Andantes urbanos

Cada vez aumentan más. Se trata de jóvenes de alrededor de 20 años o un poco más que andan por las diversas calles de la ciudad de Iquitos como muertos en vida, con la mirada perdida o con signos de haber consumido alguna sustancia alcohólica, tóxica o alucinante.
Los podemos ver también tirados durmiendo en las veredas en profundo sueño sobre cartones o sobre el frío cemento durante el día o la noche, también como escarbando en los basurales donde buscan comida o algún objeto que les sirva para vender.
Una noche pasada vimos a uno de estos seres humanos saltar en medio de la basura levantando un par de sandalias, como feliz de su hallazgo, y mostrando a los motocarristas que pasaban, tal vez en su idea y desesperación de ofrecerlo en venta, que por obvias razones a nadie le interesa.
Mientras les observamos en el día a día, nos preguntamos dónde están sus familiares, sus amigos o conocidos que puedan intentar hacer algo por ellos, y por ahí nos comentaban de una familia con buenos recursos monetarios que prácticamente abandonaron a su hijo que cayó en las garras de la droga y este se negaba a rehabilitarse.
Y las familias que no pueden ofrecer esa posibilidad de rehabilitación a sus hijos que han caído en la desgracia del vicio, tendrán que igual tragarse su dolor y ver cómo con el tiempo su ser querido se va deteriorando física y mentalmente hasta quizás encontrar el descanso eterno. En otros países son como reclutados y obligados a un tratamiento, por lo que no se ven personas con ese aspecto en las calles.
Ellos, son varones en su mayoría, al menos en nuestro andar periodístico, felizmente andar periodístico, no hemos visto jóvenes mujeres, más unas dos adultas que por evidente trastorno mental deambulan por las calles, aunque por temporadas se desaparecen, nos dicen que van a sus casas como a descansar de su trajín callejero.
Alguien o alguna entidad con funciones sociales humanitarias o de salud, se ha tomado el trabajo de registrar a estos seres humanos que deambulan sin rumbo por las calles, para ubicar a sus familiares directos y encontrar una salida a su situación, aunque, claro, no contamos con algún centro estatal de rehabilitación que pueda acoger a esta juventud que cayó en las garras del vicio. Millones de soles se van a la corrupción, es hora que parte de estos capitales se invierta en el capital humano: en un centro de rehabilitación, y por supuesto también trabajar fuerte en la prevención.