El Bipartidismo garantiza el sistema democrático.

En todos los países del mundo donde la competencia partidaria es factor principalísimo para la vida política de cada nación que ha optado por el bipartidismo para  elegir a sus gobernantes, se desarrollan los comicios electorales en una sola vuelta, sin que hasta el momento se haya conocido algún desliz que haya violentado tales procesos.

 

Y es que el bipartidismo, según la filosofía de Héctor Vargas Haya,  viene a ser  el resultado de la madurez cívica y si se quiere, es la última etapa del recorrido político – partidario de la ciudadanía, que luego de algunas experiencias se polariza en corrientes doctrinarias definidas. Tal acto es contrario a la perniciosa polarización   aparentemente ideológica, de un pueblo dominado por muchos problemas incluyendo  la falta de cultura y que desesperadamente busca derroteros,  siendo generalmente conducido por capituleros o improvisados activistas  que tientan la fortuna  en la aventura.

 

Debemos señalar que la ley de partidos políticos, debería  ser el instrumento generador de la nueva concepción política,  que ayude a ordenar no solo la marcha de los partidos, sino  demostrar a los ciudadanos, desde muy temprano, que la proliferación  de grupos mal llamados partidos, o mejor dicho de clubes de efímeras organizaciones, no  es beneficiosa para tratar los problemas de una nación, al contrario los agravan.

 

Tenemos que convenir  en que la informalidad  política está dada por la presencia de grupos ciudadanos, estimulados artificialmente por ambiciosos e irresponsables manipuladores de la fe popular. Por supuesto que hay  que tener en cuenta que la incultura y  la ignorancia, constituyen de por sí materia prima de excelente aprovechamiento para los profesionales de la anti política.

 

Debemos decir que la ley de partidos políticos, elaborada  sin cálculos electoreros, no cabe duda que organizará mejor a la ciudadanía, instándole a convencerse que sólo organizándose  en partidos,  o cuando menos orientando su voto a una de las dos corrientes en pugna, podrá lograr el desarrollo  cívico, que a última instancia es la base sustancial del progreso sustentado en la solución racional de los problemas que aquejan a los pueblos.

 

Hay que precisar que  el  progreso y la civilización generan un población organizada en instituciones políticas fuertes. Las hordas primitivas en poco se diferencian de esos grupos que aunque vestidos con indumentaria civilizada, fomentan la informalidad política, buscando pescar a río revuelto. Para evitar todo esto, propiciemos la instauración del bipartidismo y digamos adiós  a la segunda vuelta.