CIUDAD QUE CAMINA

Por: José Álvarez Alonso

«Biónico», «King of the Pedals», «Aventurero y Solterito», «Imparable», «Intercontinental», «Maldito», son algunos de los pintorescos nombres con que los conductores engalanan los multicolores triciclos que funcionan por centenares en las calles de Puno. Son ecológicos, silenciosos, limpios, y sumamente atractivos para los turistas y pobladores locales por lo económicos que son y por lo tranquilos; y eso que en Puno hay buenas subidas, y el aire enrarecido no invita precisamente al ejercicio. Pero los fornidos tricicleros pedalean con ganas mientras explican al pasajero algunas cosas sobre la ciudad; el silencio del motor lo permite, por cierto, porque nada hay más patético que observar a un motocarrista selvático manejando un vehículo sin silenciador y tratando de escuchar instrucciones de su cliente o de dar explicaciones. También hay motocarros en Puno, por cierto, pero no vi ni uno solo sin silenciador…

Los triciclos de pasajero impulsados a fuerza humana son muy comunes en países asiáticos, y con el auge del turismo han resistido la desigual batalla contra sus motorizados y contaminantes primos,  los motokars o motocarros. Tanto en varios países de Asia como en Puno los propietarios compiten decorando de forma a cual más original y vistosa sus vehículos, lo que los convierte en un atractivo turístico más. En Puno le pedí permiso a un triciclero para sacar una foto a su particularmente decorado vehículo: posó orgulloso a su lado, y me confirmó que tenía un gran jale con las chiquillas…

Pero los triciclos ecológicos no son lo único que llama la atención en ciudades andinas. Recientemente tuve la oportunidad de visitar, además de Puno, la ciudad de Arequipa, y no pude menos de comparar (me disculpan, toda comparación es odiosa) con nuestra amazónica Iquitos. Y es que estamos tan metidos en nuestro pequeño y bullicioso hueco en medio de la selva que podemos sentirnos tentados (algunos caen en la tentación) de pensar que las cosas son como son porque no hay otra alternativa, que la nuestra es la única forma de vivir en una ciudad. Y no es así.

Arequipa, en particular, se nota que avanza, que camina, es una ciudad pujante, y el visitante lo aprecia a primera vista en las calles, en el volumen y prosperidad de sus negocios, y en las cifras de su economía. Y «camina» no sólo porque la actividad económica y la prosperidad son visibles por cualquier lado, comenzando por el turismo y el comercio; también porque la gente camina por las calles, a miles, a diferencia de Iquitos, en que se ve muy poca gente caminando. La ciudad de Arequipa es acogedora, amable y relativamente tranquila a pesar del ajetreo comercial y del intenso tránsito; no por gusto desborda de turistas por todas partes, y los negocios de artesanías, hostales y restaurantes están a rebosar.

¡Qué diferencia con Iquitos! Jamer Ramírez, presidente de CARETUR, suele decir que Iquitos es una ciudad que «expulsa a sus visitantes», por el desorden, el caos vehicular, el ruido y la contaminación; muchos en el Comité Consultivo de Turismo y ciudadanos en general compartimos esa apreciación.  Mientras no se ordene la ciudad (atención, recién elegido alcalde) no habrá desarrollo de un turismo urbano, quizás una de las pocas industrias con capacidad de crear nuevos puestos de trabajo a corto plazo en esta mediterránea ciudad.

Se dice que hay unos 17,000 ticos haciendo taxi en las calles de Arequipa, un número casi similar al de los motocarros de Iquitos. Pero salvando excepciones (también ahí hay algunos infantiloides y acomplejados que se creen Meteoro y ponen «resonador» a sus vehículos), el tránsito es relativamente tranquilo y silencioso. El visitante no siente el agobio y el estrés de la bulla de las calles de Iquitos, y se ve impulsado a quedarse unos días a disfrutar de la ciudad, de su riquísima cocina, y de sus bien cuidados monumentos.  A toda hora se ve numerosos micros, camionetas y combis repletas de turistas haciendo el «city-tour» o camino del Colca…

La gente de Arequipa camina por miles por las calles, pasea, aunque en las horas del mediodía el calor es tan intenso como en Iquitos. ¿Por qué la gente no camina en Iquitos? Sospecho que contribuyen las veredas, que parecen una pista de obstáculos, con desniveles en cada casa (no he visto cosa igual en otras ciudades); pero también sospecho que el mismo caos vehicular no invita a pasear a la gente; cruzar una calle es un deporte de alto riesgo en Iquitos, y sé de personas mayores que sufren horrores para caminar unas cuadras. Hoy la gente de Iquitos toma motocarro hasta para ir a la vuelta de la esquina. Mala noticia para la salud, tanto de las personas como del ambiente.

Tanto Arequipa como Puno tienen sendas calles peatonales: ‘Mercaderes’ se llama la primera, ‘Lima’ la segunda. Y están abarrotadas de gente que pasea, y de florecientes negocios. No hay ciudad que se precie en el Mundo que no tenga siquiera una calle peatonal, algunas varias. En Iquitos seguimos esperando la buena voluntad y la visión de un alcalde que se anime (el Comité Cívico Todos contra el Ruido propuso esto hace más de 5 años).

¿Tendrán las nuevas autoridades de Iquitos la voluntad y visión de ordenar la ciudad para hacerla más habitable para sus habitantes y atractiva para el turismo? Sólo el tiempo lo dirá. Mientras tanto, esperaremos sentados, porque caminar por las calles de Iquitos, ni de vainas…