Economía de mercado con corazón

Muchas opiniones vienen circulando respecto al rumbo de la economía de nuestro país frente al cambio de gobierno nacional, lo que resulta interesante porque aparte de bravuconerías en Lima entre militancias que no conducen a nada, es importante promover un diálogo técnico, político y social.
Una de las posiciones es la emitida por Carlos Anderson, congresista de Podemos Perú, quien ha comentado que “hay que corregir la falla histórica de una economía de mercado sin corazón”, que es la que ha dominado desde inicios de la vida republicana.
Esta política económica sin corazón que debe cambiar y volverse una economía de mercado con corazón, es la que mucho daño ha hecho al país y tenemos los índices de desnutrición crónica y anemia infantil más vergonzosa de América del Sur, siendo un país rico en recursos naturales y con minería importante.
Esa política que hace que los impuestos que paga la minería se esfumen (o sea de los que cumplen con cabalmente con el pago de sus impuestos), y no lo disfruten en términos de desarrollo real, para empezar, los pueblos de donde se extraen los mismos, y que esta política económica que vuelve esclavos modernos a millones de peruanos a ocasionado también la migración del campo a la ciudad, por falta de promoción agraria con valor agregado para el consumo interno y exportación.
Nos ha vendido falsas formas de felicidad con fiestas populares, entrega de regalos, canastas de víveres, sorteos, nada más que distracciones, para no exigir se construyan verdaderas bases de desarrollo; y aquí la estrategia salvaje de no invertir lo necesario en Educación y en la Salud del pueblo paro no despertar la conciencia crítica en ciudadanos instruidos y con buena salud.
Y Anderson, de igual forma aporta con su opinión al decir que se opone a cambiar el capítulo económico de la Constitución Política del Perú, pero sí está de acuerdo en perfeccionarlo para promover la competencia. Es lo mismo que decir modificación, cambios, solo dicho en un lenguaje menos enérgico, al final es lo mismo.
Esa política económica además permisible al libertinaje de ciertos monopolios encubiertos que especulan con los precios de los productos, entre ellos los alimenticios, sin ningún control por una serie de leguleyadas que amparan ciertas normas dadas para permitir estos atropellos en el marco de una economía de mercado sin corazón. Esto debe cambiar y el gobierno entrante tiene un enorme compromiso con la esperanza de un país que promueve la sana y legal competencia.