A propósito de marchas

CÉSAR SÁNCHEZ ARCE

 

 

En los últimos tiempos estamos viendo que nuestra sociedad parece haber decidido que todos sus problemas y/o discrepancias deberán ser resueltos reuniendo un grupo –grande, mediano o pequeño- de personas para salir a las calles premunidos de pancartas, altavoces, máscaras, palos, etc . Las redes sociales son el medio ideal para promocionar estas reuniones y en muchos casos ha sido evidente su eficacia, especialmente convocando a los jóvenes, usuarios naturales de la tecnología digital. Dependiendo del tema, los medios escritos, radiales y televisivos se suman a la promoción del evento, si el mismo hace juego con sus propios intereses o preferencias.

Previo al  día de la “marcha”, así bautizados estos eventos en honor a la mil veces recordada  “Marcha de los Cuatro Suyos” del hoy prófugo ex presidente Toledo, y después de ella, se desata en los medios de comunicación  y redes  sociales debates de todo calibre, en los que abundan opiniones a favor y en contra, en la mayor parte de los casos, de gente que repite, como el eco, opiniones o comentarios de supuestos especialistas o de personas que sin conocer absolutamente nada del tema meten su cuchara muy orondos y hasta con actitudes de verdaderos dueños de la  verdad. Es decir, encontramos debates entre quienes no se han tomado el trabajo de leer algo del asunto para formarse su propia e informada opinión; les basta y sobra con lo que vieron en la tele y que se ajusta más o menos a sus intereses,  preferencia o gusto personal.

Así ocurrió durante las elecciones últimas que dividieron al país entre buenos y honestos vs malos y corruptos; nada de programas de gobierno serios y posibles de realizar, nada de  políticas sociales o económicas para retomar la estancada transformación y el crecimiento del país; solo insultos de ambos bandos, mentiras, acusaciones, etc.  y  ya estamos viendo el resultado: un país paralizado y decreciendo, más mentiras, enfrentamientos, dudas sobre las investigaciones de corrupción, falta de liderazgo, presunción de más corrupción, exabruptos presidenciales, y así.

La llamada marcha #con mis hijos no te metas, de estos días, nos ha vuelto  a traer esa sensación de discusiones entre gente desinformada  que, sin entender de qué se trata opina y hasta  insulta, aprovechándose  de la libertad que permiten las redes sociales o de su acceso  a los medios de comunicación. He visto, con indignación, a entrevistadoras que seguramente se alucinan progresistas -Hora Clave de ATV- poner cara de  disgusto  y autosuficiencia mientras su entrevistada exponía sus puntos de vista que no coincidían con su posición. Lo gracioso, no lo puedo decir de otro modo sin ser ofensivo, es que al momento de contraponer sus propios argumentos, uno se daba cuenta que no tenía la más remota idea del fondo del asunto. Por el otro lado, apena, por decir lo menos, que temas de tanta trascendencia sean aprovechados por esos movimientos religiosos ultraconservadores, cuyo principal argumento de oposición es el pecado.

Es que lo mal hecho tiene sus consecuencias. Un asunto tan delicado que con seguridad iba a tener repercusión en una parte importante de la sociedad,  debió ser tratado didácticamente como corresponde al sector Educación; pero como ya nos viene acostumbrando este gobierno, que dicho sea de paso no tiene ningún gabinete de lujo como se ufanaba el presidente,  se puso en el currículo como algo intrascendente. Con una ministra de Educación invisible, como varios ministros de este gobierno, que no salió desde el inicio con un discurso claro a explicar y defender la posición del gobierno,  era de esperarse la reacción que ha habido de sectores conservadores que incitan a una parte de la población desinformada y hastiada de ver cómo en algunos medios se exagera la participación de personas de diferente opción sexual y cómo estas mismas personas se presentan desafiantes con demostraciones injustificadas en lugares que no son los adecuados, como la Catedral de Lima, por ejemplo.

Mal hacemos al ponernos de un lado u otro, si no nos damos el trabajo de averiguar primero qué es una ideología, qué se entiende por ideología de género, qué dice el currículo, cómo y con qué medios se pretende implementar este asunto y, sobre todo, cuán preparados y convencidos están los profesores para cumplir con los objetivos que se pretende alcanzar, porque son ellos, finalmente, quienes se encargan de hacer realidad las políticas educativas que imparte su sector.

Ojalá, que en contraposición de esa marcha, no veamos a los “progresistas” saliendo a lavar banderas, ahora que se han quedado tan calladito(a)s, con sus banderas bien guardadas -y sucias- cuando hay tanta denuncia de corrupción de sus antiguos aliados.