que había rezado para que estuviera debajo del árbol.

»           Recuerdo cuando era adolescente haber ahorrado la mitad del dinero para comprarme unas botas de moda y que tú pusiste la otra mitad.

Mamá me miró, riendo y llorando a la vez. Entonces, susurró: Has creado un nuevo recuerdo para mí. Nunca olvidaré este Día de la Madre».

Me emocioné al pensar en la posibilidad de ir añadiendo preciosos recuerdos a ese frasco de ahora en adelante. Incluso sentí un arrebato de dulce presión para asegurarme de crear más momentos que pudiéramos compartir, especialmente cuando mamá, un poco después, leyó el último recuerdo, me miró y medio bromeando, me dijo: «¿Ya no hay más?».