Candidatos y pueblos indígenas: errando el blanco

Por: José Álvarez Alonso

«Estoy harto de oír por radio las ofertas de los candidatos. Obras, obras, obras… El cemento no se come, y por aquí nos niños paran de hambre. Mientras tanto, el pescado se está acabando, y los madereros ya están terminando nuestros bosques, de eso nadie se acuerda», se lamentaba Segundo Tapayuri, un fornido pescador Kukamiria de Lagunas, en el bajo Huallaga. Estaba ayer remendando su vieja red a la orillas del Huallaga, mientras me cuenta cómo la cocha que dio el nombre a Lagunas (antiguamente, «La Laguna»), antes una de las más productivas de Loreto, ya no tiene pescado porque se cerró de huama y otras plantas acuáticas. «Antes las charapas y las vacamarinas la mantenían libre, pero mucho las cazaron y se acabaron», me explicó otro comunero, Norberto Lomas, cuando pregunté por qué había pasado eso. «También los mijanos han dejado de surcar el río, y con la presente vaciante, apenas si sacamos para comer», comentó.

Por todas las comunidades la gente se admira de la extrema vaciante de este año, que algunos atribuyen a los gringos («diz que están jalando el agua del Amazonas», me comentó un indígena), y otros a la mucha deforestación: «los árboles son los que llaman el agua, mucho le han maltratado al bosque», comentó otro. El Huallaga y el Marañón están en su vaciante máxima desde que la gente tiene memoria; el deslizador en el que me transportaba perdió su cola por efecto de los choques, y tuvimos que esperar auxilio de otro bote para llegar a San Lorenzo bien avanzada la noche.

La campaña política está en su apogeo, y por todas partes se ven banderas de los distintos candidatos; inclusive los botes y canoas circulan con sus respectivas banderitas. Cuando pregunto a alguno si es de ese partido, me dicen: «Es pura finta, todavía no sé por quién votar». Lo que sí tienen claro es que no les convence ninguno.

«¿Acaso algún candidato conoce nuestra realidad, nuestros problemas», me decía esta mañana Milton Chanchari, en la comunidad nativa Nuevo Islandia, en el alto Marañón. «A ninguno le he oído ofrecer en su plan de gobierno ayuda a las comunidades para manejar sus bosques, sus cochas. Sólo Emir nos ha apoyado con este proyecto del aguaje» (se refiere a Emir Masengkai, el alcalde Awajún de Datem del Marañón, famoso por priorizar proyectos de producción de peces, conservación y manejo de recursos con comunidades indígenas, antes que obritas de cemento).

Justamente estoy viajando por las comunidades del Marañón para apoyar un proyecto de manejo comunitario y comercialización de aguaje, ejecutado por el Consorcio NCI-IIAP, y promovido por el Alcalde Masengkai en el marco del Proyecto Pastaza-Morona. Las comunidades que visitamos están ávidas de involucrarse en actividades de manejo. Todos son muy conscientes de la crisis ambiental que sufre la Amazonía, agravada por el cambio climático, y sus negativos efectos en los recursos forestales y acuáticos que son la base de su economía.

Datem del Marañón posee la mayor extensión de aguajales de Loreto, los que están bastante bien conservados en comparación con los más cercanos a Iquitos: tienen la suerte que desde aquí no llega bien el aguaje al mercado. El proyecto citado, además de promover la cosecha no destructiva de aguaje, enseñando a las comunidades la técnica de escalado, está explorando alternativas para el transporte de la perecible fruta a los mercados de Yurimaguas, San Martín y Lima. La más viable quizás sea el empulpado de la fruta en una comunidad céntrica (se está pensando en Industrial, en la boca del Pastaza) y su traslado al mercado ultracongelada (para evitar la oxidación, su mayor problema), en refrigeradores portátiles.

Si esta técnica resulta, es probable que a mediano plazo se generalice en todo Loreto y se acabe de una vez por todas con la destructiva práctica de talar la palmera para cosechar el fruto. Se calcula que son cerca de 20,000 los aguajes hembra talados cada año sólo para abastecer los mercados de Iquitos, una sangría que está erosionando genéticamente la especie (son talados los individuos con los mejores frutos) y afectando gravemente la fauna silvestre que se alimenta de este nutritivo fruto.

Además del aguaje y la madera, hay multitud de otros recursos en el bosque amazónico que tienen demanda actual o potencial y pueden ser cosechados sosteniblemente, con manejo, algo que parece ignorar la mayoría de los candidatos. Los indígenas amazónicos no son primariamente agricultores ni ganaderos, son tradicionalmente manejadores de sus bosques, cochas y quebradas. Lo han hecho bien por miles de años, pero hoy se enfrentan con nuestras situaciones y amenazas y no han sabido reaccionar. En eso deberían recibir apoyo.

En vez de tanto proyecto megalómano y ajeno a la realidad de las comunidades amazónicas, en vez de tanto prurito agropecuario calcado de otras realidades y luego de varias décadas de proyectos fracasados (demostradamente inapropiados para los suelos, clima e idiosincrasia amazónicas), los candidatos a las municipalidades y al gobierno regional deberían estudiar un poco más la realidad ecológica de la selva y ayudar a las comunidades indígenas a hacer lo que mejor saben hacer: manejar sus recursos, ayudarles darles valor agregado, y a encontrar mercado.

Se dice que Loreto ha gastado más de 3,000 millones de dólares del canon petrolero en los últimos 25 años, mayormente en cemento y calamina, en infraestructura no productiva directamente. Si sólo mil de éstos se hubiesen empleado en promover media docena de productos amazónicos, hoy podríamos tener cientos o miles de pequeñas micro empresas produciendo, transformando y exportando productos de la biodiversidad amazónica, y no crecería la pobreza como ha estado creciendo.

Además de los más promisorios ahora, camu camu y sacha inchi, y madera (pero con valor agregado in situ, ojo, no el modelo actual, explotador y exportador de puestos de trabajo) y de las artesanías de chambira, éxito del PROCREL, puedo citar, a vuela pluma, como promisorios: la tagua o yarina (Ecuador exporta anualmente decenas de millones de botones y joyas de tagua), aceite de unguarui y aguaje (muy ricos en vitaminas y usados para cosmética, masajes, protectores solares, etc.), aceite esencial de palo de rosa (para perfumería y aromaterapia), aceite de copaíba (medicina natural), muebles de fibra de tamshi, huambé y cashavara (existe un mercado mundial de más de 5,000 millones de dólares anuales en muebles de ratán, una fibra similar a las citadas)…

La mayoría de estos productos existen en abundancia en los bosques de Loreto, sólo falta desarrollar y promover técnicas de cosecha sostenible, y capacitar a las comunidades para que sean ellas las que no sólo cosechen, sino le den la primera transformación en el lugar. A ver si algún candidato se olvida un poco del cemento y recuerda que no sólo de pistas y techos de calamina vive el indígena…