Calidad del vaso de leche

El vaso de leche, programa social instituido desde cuando Alfonso Barrantes Lingán fue alcalde de Lima, es un aporte del Estado, a través de las municipalidades, a la alimentación de los niños más pobres de nuestro país.

El legado del querido «tío frejolito» poco a poco ha ido degenerando en su valor alimenticio, habiéndose detectado en diferentes partes que los insumos ya no contienen los valores exigidos para dar a los niños la suficiente energía en un desayuno.

Lo que pasa es lo mismo a lo que sucede con las obras de pistas, alcantarillados, construcciones de locales escolares, equipamientos médicos, etc. Las coimas, determinan que los productos bajen de calidad. Si bien es cierto que cuando un proveedor especifica detalladamente la composición de su producto, la aprobación tiene que darse porque está dentro de las exigencias técnicas. Luego, el proveedor que tiene un compromiso con la autoridad municipal, de cobrarle con los presupuestos públicos la ayuda dada en la campaña, tiene que bajar la calidad porque ahí está su ganancia, mucho mayor de lo que ofrecen en intereses los bancos.

Así sucede en por ejemplo la construcción de las pistas, que por dar la coima al alcalde y a altos funcionarios, ya no cuenta con el suficiente presupuesto para hacer las compras de los materiales ofrecidos, sino de menos calidad. Ahí se van al cuerno las obras, que se deterioran antes del año. El vaso de lecho corre la misma suerte, porque vivimos gobernados por personas que no tienen escrúpulos para tirarse el dinero para la compra de alimentos para los niños pobres. No tienen decencia alguna, menos corazón. Lo único que les interesa es lucrar a costa hasta de la vida de los más indefensos.

Y eso que no están todos los niños que deberían estar empadronados para recibir su ración diaria, porque a los malos funcionarios públicos, desgraciadamente, lo único que les interesa son sus bolsillos. Y para castigar esas inconductas no hay un órgano de severo control que fiscalice los fondos ni el destino de los insumos del vaso de leche, lo que hace mucho más fácil el latrocinio. Corregir esta situación depende del pueblo mismo, que salga a denunciar cuando reciben cualquier cosa, menos un buen alimento.