De brujas, santos y difuntos

– En la solemnidad de todos los Santos y la conmemoración de todos los Fieles Difuntos
Por: Adolfo Ramírez del Aguila
Arda1982@yahoo.es

En este largo fin de semana, en donde despedimos al Mes Morado y damos la bienvenida al mes de noviembre, hay una variedad de celebraciones del calendario civil y religioso. Se celebra el día de la canción criolla y día de las brujas (Jueves 31/10), la solemnidad de Todos los Santos (Viernes 01/11) y la conmemoración de Todos los Fieles Difuntos (Sábado 02/11). Cuando llegan estas fiestas y escuchamos la propaganda de los panetones y suenan ya los villancicos en las radios, caemos en la cuenta de que el año se nos acaba; un año más, sí importa.

Nos vamos a centrar en las fiestas religiosas del viernes 01 y del sábado 02; sin embargo, es interesante advertir, que hay algunas solemnidades religiosas que son precedidas por fiestas civiles de cierto contraste. Por ejemplo, el último día del carnaval es la víspera del Miércoles de Ceniza, inicio de la Cuaresma hacia la Semana Santa. El mismo contraste, sucede en este fin de semana: el día de las brujas y fantasmas, es la víspera de Todos los Santos.

La Solemnidad de Todos los Santos, fiesta muy antiquísima en el catolicismo, es el día en que se celebra el testimonio de aquellos seres humanos de todos los tiempos, que a pesar de su condición humana limitada, tuvieron la generosidad de responder radicalmente a la propuesta de las Bienaventuranzas de Jesús (leer Mt 5, 3-12) o sea, se hicieron santos y santas, y han logrado ver a Dios con los ojos de un corazón limpio. Cuando decimos «Santos» generalmente pensamos en Santa Rosa de Lima, San Martín de Porres, etc. Sin embargo, los «Santos»  son también aquellas personas vivas o muertas que de una manera anónima, ayer y ahora, consagran su existencia al seguimiento de Cristo. Veamos algunos ejemplos de estos santos callejeros: un misionero de espíritu pobre por ejemplo, una madre que sufre y halla consuelo, un barredor humilde y honrado, un dirigente con hambre y sed de justicia, un padre de familia compasivo, una religiosa de corazón limpio, un alcalde que trabaja por la paz, un ecologista perseguido por hacer lo que es justo, etc.

En el credo de nuestra fe, decimos en uno de sus artículos: «…Creemos en la comunión de los santos…» y los santos que ya fallecieron, son los que hacen fuerza espiritual desde el cielo, para unirse a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, que luchan por una Iglesia de comunión y de participación, que haga realidad el Reino de Dios en el mundo de hoy.

La Conmemoración de todos los Fieles Difuntos, en donde la tradición manda visitar a la tumba de nuestros familiares y amigos que ya partieron a la Casa de Dios Padre; es una fiesta de mucho arraigo popular, que normalmente opaca a la fiesta del día anterior y no pocas veces lo absorbe. Es el día más concurrido hacia los cementerios, lugar donde descansan los restos de nuestros seres queridos. Es menester resaltar en esta fecha, el sentido religioso de esta fiesta, para no quedarnos solo en los simbolismos ritualistas de ramos de flores, de comidas y bebidas que se suelen poner en la tumba del difunto.

Frente a la inevitable muerte, como destino natural o accidental de todo ser humano, Jesús el Dios de vivos y no de muertos,  nos propone un nuevo sentido a este desenlace trágico. El Evangelio cotidiano de este año, nos presenta como lectura, el famoso pasaje bíblico de la resurrección de Lázaro (Jn 11, 17-27). Jesús, al saber la «mala noticia» de la muerte de su amigo, fue a la tumba, se conmovió y lloró; fue propicio el acontecimiento para proclamar la «Buena Noticia» a los pobres y desconsolados, que lloran por la pérdida de un familiar: «Yo soy la resurrección y la vida, el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá». Dicho esto, Jesús ordenó al muerto putrefacto de hace cuatro días: «lázaro, sal de ahí».

Que en este día que honramos a nuestros difuntos, hagamos un acto de fe, y dejemos que Jesús actúe con eficacia, allí donde la muerte quiere hacer sentir su carga de desaliento y desesperanza. Y la muerte hoy en día, no solo es por una enfermedad o por un accidente de tránsito; hoy, la muerte se ha instalado en todos los rincones de nuestra sociedad, a veces de una manera sutil: en las calles violentas, en la economía del chorreo que mata de hambre, en la política que destruye sueños, en las luchas reprimidas, en la droga y los carteles del mal; en los programas asistencialistas que intoxican a los niños, en la trata de personas que vende al mejor postor seres humanos como si fueran cosas, en las concesiones forestales que destruyen la maravilla natural del mundo, en la educación de calidad que no es para todos, en las políticas de inclusión que solo atienden a los amigos y partidarios, etc. Señor Jesús, ven y ordena que nos levantemos de la muerte a la vida. Amén.